Tienen que cerrar el negocio familiar pero antes regalaron productos y juguetes
Sacaron a la calle siete contenedores a la calle y también organizaron una “gran barata”. Se trata de una de las sucursales de “Plaza Bonita” en General Roca. Los dueños aseguraron que no lo pueden mantener. Cinco empleados quedan sin trabajo.
La crisis económica nacional golpeó las puertas de un negocio familiar roquense con más de 16 años de trayectoria y según explicaron, los obligó a tomar la decisión de bajar las persianas de una de sus sucursales.
“Plaza Bonita” cierra su local de calle Neuquén entre 9 de Julio y Tucumán y los cinco empleados que allí trabajaban, quedaron desocupados. Pero antes de irse, los dueños hicieron un “outlet” de juguetes dentro de siete contenedores que sacaron a la calle en los últimos días.

“Cerramos después de aguantar mucho tiempo la crisis, los alquileres, quedan en la calle cinco empleados. Está todo muy complicado. No era rentable. Los costos están por las nubes, empleados, cargas sociales, alquiler, servicios, gastos varios”, contó Lucas Palacios, hijo del titular de la empresa.
“Es una lástima. No queremos cerrar pero realmente no lo podemos mantener. Los empleados van a estar todos indemnizados como corresponde, porque somos buena gente. Hay que seguir, no queda otra”, aseguró el joven que creció con el comercio.

Productos y juguetes fueron regalados durante los últimos tres días a los vecinos, esta tarde será el último día del local por lo que realizarán un remate. La gente sigue llegando a comprar a la gran barata: todo en liquidación hasta el 50%.
La postal de la difícil situación social se vio por estos días: cientos de personas revolviendo los contenedores desesperadamente en esa calle céntrica, llevándose todo lo que pudieran a toda hora del día.

“Vino muchísima gente o buscar cosas. Por lo menos ellos lo van a poder utilizar. La gente llegaba desde las 3 de la mañana, se llevaron todo”, contó Palacios, y aún a media mañana la gente seguía llegando esperando encontrar algo útil en los contenedores.
Su padre, el dueño, acomodaba estanterías al fondo sin mediar palabra. Los empleados hacían las últimas tareas en un local casi vacío, prácticamente abandonado.
Cintia, una de las empleadas que trabaja hace diez años, contó que se van en buenos términos. “Nos enviaron el telegrama de despido hace dos meses. En enero ya veíamos que el local no andaba bien, que las ventas habían caído mucho”, admitió la joven quien deberá salir a buscar un nuevo empleo.


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