Allen, su historia y nosotros
Todas las ciudades tienen una estructura histórica, y Allen no es la excepción. Debemos saber que esa estructura interna parte de los aspectos fundacionales, contemplando la época de constitución del lugar, del cómo se produjo su evolución a lo largo del tiempo y en sus diferentes espacios, de cuáles son las huellas que quedaron de los diferentes períodos y en cada intervención de sus habitantes, del cómo fue la consolidación de sus continuidades urbanas y arquitectónicas, las de sus servicios públicos y las de su equipamiento urbano. También forma parte de esta estructura histórica el registro de imágenes de la ciudad, del barrio, de la chacra; el registro de paisajes, historias, costumbres, leyendas, etcétera, incluyendo la música que caracteriza la ciudad, su literatura, su teatro, sus actividades deportivas comunitarias, populares o de elite. Ahora bien, a pesar de la complejidad de esta estructura histórica, son muchas las veces en que creemos, sencillamente, que está compuesta por edificios o sitios urbanos que encierran algún sentido especial para la población o simplemente porque son muy antiguos. Pero esto no es así, la estructura histórica de la ciudad va mucho más allá de un edificio o de un lugar y de la antigüedad que posea. En Allen existen varios trabajos de relevamiento y registro de costumbres, historias, edificios y sitios que conforman esta estructura histórica. Estos datos están en las escuelas, en planillas confeccionadas por docentes en cursos de perfeccionamiento, en el Archivo Municipal, en libros, apuntes, artículos periodísticos y literarios, poesías y canciones y sobre todo en la memoria colectiva de la población. Mi intención no es reproducir un largo listado de todos y cada uno de los elementos que conforman la estructura histórica de Allen sino convocar a una reflexión que nos permita tomar conciencia de que cotidianamente y entre todos construimos nuestra estructura histórica, a veces sin saberlo y otras sin quererlo, puesto que la negación también es parte de la construcción. A la ciudad le pasa lo mismo que a los seres humanos y es entonces que como entes dinámicos giramos de la euforia y la alegría optimista por la vida a rechazarnos a nosotros mismos, sin querer ver nuestro interior, despreciando nuestros ancestros, intentando no ver nuestra historia. En lugar de consolidarla la destruimos; en ciertas ocasiones derrumbándola lentamente, con la desidia y la apatía de muchos, y en otras nos castigamos con el latigazo hábil, voraz y letal de unos pocos, que colocan sus intereses propios sobre los intereses comunes a todos. En definitiva, grande es la incidencia que tenemos todos los allenses sobre la ciudad de Allen. Muy especialmente incidimos al determinar la forma del cómo somos todos y cada uno de nosotros. Por ejemplo, deberíamos ser conscientes que estamos definiendo a nuestra ciudad cada vez que usamos los espacios públicos y los privados, a veces sin dudar en destruirlos, y otras veces resguardándolos como nuestra heredad más trascendental. Definimos la ciudad al organizar nuestras actividades, al movernos por sus calles urbanas y rurales, con las actitudes que adoptamos todos los días, con nuestra música y sus silencios, con cada manifestación cultural que somos capaces de expresar, con la solidaridad que traspasa la puerta de nuestras casas. En esta lucha de los allenses por construirnos, y hasta tanto no logremos un crecimiento reflexivo, equilibrado y continuo, seguiremos viviendo momentos de euforia en que nuestra intervención en las acciones sociales desborda de voluntades abiertas y participativas para pasar luego a otros momentos en que nos asalta una desidia e indolencia tan grande que nos empuja a echar abajo mucho de lo construido, profesando un amor por lo propio y lo personal tan sobrevalorizado que nos termina transformando en un pueblo socialmente egoísta y envidioso. El resultado que arroja la construcción de la estructura histórica de la ciudad es lo que permite definir nuestra identidad, nuestro espíritu social, nuestra vocación por el tiempo y el espacio que ocupamos, facilitando una intervención en el diseño de la ciudad sin agresiones, con la mejor calidad de vida posible, en armonía y resaltando todo lo hermoso que somos como pueblo valletano, con un sosiego urbano deseado por muchas comunidades, con una gran capacidad de autoabastecernos y alejados, todavía, de la vorágine del consumismo que nos acecha, consumismo que indefectiblemente termina fagocitando al propio ser humano. Recordemos siempre que cuando construimos nuestra ciudad invisiblemente estamos construyéndonos a nosotros mismos y que cuando nos construimos a nosotros mismos de igual forma construimos la ciudad que habitamos. (*) Arquitecto
rubén cabo (*)
Todas las ciudades tienen una estructura histórica, y Allen no es la excepción. Debemos saber que esa estructura interna parte de los aspectos fundacionales, contemplando la época de constitución del lugar, del cómo se produjo su evolución a lo largo del tiempo y en sus diferentes espacios, de cuáles son las huellas que quedaron de los diferentes períodos y en cada intervención de sus habitantes, del cómo fue la consolidación de sus continuidades urbanas y arquitectónicas, las de sus servicios públicos y las de su equipamiento urbano. También forma parte de esta estructura histórica el registro de imágenes de la ciudad, del barrio, de la chacra; el registro de paisajes, historias, costumbres, leyendas, etcétera, incluyendo la música que caracteriza la ciudad, su literatura, su teatro, sus actividades deportivas comunitarias, populares o de elite. Ahora bien, a pesar de la complejidad de esta estructura histórica, son muchas las veces en que creemos, sencillamente, que está compuesta por edificios o sitios urbanos que encierran algún sentido especial para la población o simplemente porque son muy antiguos. Pero esto no es así, la estructura histórica de la ciudad va mucho más allá de un edificio o de un lugar y de la antigüedad que posea. En Allen existen varios trabajos de relevamiento y registro de costumbres, historias, edificios y sitios que conforman esta estructura histórica. Estos datos están en las escuelas, en planillas confeccionadas por docentes en cursos de perfeccionamiento, en el Archivo Municipal, en libros, apuntes, artículos periodísticos y literarios, poesías y canciones y sobre todo en la memoria colectiva de la población. Mi intención no es reproducir un largo listado de todos y cada uno de los elementos que conforman la estructura histórica de Allen sino convocar a una reflexión que nos permita tomar conciencia de que cotidianamente y entre todos construimos nuestra estructura histórica, a veces sin saberlo y otras sin quererlo, puesto que la negación también es parte de la construcción. A la ciudad le pasa lo mismo que a los seres humanos y es entonces que como entes dinámicos giramos de la euforia y la alegría optimista por la vida a rechazarnos a nosotros mismos, sin querer ver nuestro interior, despreciando nuestros ancestros, intentando no ver nuestra historia. En lugar de consolidarla la destruimos; en ciertas ocasiones derrumbándola lentamente, con la desidia y la apatía de muchos, y en otras nos castigamos con el latigazo hábil, voraz y letal de unos pocos, que colocan sus intereses propios sobre los intereses comunes a todos. En definitiva, grande es la incidencia que tenemos todos los allenses sobre la ciudad de Allen. Muy especialmente incidimos al determinar la forma del cómo somos todos y cada uno de nosotros. Por ejemplo, deberíamos ser conscientes que estamos definiendo a nuestra ciudad cada vez que usamos los espacios públicos y los privados, a veces sin dudar en destruirlos, y otras veces resguardándolos como nuestra heredad más trascendental. Definimos la ciudad al organizar nuestras actividades, al movernos por sus calles urbanas y rurales, con las actitudes que adoptamos todos los días, con nuestra música y sus silencios, con cada manifestación cultural que somos capaces de expresar, con la solidaridad que traspasa la puerta de nuestras casas. En esta lucha de los allenses por construirnos, y hasta tanto no logremos un crecimiento reflexivo, equilibrado y continuo, seguiremos viviendo momentos de euforia en que nuestra intervención en las acciones sociales desborda de voluntades abiertas y participativas para pasar luego a otros momentos en que nos asalta una desidia e indolencia tan grande que nos empuja a echar abajo mucho de lo construido, profesando un amor por lo propio y lo personal tan sobrevalorizado que nos termina transformando en un pueblo socialmente egoísta y envidioso. El resultado que arroja la construcción de la estructura histórica de la ciudad es lo que permite definir nuestra identidad, nuestro espíritu social, nuestra vocación por el tiempo y el espacio que ocupamos, facilitando una intervención en el diseño de la ciudad sin agresiones, con la mejor calidad de vida posible, en armonía y resaltando todo lo hermoso que somos como pueblo valletano, con un sosiego urbano deseado por muchas comunidades, con una gran capacidad de autoabastecernos y alejados, todavía, de la vorágine del consumismo que nos acecha, consumismo que indefectiblemente termina fagocitando al propio ser humano. Recordemos siempre que cuando construimos nuestra ciudad invisiblemente estamos construyéndonos a nosotros mismos y que cuando nos construimos a nosotros mismos de igual forma construimos la ciudad que habitamos. (*) Arquitecto
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