Andahazi y la historia sexual de los argentinos
Apareció "Pecar como Dios manda". El autor investigó en los pueblos originarios.
Partiendo de la hipótesis de que los países, al igual que los individuos, «son hijos de un entramado de relaciones sexuales», el escritor y psicoanalista Federico Andahazi investiga la sexualidad de los argentinos en una trilogía de la cual acaba de aparecer el primer tomo: «Pecar como Dios manda».
«No se puede entender la historia de un país si no se entiende la historia de su sexualidad. Muchas veces creemos que somos dueños de nuestro proceder sexual y en realidad somos esclavos de una herencia que ignoramos. Y no podemos entender la sexualidad de un individuo si no se conoce la historia del país donde se desarrolló», sostuvo Andahazi.
Este tomo indaga en la sexualidad de los pueblos originarios que poblaron lo que hoy es territorio argentino antes de la conquista en un recorrido que llega hasta la revolución de Mayo.
«Hubo un trabajo de archivo, pero creo que mi formación como narrador me evitó el problema de abrumar al lector con documentos», mencionó el autor de las novelas «El anatomista», «Las piadosas» y «El secreto de los flamencos», entre otras.
«Así como encontré mucha información de la época precolombina hay otras como en
los días de la Colonia o de la revolución, en la que escaseaba. Tuve que echar mano de otras disciplinas -comentó- que no tienen que ver con la historia, como la arqueología».
Y mencionó algunos hallazgos del arquitecto Daniel Schavelzon, en excavaciones realizadas en Buenos Aires en casas de familias tradicionales «donde se encontraron porcelanas pornográficas, juguetes sexuales, lo que habla de una vida sexual bien ocultada».
«Si algo aprendí del psicoanálisis es que la mitología sirve para explicar, reconstruir un relato. Y en ese sentido las culturas precolombinas tenían una mitología tan rica como la de los griegos», reflexionó.
Los españoles, cuando se encuentran con los pueblos originarios, «lo que leen son los relatos de los pueblos antiguos de la propia Europa, no ven un nuevo mundo. Ven los mismos pueblos que condenó Moisés en el Antiguo Testamento».»Ven a las amazonas de la mitología… cuando eran mujeres consagradas al culto del sol. Ahí se ve bien cómo se construye la realidad: uno piensa que tiene una mirada virgen cuando está cargado de relatos que la condicionan. Esto le pasa a los españoles», aseveró Andahazi.
Para muchos de los pueblos precolombinos, la sexualidad no era algo condenable y punible, sino algo sagrado que se practicaba en los tem
plos: «Y estos jóvenes que ofrecían sexo -los pampayrunas- no eran mujeres, sino hombres».
¿Por qué el espanto de los españoles?: «Se supone que venían a transmitir la Palabra con mayúscula y en realidad cuando ellos llaman prostitutos del templo a los pampayrunas están hablando de los prostitutos del Antiguo Testamento».
Andahazi recuerda el momento en que para Occidente el sexo dejó de ser algo sagrado para convertirse en pecaminoso: «Cuando Judea invade a los pueblos babilónicos lleva consigo sus costumbres. Es decir, practicaban el sexo en el templo. Y en el momento en el que los judíos consiguen liberarse repudian las costumbres babilónicas y el sexo pasó a ser pecaminoso».
El propio Colón, destacó el escritor, «creía que había llegado a un mundo antiguo, que había llegado a las Indias, le costaba muchísimo ver hechos novedosos».
A su juicio, «la conducta sexual de los pueblos originarios sirvió de excusa para su dominación. Fue una de los principales argumentos para el genocidio que significó la conquista».
El trabajo de reconstrucción de las costumbres sexuales de los pueblos originarios, «fue muy difícil porque los españoles borraron bajo el término de salvajes todas las diferencias entre las diversas culturas -muchas se desconocían entre sí- tanto las andinas como las del llano».
Cuando se produce la conquista, señaló Andahazi, «España estaba librando la guerra contra el moro, buscaba un acceso a las Indias y se tropieza con América».
«Los españoles condenaban la poligamia pero cuando están en América no tardan en tomar varias mujeres indígenas para sí. El rey mandaba clérigos para poner orden pero terminaban armando sus propios harenes de mujeres».
La dualidad que se despliega a lo largo del libro entre el universo de los pueblos originarios y el de los españoles «hace que nuestra cultura desde el vamos este cruzada por el conflicto. No es lo mismo la sexualidad de los argentinos que la de los suecos. Cada pueblo tiene su historia particular», concluyó Andahazi. (Télam)
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