El 41% de los chicos de escuelas de Bariloche tiene sobrepeso u obesidad

Una investigación de universidades públicas junto con el Hospital Zonal alertó que las familias deben hacer cambios urgente en los hábitos en la alimentación y la actividad física.

Antes de la pandemia por el coronavirus, 1 de cada tres niños padecía obesidad o sobrepeso en Bariloche. Los últimos resultados son aún más pesimistas en tanto dan cuenta de un 41% de niños con esos trastornos del peso. La situación ha empeorado y la tendencia continúa en ascenso.

Esos primeros datos motivaron la conformación de un equipo interdisciplinario que encabezó un trabajo de investigación vinculado a la obesidad y al sobrepeso en niños de escuelas públicas primarias de Bariloche con la intención de cruzar la información con otras variables.

Hasta ahora, estas condiciones se vinculaban a la alimentación, la ingesta calórica y la actividad física.

Los investigadores sacaron el foco de lo cuantitativo (no importa cuántas calorías se ingieren y cuántas se gastan) y los antecedentes familiares para poner el acento en el contexto y factores como la higiene del sueño, el estrés “autopercibido”, la integración social y el uso de pantallas.

“Lo que buscamos es corrernos de lo clásico: el estudio de la alimentación y la actividad física. Hay otros factores que inciden en los niños que viven con obesidad y sobrepeso y hay que actuar en consecuencia”, indicó el pediatra Germán Guaresti, quien es integrante del grupo de investigación y director de la carrera de Medicina de la Universidad Nacional de Río Negro.

Destacó que es el primer estudio de ese tipo que puede ayudar a los médicos en las consultas. Este informe data del 2019, con anterioridad a la pandemia por Covid-19. “Tenemos datos del 2021 que aún no se analizan pero nos marcan una progresión de la curva. No es una sorpresa en tanto confirma lo que los pediatras ven en los consultorios”, afirmó a RIO NEGRO la doctora en Biología, Paola D´Adamo, investigadora del Conicet.

Activos. Hacer ejercicios mejora el ánimo y previene trastornos.

El estudio contempló a 397 chicos de primero y séptimo grado (6 y 7 años y, 12 y 13 años respectivamente) de siete escuelas públicas de Bariloche.

Los niños más grandes respondieron el cuestionario que elaboró el equipo interdisciplinario; en el caso de los más pequeños, sus padres lo hicieron por ellos. Obtenida la base de datos, se procedió al análisis.

Además de información referidas al peso y a la talla, se agregaron cuestiones vinculadas al hábito de sueño, la percepción del estrés de los niños y sus cuidadores y, los vínculos entre compañeros de la escuela.

Según el relevamiento que fue publicado en la revista de la Sociedad Argentina de Pediatría, todos los niños practican educación física en la escuela, “independientemente del estado nutricional”.

“Pero esa actividad disminuye los fines de semana o en las vacaciones, lo que nos marca, de alguna manera, el valor de la escuela. En este caso, no hubo distinción: todos hacían actividad física de calidad en los colegios; no por fuera”, señaló Guaresti.

El informe también evaluó el estrés percibido por adultos cuidadores y el estrés autopercibido por parte de los chicos de séptimo. “En la escuela me pelean mucho “, “ Mi papá/mamá me piden que haga más cosas de las que puedo hacer “, “ Este año estuve enfermo varias veces” son algunos de los planteos que hacían los chicos. Una percepción del estrés alta implica que las demandas son mayores a lo que uno puede afrontar.

Encontramos que los niños con exceso de peso percibían un mayor nivel de estrés en su vida cotidiana. Es un círculo vicioso: a mayor estrés, menos vida social, menos actividad y me cierro más. Todo eso puede repecutir en el estado nutricional”, acotó Guaresti en diálogo con RIO NEGRO.

Cuidado. La buena alimentación empieza desde la primera infancia.

Otro dato llamativo es que los niños con obesidad son más propensos a tener mayor riesgo en trastornos del sueño (duermen mal, se levantan cansados, se despiertan en la noche, tienen pesadillas o se acuestan tarde), lo que evidencia una relación entre una baja calidad de sueño y estados de obesidad.

“La falta de un buen descanso repercute en muchos aspectos. La corta duración o la falta de regularidad en el sueño por la noche puede aumentar el riesgo para la obesidad”, señaló D´Adamo.

La experta mencionó investigaciones recientes que demuestran que algunos trastornos del sueño conducen a enfermedades inflamatorias que agravan el trastorno de la obesidad. Por eso, es importante trabajar en los cambios de hábitos. “Se ha encontrado que la mala calidad de sueño puede incrementar el riesgo de obesidad. Además, las alteraciones del sueño aumentan el estrés crónico y la ansiedad tanto en adultos como en niños, factores que se han asociado a la obesidad”, especificó el trabajo.


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