La Chilinga, percusión y cultura popular

Daniel Buira quiere que los ritmos afrolatinos suenen en todo el país.

La Chilinga es una escuela de percusión que actuó en el cierre de temporada del Teatro San Martín, un proyecto que lleva cinco años y que Daniel Buira, su fundador, comentó como una inquietud que a partir de los ritmos afrolatinos se transformó en una serie de talleres, con más de 200 alumnos, espectáculos, grabaciones, premios en Venecia y una constante búsqueda. Todo esto sumado a La Chilinguita, la misma idea para niños, y una ideología netamente popular que tiende a que todos, incluso el interior del país, «empiecen a tocar el tambor».

– ¿De qué trata la escuela?

– La idea es una escuela de percusión, un estudio bastante profundo sobre los ritmos afrolatinos, más que nada lo referido a Cuba, Brasil, Uruguay o Argentina. Desde 1986 estuve tocando batería y durante quince años con el grupo Los Piojos, viajé mucho por el exterior y descubrí la importancia que tenía la percusión en distintos países, mientras que en la Argentina a principios de los 90 no sucedía nada en ese sentido. Recién hace unos años comenzó un auge de los tambores, lo que tiene que ver con Cuba o el Brasil.

En 1995, después de un viaje a San Salvador de Bahía, donde hay muchas escuelas de percusión, decidí armar algo en la Argentina. Todo comenzó como un divertimento, pero al año el grupo que estaba formando tenía más de 50 integrantes, entonces surgió la idea del aprendizaje, de una escuela. A partir de allí se hizo un compromiso más serio esto de los tambores, y también un compromiso a nivel social.

– ¿Por qué a nivel social?

– Porque los tambores están muy ligados a las manifestaciones de todo tipo, no sólo político. Entonces a partir de esa idea la escuela fue creciendo y actualmente supera los 200 alumnos.

Hay talleres de diferentes tipos y ritmos por solo una cuota de 20 pesos por mes y con todo el material provisto por la escuela. Son talleres que tienen que ver con el candombe uruguayo y argentino, el samba y el samba reggae brasileño, la murga y la marcha camión rioplatense, así como lo referido al toque de makuta, bjembé, yoruba, abakuá, son y candomblé, incluso danza afro y capoeira brasileña.

Todos los talleres están conducidos por antiguos alumnos de la escuela y por profesores como la bailarina Cecilia Benavídez, pero además tenemos La Chilinguita, escuela para niños de cuatro a doce años que resulta una experiencia emocionante, tocan muy bien y ya son más de 50.

– Ustedes realizan actuaciones, ¿cómo se implementan?

– Desde ya que en la escuela siempre estamos aprendiendo, en este momento tenemos alrededor de 15 grupos de tambores, por ejemplo en el San Martín se presentaron los grupos más antiguos, porque queríamos mostrar la trayectoria, pero la escuela tiene funciones todos los fines de semana en diferentes lugares y con distintos grupos, eventos en La Plata, fiestas particulares, invitados con algún músico o las denominadas Fiestas Chilingas, que son muestras de los talleres, con funciones que a veces abarcan dos días y funcionan como muestra de toda nuestra actividad.

Para todo esto cada profesor se ocupa de su área y también se trabajan mucho los ritmos de la escuela. Porque nosotros tenemos dos grabaciones en la calle, con muchos ritmos creados a partir de nuestras vivencias, aunque también están los bloques tradicionales que atraen muchos estudiantes, son los llamados tambores de calle, los zurdos, los bombos, redoblantes etc., instrumentos que tienen origen en el Brasil, pero que se han asimilado a lo porteño, con más razón cuando la fabricación es totalmente nacional, y así se logra un sonido propio. Por eso en La Chilinga trabajamos mucho el sonido de Buenos Airees, ciertos colores que tiene que ver con nuestro modo de vivir.

– ¿Eso implica nuevos horizontes para la percusión?

– Siempre hay algo que trabajar de nuevo, en la escuela toda la rítmica viene de Africa Central, aunque hay percusión en Europa o en Arabia, nuestros ritmos vinieron con los barcos para América y en ese sentido creo que somos la única escuela en rescatarlos. Esto tiene que ver con nuestro última grabación «Viejos Dioses», un título que supone una forma de mística que vivimos en la escuela, donde la energía parece venir de los ancestros, porque la voz y la percusión están entre las primeras manifestaciones del hombre frente a los elementos de la naturaleza y sus dioses.

Tambores, cine y compromiso

Para Daniel Buira La Chilinga tiene rigor con sus elecciones. En ese sentido hicieron la banda musical del filme de Marco Bechis «Hijos», que obtuvo el premio a la mejor banda sonora en el festival de Venecia. Nunca habían trabajado con un director de cine, pero en este caso la coincidencia fue completa, porque a su criterio Bechis (que había escuchado la grabación de «Percusión», la primera de La Chilinga) tenía muy claro lo que quería «tenía la música en la cabeza».

Esto tuvo una coincidencia ideológica, porque La Chilinga siempre ha acompañado con sus tambores las marchas de la agrupación Hijos, lo que supone una identificación con las imágenes de Bechis.

«Aceptamos lo que tiene que ver con la realidad popular» destaca Buira. Será por eso que no aceptan las modas en música y se concentran en proyectos serios, como tocar con Pedro Aznar, Peteco Carabajal o Ariel Prat. Algo que también se extiende a La Chilinguita, los niños ejecutantes que tocan para chicos en colegios, comedores de bajos recursos, para Unicef o festivales de la Unesco.

En las intervenciones hay alrededor de 30 tambores, pero pueden llegar a 70 si las marchas o espectáculos lo requieren.

La escuela funciona en Martín Coronado, lejos de Capital lo que estimula la idea popular del proyecto. A partir de allí ya intentan el interior, van a La Plata o Zárate y casi se llegan hasta Viedma, no pudo ser pero tienen expectativas de llegarse a Río Negro y otros lugares del país, » donde no tienen tambores, y así hacer percusión junto al pueblo y generar escuelas o talleres en forma espontánea».

Dice que «tango» es tambor para los negros africanos y eso confirma su identificación rítmica. Dice también que lo seduce ir y mostrar lo que hace a todos los lugares del país, «pero mejor es ir, mostrar y dejar algo» agrega.

Julio Pagani


La Chilinga es una escuela de percusión que actuó en el cierre de temporada del Teatro San Martín, un proyecto que lleva cinco años y que Daniel Buira, su fundador, comentó como una inquietud que a partir de los ritmos afrolatinos se transformó en una serie de talleres, con más de 200 alumnos, espectáculos, grabaciones, premios en Venecia y una constante búsqueda. Todo esto sumado a La Chilinguita, la misma idea para niños, y una ideología netamente popular que tiende a que todos, incluso el interior del país, "empiecen a tocar el tambor".

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