Arturo Pérez Reverte, el gran narrador

El escritor español, que vino a presentar su libro “Hombres buenos”, explica su relación con las letras y los lectores.

FERIA DEL LIBRO

De visita a la Argentina para presentar su último libro “Hombres buenos”, el español Arturo Pérez-Reverte se define como “un escritor cazador, que se juega y sale del territorio”, al igual que lo hacen los personajes de su novela, dos miembros de la Real Academia Española dispuestos a arriesgarlo todo por conseguir una enciclopedia prohibida en la Europa del siglo XVIII.

“Hay escritores recolectores y escritores cazadores: el recolector tiene una parcela en la que planta, replanta, vuelve a plantar, se nutre de ese mundo limitado e interesante pero no se mueve de ahí. En cambio, el cazador hace incursiones en campos distintos, se arriesga, se mueve, cada episodio es diferente. Pues, yo soy de esos”, sostiene Pérez-Reverte .

Al igual que él, se desplazan los personajes de la publicación de Alfaguara, don Hermógenes Molina y don Pedro Zárate, uno bibliotecario, el otro almirante, designados por la institución para viajar a la París prerrevolucionaria en busca de la prohibida Encyclopédie de D’Alembert y Diderot.

Europa del siglo XVIII: la fe y la razón se disputan; la religión atesora sus mayores enemigos, la filosofía de las luces; y la pregunta latente sobre qué tipo de naciones formar -cultas, no cultas- enciende todo el debate político e ideológico de la época. Es ahí donde Pérez-Reverte sitúa su última novela que circula entre realidad y ficción.

Su intención fue “contar una aventura de amistad y de libros, cómo dos corazones nobles, muy distintos, en un recorrido azaroso y peligroso, pero teniendo a la cultura como elemento común, pueden creer lazos fuertes y llegar al mutuo heroísmo”, cuenta el autor de “La Reina del Sur”. “Los libros como solución, como analgésico, como clave para hacernos mejores”, agrega acerca del espíritu de otro personaje central en esta novela: Los 18 tomos de la Encyclopédie, razón que pone en funcionamiento toda una maquinaria, con lo que eso significa en el siglo XVIII, dispuesta a hacer de las ideas ilustradas el motor de los pueblos.

¿Y hoy es posible que un libro tenga ese impacto? “No, pero es necesario, sobre todo porque la información nos viene por Internet y redes sociales, que si bien son muy útiles, tienen un problema fundamental: la falta de un filtro discriminador. Entonces, cuando el receptor no es lo bastante culto caen los filtros, todo es igual de válido. Lo que crea un receptor cualificado es el libro”, considera el escritor.

Justamente, una de las instituciones responsables del cultivar el capital cultural de las naciones en el escenario de su libro es la Real Academia Española que “quería hacer un papel activo en el `patriotismo cultural`, un afán para que el mundo fuera mejor a través de los libros”, dice sobre ésta élite de las ideas ante un “pueblo analfabeto, con una falta de educación enorme”.

Miembro de la Real Academia Española desde 2003, donde ocupa la silla T, Pérez-Reverte asegura, que la institución “hoy día no cumple ese papel, es un notario de la lengua, no aconseja, no persigue, no sanciona, no penaliza, sólo cuenta cómo hablamos los hispanohablantes”.

“Académico heterodoxo” -como sentencia su impronta en ese espacio por ser un nexo entre la “Academia y la calle”- este hombre que fue corresponsal de guerra propone en “Hombres buenos” un vaivén entre ficción y realidad, límites difusos que se fusionan y construyen la historia de una época candente para Occidente.

Buscador, cazador, explorador, el escritor español confiesa que en su gran biblioteca -más de 30.000 títulos-deja un espacio vacío que llena con los libros que lee cuando está dando forma a una obra. El interés lo desafía en cada historia, “todo el tiempo descubro cosas nuevas y eso cambia tu corazón, tu cabeza, te hace mejor o peor. En ese sentido soy un escritor vivo, muy feliz”.

Escritor pero sobre todo contador de historias: “No escribo para que cuatro amigos me digan `lo tuyo es de lo más selecto`, no soy de ese mundo. Soy un reportero que vino de la guerra y se puso a escribir novelas, y lo hago para un territorio amplio. No me interesa la academia literaria, no me interesa hacer mejor al lector, me interesa entretenerlo, hacerlo pensar, que camine conmigo y se mueva por los territorios en los que me muevo”.

Milena Heinrich


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