Una decadencia esperada

Dr. W. Augusto Wayar, DNI 17.423.819

Son los excluidos del sistema o los que estando en el sistema no pueden cubrir sus necesidades básicas. Los que pudieron educarse se están yendo del país y no integran ese 50%; los que no pudieron educarse o recibieron la educación “básica” que damos, quedaron integrados o pronto a integrarse a este porcentaje en aumento.

La antigua ley, la ley federal de educación, la nueva ley, han demostrado su fracaso ante el intento de mejorar la educación. Mayor inclusión, mayor preparación docente, acompañamiento terapéutico, apoyo psicológico, adecuación a los nuevos tiempos, han sido los estándares sostenidos por los nuevos proyectos educativos y el fracaso está a la vista. Cualquiera de nuestros abuelos con educación primaria desafía tranquilamente los conocimientos de nuestros egresados del secundario.

Los nuevos proyectos nos hablan de las nuevas tecnologías aplicadas a la educación, la construcción colectiva de un proyecto institucional, las emociones en las prácticas inclusivas, las estrategias lúdicas en el aprendizaje… ideas pensadas por docentes, psicopedagogos, especialistas, que en algunos casos jamás estuvieron frente a un aula.

Sin embargo, nadie denuncia que el gran problema de la educación es que no se pueden dar clases. No se puede exigir cumplimiento, no hay premios ni castigos, no hay sanciones, no hay respeto por la autoridad. Los alumnos vienen a la escuela a divertirse, a charlar sobre las novedades de Instagram, tik tok, jugar a las cartas y los docentes no tienen herramientas para luchar contra esto.

La escuela se ha transformado en un comedero, en un club; dejó de ser un lugar de responsabilidades y obligaciones. Los alumnos no tienen la conciencia de que asistir a una escuela es el equivalente de los adultos de asistir a sus trabajos, con lo que ello conlleva.

En este contexto, son muchos los docentes que han tirado la toalla y solo van a cumplir.

Mientras los funcionarios queden envueltos en su propia burocracia, realicen proyectos para un mundo irreal, los sindicatos se aferren a sus ideas político partidarias y los docentes sigan sin ser escuchados, desprotegidos, descalificados, la educación seguirá en la decadencia que viene atravesando desde hace muchos años.

Y después nos preguntamos por qué estamos como estamos. Porque tan solo hemos hecho y seguimos haciendo todo lo necesario para ganarnos la decadencia, la pobreza y la desesperanza que estamos viviendo.


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