No es Romario, pero…
Definió muy parecido al Chapulín el pibe Romarinho.
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DyN
La Bombonera estallaba de emoción porque Boca ganaba un partido chivo. Una primera final de Libertadores luchada a más no poder. Facundo Roncaglia había puesto la ventaja mínima y con eso parecía alcanzar, hasta que Romarinho, el pibe al que muchos cronistas apuntaban como hijo de Romario -no lo es-, entró y en un abrir y cerrar de ojos enmudeció el estadio con un toque sutil. 1-1, y ahora el xeneize viajará sin ventaja a jugar al Pacaembú.
Los nervios gobernaron en la etapa inicial. El cabezazo que pasó cerca de Schiavi al minuto apenas fue un espejismo, porque lo que se vio hasta el descanso poco tuvo que ver con los planes iniciales del Emperador. Corinthians se asemejó más a un equipo alemán que a uno brasileño. Orden prusiano, presión asfixiante y furiosa mentalidad fueron sus armas.
El Timao nunca quedó descompensado. La presa que eligieron los paulistas fue JR Riquelme, impedido de espacios, mordido, perseguido siempre. Con el correr de los minutos Corinthians ganó en confianza y tuvo una chance con el buen volante Paulinho, que sacó un disparo bárbaro de media distancia y provocó una muy buena atajada de Orión.
El xeneize estuvo desequilibrado y dejó muchos espacios. Fue un equipo largo, sin ideas e impreciso. La defensa mostró la firmeza de costumbre -gran partido de Caruzzo- y Walter Erviti fue el de mayor coraje, pero como Riquelme no encontraba su lugar en el ‘mundo’, Silva y Mouche siempre lucharon en desventaja.
La mejor jugada del PT para el local fue a los 34, cuando Ledesma tocó para Román, que dibujó un exquisita habilitación para Mouche; Pablo lanzó un centro y el pelado Silva experimentó una chilena que no fue gol por la salvada de un defensor. Boca creció en el final y el árbitro lo ayudó porque a los 40 prefirió no mostrarle la roja a Roncaglia, que merecía caminar hacia las duchas por una falta de atrás.
Boca salió decidido desde los camarines y arrinconó a su rival. A los 4’ Erviti apiló a los defensores en el área y cedió para Riquelme, que de ‘cachetada’ la tiró por arriba del travesaño.
La Bombonera entró en ebullición porque Corinthians pareció más apático y Boca se lo llevaba por delante, con Riquelme activo y Ledesma un poco más parecido a Ledesma. A los 15 el ‘10’ bajó la redonda con pie de seda, entró al área y tocó para Mouche, que le atinó a las manos de Cássio.
Pero ese asedio de Boca se desvaneció con el correr del minutero y a medida que creció la tarea de los marcadores centrales visitantes. Riquelme fallaba, Erviti era el único que buscaba claridad en el ataque, y con eso no alcanzaba. A Corinthians, en cambio, el resultado le caída de perillas. Sobre todo, sabiendo que se mantenía invicto y que en casa apenas le marcaron un gol en todo el torneo -Neymar en semis-
Pero entonces apareció el estallido, a los 27 y con un corner que primero cabeceó un defensor, que corrigió Silva, Chicáo tocó con la mano y Roncaglia empujó al gol. Justo él, que debió irse expulsado. Un desahogo masivo, como una enorme ola, cayó en la cancha.
Pero a cinco del final Boca quedó mal parado y el recién ingresado Romarinho enmudeció los labios xeneizes, porque entró como una bala por el corazón de la defensa y se la picó a Orión.
La última fue para el local, cuando Viatri cabeceó al travesaño y a Cvitanich le quedó para empujarla, pero falló. Así, Boca viajará con la necesidad de ganar para sumar la séptima corona.
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