Caperucita y el lobo feroz

Mientras se especula con cambios en el gabinete, el peronismo y la oposición esperan diálogo.

Redacción

Por Redacción

Arnaldo Paganetti arnaldopaganetti@rionegro.com.ar

Volverá más “radicalizada”, dispuesta a “doblar la apuesta”, como deslizó el escritor Juan José Sebreli? ¿O inclinada a dialogar y lograr consensos en los dos años que le restan de mandato constitucional? Estas cuestiones, variantes que tienen en vilo a la mayoría de los argentinos, son parte del misterio insondable que rodea el inminente retorno a sus funciones de la presidenta Cristina Fernández, quien permaneció en estricto reposo durante más de un mes tras la operación de un coágulo craneal. En su ausencia ocurrieron por lo menos tres hechos sobresalientes: comicios legislativos en los que el Frente para la Victoria logró retener por poco la mayoría parlamentaria aunque perdió cuatro millones de votos y tropezó mal en provincia de Buenos Aires, la capital federal, Córdoba, Santa Fe y Mendoza; el fallo de la Corte Suprema de Justicia, convalidando después de cuatro años de pleitos en los tribunales, de la ley de Medios Audiovisuales, un éxito para el gobierno que hizo tabla rasa con el traspié del 27 de octubre; y la adecuación voluntaria a la norma por parte del Grupo Clarín, lo que abrió un paréntesis aliviador de 120 días, sin que se concretaran las peores predicciones apocalípticas. Según las fuentes que hablaron con “Río Negro”, hay algo que no debe ponerse en duda: en el festejo del regreso, Cristina reafirmará su autoridad y no dará ninguna señal de debilidad. “Más que fijarse en lo que pueda decir, hay que concentrarse en lo que hará”, se señaló. Habría que concentrar la atención, en este caso, en dos áreas. Una, es obvio, la económica, donde la presidenta debería laudar (atendiendo a resultados de polémicas medidas) a favor de una línea pro mercado, sostenida entre otros por el vice Amado Boudou, el ministro Hernán Lorenzino y el titular de la Anses, Diego Bossio, o de la que se nutre de rasgos más intervencionistas, impulsada por el vice Axel Kicillof y el secretario de Comercio Guillermo Moreno. La otra franja decisiva será la política. ¿Instruirá o no al jefe de Gabinete o a su eventual reemplazante a hablar con dirigentes del peronismo que militan en el oficialismo, pero que a la vez exigen abrir el debate, como con exponentes de la oposición que no se la pasan agitando “demonios”? Aquí se topará con las aguas procelosas de la interna peronista, donde ya se subieron al ring para competir por la candidatura del 2015 el gobernador Daniel Scioli, quien está dentro del redil, y el intendente de Tigre, Sergio Massa, triunfador en el distrito más poblado del país, el bonaerense, y aspirante a construir una alternativa con los refractarios al kirchnerismo. La lucha se intensificó por la conducción del PJ provincial y el tratamiento del presupuesto del año próximo. Massa descalificó la vuelta a una estructura que “pelea por carguitos” en un edificio que se está derrumbando, según su parecer. El titular del BPBA, Gustavo Marangoni, mano derecha de Scioli, salió a retrucar por “obstruccionista” a Massa. “Hace campaña permanente por la seguridad y las rutas, pero se niega –enrostró– a generar los instrumentos para que eso suceda en la Legislatura… en la previa se mostraba como Caperucita roja y, ahora, en la acción, como el lobo feroz”. Cristina deberá dar señales, ora para facilitar a partir de ahora la carrera de Scioli desde La Plata a la Rosada, ora para solventar el nombre de algún dirigente más afín, como el enterriano Sergio Urribarri, favorito del influyente secretario Legal y Técnico, Carlos Zannini. Éste será un tema de febriles conversaciones. El chaqueño Jorge Capitanich fijó posición afirmando que “no hay candidato natural”. El senador Aníbal Fernández tachó a Massa de ser “representante de Magnetto y la derecha (sic)” y aventuró que habrá por lo menos cuatro competidores. “Nunca hubo unidad en el justicialismo”, sentenció el jefe comunal de Tres de Febrero, Hugo Curto. Y el titular de la bancada del Senado del FpV, Miguel Pichetto, no le sacó bolilla negra al tigrense y apostó a consolidar como delfín a Scioli, igual que “hizo Lula con Dilma Rousseff en Brasil y Hugo Chávez con Nicolás Maduro en Venezuela”. Las restricciones médicas y familiares impuestas a Cristina no podrán evitarle la preocupación por los problemas serios que existen en materia energética y de captación de inversiones externas. Un economista, Roberto Frenkel, reveló que en el 2007 le aconsejó a Boudou, entonces ministro, que su misión primordial debería ser recuperar la credibilidad. La recomendación, que sirvió para ganar con el 54% ese año, mantiene su inalterable vigencia en esta etapa, donde es evidente el hartazgo por el cepo cambiario, la caída de reservas, los controles de precios y la inflación.

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