Adiós a Niemeyer, el arquitecto de las curvas

Serán siete días de duelo por el creador de Brasilia

“Los ángulos rectos no me atraen. Tampoco las líneas duras e inflexibles creadas por el hombre. Lo que me atrae son las curvas libres y sensuales. Las curvas que encontramos en las montañas, en las olas del mar, en el cuerpo de la mujer que amamos’’. Eso escribió con sabiduría el arquitecto brasileño Oscar Niemeyer en sus memorias, publicadas en 1998. Y eso respetó hasta su muerte, ocurrida tristemente anteanoche, cuando apenas le faltaban 10 días para cumplir 105 años.

El gobernador de Brasilia, Agnelo Queiroz, decretó luto oficial de siete días por la muerte del arquitecto que diseñó gran parte de la capital brasileña. “Brasilia llora por Niemeyer el mismo llanto sentido y melancólico de los huérfanos”, dijo.

Niemeyer falleció víctima de una infección respiratoria que lo mantuvo internado durante más de un mes en el hospital Samaritano de Río de Janeiro. Su cuerpo fue embalsamado y trasladado de Río a Brasilia, donde fue velado en el palacio presidencial Planalto, también creado por él.

Hace poco más de dos décadas, cuando se le preguntó cómo le gustaría ser recordado, dijo que desearía ver en su lápida una frase sencilla: “Oscar Niemeyer, brasileño, arquitecto. Vivió entre amigos, creyó en el futuro”.

La frase describe con precisión su personalidad.

A lo largo de su larga vida, Niemeyer se mantuvo fiel a sus dos grandes pasiones: el comunismo y la línea curva, la marca principal del trabajo al que se dedicó hasta sus últimos días.

Brasilia, diseñada por él en 1960, junto al urbanista Lucio Costa y al paisajista Roberto Burle Marx, creció a ritmo vertiginoso hasta albergar a dos millones de habitantes, pero su diseño sinuoso aún genera controversias. Los críticos afirman que carece de “alma”, mientras sus admiradores aseguran que sirvió para atraer vida hacia las inmensas sabanas. “Si uno va a Brasilia puede ser que no le guste, decir que hay cosas mejores, pero ninguna parecida’’, dijo Niemeyer en 2006. “Mi búsqueda es una sorpresa. Una pieza de arte debe emocionar’’.

Entre los proyectos más recientes está un gran teatro a ser instalado en el parque del Flamengo de Río, cerca del cerro Pan de Azúcar; el museo Pelé, y el edificio de la Universidad Federal de la Integración Latinoamericana (Unila), que está en construcción en Foz do Iguazú.

Admirado y respetado en todo el mundo, recibió en los últimos años una lluvia de homenajes, pero también vivió una gran decepción: el cierre de su proyecto “más querido”, el Centro Cultural Niemeyer, en Avilés, cuya inauguración fue suspendida a raíz de una disputa política en la ciudad española.

Niemeyer dejó su sello estampado en obras desde el complejo de la ONU en Nueva York hasta la sede del Partido Comunista Francés en París, pasando por el Sambódromo que alberga los desfiles de Carnaval de Río, y el Museo de Arte Moderno en Niterói.

Oscar Niemeyer Soares Filho nació el 15 de diciembre de 1907 en Río de Janeiro, la entonces capital de Brasil, y se recibió de arquitecto en la Escuela de Artes de Río. Rápidamente ganó la atención por sus trabajos.

En 1936, colaboró en el diseño de un nuevo edificio para el Ministerio de Educación en Río, un clásico de la funcionalidad en líneas horizontales y verticales. En trabajos con el arquitecto francés Le Corbusier, colaboró en el desarrollo del “brise soleil’’, una extensión de las líneas horizontales de los edificios que se convirtió en un diseño muy conocido en los años 60 para amparar los espacios de los rayos del sol.

Los dos arquitectos se reunieron de nuevo en 1947 para diseñar el edificio de las Naciones Unidas en Nueva York. Pero Niemeyer ya se burlaba de los límites y los severos ángulos.

Su primer proyecto individual fue el complejo de Pampulha, una serie de edificios sobre un lago artificial en Belo Horizonte. Por primera vez, Niemeyer utilizó los arcos y curvas que fueron su marca.

En los años 50, fue convocado por el presidente Juscelino Kubitschek para diseñar los edificios gubernamentales de una nueva capital en las planicies vacías del centro de Brasil.

Tras el golpe militar de 1964 que comenzó una dictadura de 21 años, Niemeyer salió al exilio en Francia, donde en 1965 diseñó las oficinas del Partido Comunista de Francia, en París. También realizó una docena de proyectos en Estados Unidos, Israel, Líbano, Argelia, Italia, Alemania y Portugal.

Nunca retrocedió un centímetro en sus creencias socialistas. En julio del 2006, en un artículo en el diario “Folha de São Paulo”, Niemeyer escribió: “La vida es más importante que la arquitectura… algún día el mundo será más justo y elevará la vida a un nivel superior, no más limitada a los gobiernos y las clases dominantes’’.

Encorvado y de paso lento, el arquitecto acudía diariamente a su oficina, diseñaba y seguía sus proyectos. Vivió largamente y siempre convencido de sus palabras: “ La vida es un soplo. Es demasiado corta, es un minuto. Un minuto que pasa deprisa”.

Cuando se le preguntó qué diría su lápida, dijo: “Oscar Niemeyer, brasileño, arquitecto. Vivió entre amigos, creyó en el futuro”.

Interior de la Catedral de Brasilia. Concluida en 1970, la estructura hiperboloide es de hormigón y su techo de vidrio parece que se alzara abierto hacia el cielo.

Museo Oscar Niemeyer, en Curitiba. Fue proyectado en 1967 y más tarde reformado. Niemeyer le construyó un anexo con forma de ojo.

Museo de Arte Contemporáneo de Niterói. Fue diseñado por Niemeyer a los 100 años. Tiene 16 metros de alto y la cúpula, 50 metros de diámetro.


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