Lo que le interesa hoy a Macri de Brasil

Panorama nacional

Que la economía de Brasil recupere su dinamismo es la principal preocupación del gobierno en relación a Jair Bolsonaro. El resto, por el momento, son palabras.

Según el Banco Central, Brasil cerrará el 2018 con un crecimiento de alrededor de 1,4 puntos, apenas por encima del de 2017 (1%) y muy por debajo de las expectativas alentadas a principios de año (3%), antes del desconcertante proceso que conducirá a Bolsonaro al Planalto. Antes de eso, en el 2015 y 2017 la economía brasileña había encadenado una retracción de 7%. Pero el estancamiento se remonta al 2011, cuando según los especialistas Brasil agotó su modelo de crecimiento.

La expectativa del gobierno es que la economía brasileña se estabilice, recupere su velocidad de expansión y funcione como una palanca que acelere la salida de la recesión. Aunque también se la vista de palabras, la suerte del proyecto de Macri de construir una nueva hegemonía política en la Argentina está finalmente cifrada en la recuperación de la economía. ¿Esa expectativa sobre Brasil puede cumplirse en el corto plazo con un ministro de Economía como Paulo Guedes? “Creo que sí…”, dice un ministro que conoce muy bien la economía vecina. No arriesga más.

La intención de apertura de Brasil al mundo es otra de las cuestiones que le interesan al gobierno. Macri se había adelantado en eso con su búsqueda de una “inserción inteligente”: Brasil y la Argentina son los principales socios del bloque económico más cerrado del mundo. Brasil recuperará su protagonismo regional y la vía de esa apertura serán seguramente los Estados Unidos, como ha sido tradición desde Getulio Vargas en adelante.

Brasil forjó una relación histórica con Washington, que lo llevó a combatir en la campaña de Italia durante la Segunda Guerra Mundial. El presidente Roosevelt contribuyó a levantar la siderúrgica de Volta Redonda, que iba a proveer de acero a las potencias aliadas en la contienda: la Compañía Siderúrgica Nacional fue además puntal del desarrollo industrial brasileño. El golpe contra el presidente Joao Goulart de 1964 obedeció a un intento de desvío de esa alianza en el contexto de la Guerra Fría. Más de medio siglo más tarde, el vicepresidente electo, general retirado Hamilton Mourao, llamó esta semana a terminar con el “antiamericanismo pueril” en la región. Nada debe sorprender de un alineamiento de los militares brasileños, del excapitán Bolsonaro, con los Estados Unidos. Washington hoy está embarcado en otra guerra, comercial, con China.

Hay otra dimensión en la cuestión brasileña. La explosiva designación del juez Sergio Moro como futuro ministro de Justicia es un desafío lateral para el proceso de regeneración institucional que acompañó el discurso de campaña de Macri. Moro es el juez de la megacausa Lava Jato, quien llevó a la cárcel y sacó de la carrera presidencial a Lula da Silva, hasta entonces favorito en todas las encuestas. Las investigaciones del juez de Curitiba, basadas en el sistema de delación premiada, fueron inspiradoras para las causas de corrupción que tramita la justicia argentina. El expediente de los cuadernos de las coimas es su espejo más claro, aunque no el único.

El salto inesperado de Moro representa un golpe a la construcción de legitimidad de la Justicia brasileña, un poder considerado independiente para los estándares de la región, aunque no necesariamente neutral y con una tradición de alto protagonismo político. La Justicia argentina, por el contrario, tuvo históricamente una fuerte injerencia del poder político que ha minado su independencia. En la última década los jueces argentinos sumaron otra particularidad: fueron la principal garantía de impunidad del sistema de corrupción diseñado desde del poder político. Una pieza de la maquinaria.

Algunas voces del gobierno ven en el caso Moro un mal antecedente en el escenario general de la lucha contra la corrupción. En esos despachos se cuestionó la foto que subió a Twitter el ministro de Justicia Germán Garavano con Moro, acompañada de saludos y congratulaciones. Qué dirá Carrió.

Que la economía de Brasil recupere su dinamismo es la principal preocupación del gobierno en relación a Jair Bolsonaro. El resto, por el momento, son palabras.

La designación del juez Moro como ministro de Justicia es un desafío lateral para el proceso de regeneración institucional que acompañó el discurso original de Macri.

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Datos

Que la economía de Brasil recupere su dinamismo es la principal preocupación del gobierno en relación a Jair Bolsonaro. El resto, por el momento, son palabras.
La designación del juez Moro como ministro de Justicia es un desafío lateral para el proceso de regeneración institucional que acompañó el discurso original de Macri.

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