Al pan, pan… y

palimpsestos

Néstor Tkaczek ntkaczek@hotmail.com

Estos días de mucha agitación educativa por el cierre del año, se ha tornado más que en agitación en torbellino educativo luego de las últimas resoluciones de la cartera educativa rionegrina. Entre ellas tenemos alumnos/as que pueden pasar con tres materias previas, alumnos/as que si aprueban una materia en el presente ciclo lectivo se les da por aprobada la misma materia que tenían previa de años anteriores. A esto le sumamos ya la imposibilidad (por ley nacional) de que un/a alumno/a quede libre por faltas o por sanciones disciplinarias, ya que como el secundario es obligatorio no se puede dejar a ningún chico/a fuera del sistema. He leído diversas opiniones, confieso que pensé si debía o no escribir sobre este tema; pero más de un cuarto de siglo transitando por las aulas me impiden soterrar algunas reflexiones sobre esta y otras problemáticas de la educación. Te advierto, son solo reflexiones que ocuparán esta y la próxima columna; es muy probable que no coincidas conmigo. Ahí van: • La educación es un sistema que tiene diferentes partes, como todo sistema cuando una o más de sus partes tiene problemas, estos repercuten en la totalidad. Uno de los inconvenientes es la distancia que existe entre la teoría y la práctica. Así la ley garantiza la escolaridad hasta el fin del secundario, en aras de la inclusión, de la igualdad de oportunidades, etc. ¿Quién puede oponerse a esto? Nadie. El problema es que en la práctica hay muchísimos alumnos/as que se resisten a estudiar por diversos motivos como la falta de interés, falta de proyecto de vida, desdén por el esfuerzo y algunos más que tienen a su vez muchas causas aunque la mayoría apunta a la familia como la principal responsable. Me pregunto si es posible retener a un chico de 16, 17 años en un lugar en donde no quiere estar. Me dirás que busque alternativas; pero te recuerdo que en ese curso hay 30 más que también merecen atención y muchos de ellos sí quieren estar allí para aprender. Ante estos casos la ley también contempla “trayectos alternativos”; sin embargo en la mayoría de las provincias esto no se ha implementado, muchas de ellas alegan la falta de fondos para hacerlo. Y mientras tanto… • Esta obligatoriedad tira por la borda algunas matrices del sistema anterior, entre ellas la de la asistencia; hoy no es posible que nadie quede libre por faltas, así tenemos gran cantidad de ausentes en las aulas (además de quienes llegan tarde) y ya no es raro encontrar a alumnos/as con medio centenar de inasistencias en el año. Se supone que la cantidad de ausencias es directamente proporcional a la falta de rendimiento escolar…, pero no siempre suele tomárselo así. Y mientras tanto… • Esto se concatena con las medidas que tienden a sancionar un problema de conducta. Ya no tienen sentido las amonestaciones (de las que muchos docentes abusaban y enmascaraban su miedo o incapacidad), ni tampoco las suspensiones. No digo que esté plenamente de acuerdo con este tipo de sanciones, pero el aula no es ya el de “las blancas palomitas” de Jacinta Pichimahuida, y algo hay que hacer cuando se transgreden ciertas pautas de convivencia. Hay líneas que una vez cruzadas ya es imposible retornar: ¿de qué manera un/a docente puede enseñar en un aula en la que alguien la/lo insultó, amenazó, intentó agredir, rompió sus bienes o agredió? Sin embargo muchos/as colegas conviven con eso. Y mientras tanto… • Es decir que el sistema contempla a quienes transgreden algunas pautas del propio sistema, sin que haya para esa transgresión ciertas “desventajas” con respecto a quienes no lo hacen. De allí que en muchos casos hay una sensación de que en la escuela “vale todo”, sensación peligrosa que contribuye a desprestigiar aún más a la educación y sus actores y que instaura (a veces) en los alumnos/as la creencia de que en la sociedad todo puede contemplarse.


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