Cómo fue el asesinato de Parlanti, según la confesión de Zapata

Río Negro

“El disparo se escuchó fuerte, se escuchó como un golpe en una chapa, por eso pensé que le había pegado en la chapa del coche”, dijo José Antonio Zapata cuando confesó en el juicio haber asaltado y baleado al odontólogo Héctor Parlanti. La declaración del “criminal de las rutas” está transcripta en la sentencia de los jueces de la Cámara Criminal de Cipolletti que el jueves lo condenaron a la pena de prisión perpetua como autor del delito de homicidio criminis causa. Zapata habló todo el tiempo en plural, asegurando que contó con su sobrino adolescente como cómplice. Sin embargo el tribunal no encontró pruebas objetivas y absolvió al joven. De la sentencia surge que Zapata, de 37 años, es padre de dos menores de edad y que está cursando el cuarto grado de la primaria en la cárcel de Senillosa. Cuando confesó en la audiencia dijo que esa noche, apenas oscureció, llevaron tres planchuelas con puntas de hierro y las pusieron sobre la Ruta 70 “para enganchar algún vehículo”. Luego se instalaron a unos 100 metros del asfalto, desde donde quedaron observando con binoculares a sus potenciales víctimas. El primero en “pinchar” fue un camión recolector de basura de Cinco Saltos y enseguida “enganchó” Parlanti con su Fiat Idea Aventure. Zapata relató que vio a los hombres del camión hablar con el odontólogo y después alejarse. Cuando Parlanti quedó solo Zapata le rompió una ventanilla con una piedra y, según dijo, “metió el revólver por el hueco del vidrio para que vea que estaba armado y meterle miedo”. Actuó con guantes y capucha, admitió. Y cuando vio brotar la sangre el delincuente sostuvo que “agarró el teléfono para llamar al hospital pero no se animó” y que entonces él y su cómplice “sacaron todas las cosas que tenían que sacar del auto” y se alejaron en la moto por la zona de bardas. El botín del robo fueron un teléfono celular, dos tablas de comer asado y un cuchillo, entre otros objetos de menor valor. “Cuando llegamos a la casa quemamos todo”, dijo, menos el celular. También se deshizo del arma de fuego. Zapata “cayó” cuando poco después del crimen le colocó el chip de su teléfono al celular del odontólogo sin saber que el equipo estaba siendo monitoreado por la Policía. “El revólver (un calibre 32 largo) andaba muy bien porque estaba aceitado. Cualquier golpe que tenga el arma, se va a disparar. La 32 es un arma celosa”, explicó el criminal cuando alegó que el disparo fue “accidental”. Del fallo surge también que el sobrino de Zapata, de 20 años y padre de un hijo de 5, permanece bajo tratamiento tutelar en la Unidad de Promoción Familiar de Roca y que, con informes positivos, está cursando el primer año del secundario. (Redacción Central)


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