Crecer, ese dilema

Por HUGO ALONSO

halonso@rionegro.com.ar

Más temprano que tarde, Roca deberá someter nuevamente a debate sus pretensiones de crecimiento a partir del desarrollo urbanístico.

Será una escala inevitable en la marcha hacia un futuro más estable que el presente, donde las nuevas inversiones inmobiliarias todavía tambalean en las arenas movedizas del Plan Director sancionado por la anterior gestión del municipio.

Roca padece hoy un serio inconveniente: no hay más tierras fiscales en la zona urbana para satisfacer las expectativas de quienes pretenden colocar su capital sobre el suelo de la ciudad.

Y no es tan sencillo resolver el dilema avanzando sobre la periferia, porque las restricciones impuestas por el PDR acotaron en buena medida las chances de expandir el tejido hacia los cuatro puntos cardinales.

Dos ejemplos concretos echan más luz sobre la magnitud del enigma a resolver: la ubicación de los planes de viviendas financiados por Nación y los efectos del ensanchamiento de la ruta 22.

Resulta paradójico, pero la solución para decenas de familias que hoy no tienen casa propia significará la suma de no pocos problemas para el municipio roquense.

Con la zona del aeropuerto (oeste) ocupada en gran parte y las barreras físicas aún no derribadas al norte, la habilitación de proyectos de viviendas se está orientando hacia el este, en cercanías del Parque Industrial. Así lo explican técnicos de la comuna, recalcando que las construcciones se realizarán sobre inmuebles privados.

Ahora bien, ¿es posible una vida digna en un lugar que no tiene todos los servicios públicos, no cuenta con pasos cercanos sobre el canal principal y compartirá carencias ya sufridas en la zona, como la de un centro de salud bien equipado?

El análisis no puede dejar de lado la convivencia con el Parque Industrial. Un sector que hoy está desactivado, pero que mañana -inversión pública mediante- puede nutrirse de empresas con actividades incompatibles con la vida cotidiana de un barrio residencial.

Por lo pronto, el municipio tiene planeada la ejecución de un cordón forestal que divida claramente ambos sectores, pero aún no hay garantías de que signifique una barrera efectiva y perdurable.

No es un tema menor y como ejemplo está el presente del barrio Villa Industrial.

Los vecinos se quejan por la actividad de las empresas radicadas allí -un corralón que tiene todas las habilitaciones legales es el más criticado- sin detenerse a pensar que las fábricas no rodearon a las casas sino que fue a la inversa (el nombre del barrio ya debería dar por agotada la discusión).

En tanto, la ampliación de la ruta 22 será el disparador de otro ineludible gran debate para los roquenses.

El proyecto de Viarse terminó de ser pulido esta semana. La licitación se anuncia para octubre o noviembre.

Sin embargo, en las oficinas de Obras Públicas de la comuna ya existieron numerosas consultas informales de personas radicadas y con trabajo en Neuquén, dispuestas a dejar atrás la vorágine de la capital provincial para instalarse con su familia en Roca, alejados del ruido y la inseguridad.

No les importa que haya 50 kilómetros de distancia entre su casa y el trabajo. Con una ruta de cuatro vías, el trayecto lo completarían en unos pocos minutos.

Pero un denominador común tienen todos esos proyectos de cambio: vivir cerca de la ruta, en la zona de Paso Córdoba o sobre la avenida Viterbori. Y en Roca la construcción de viviendas al sur de la ruta 22 está hoy totalmente prohibida.

Las opciones no son muchas. Mantener las rígidas restricciones impuestas bajo la bandera de la salvaguarda a la producción frutihortícola o revisar las normas vigentes para evitar que esos inversores posen sus ojos sobre localidades vecinas y se lleven consigo los beneficios derivados del consumo y uso de los servicios en Roca.

La decisión final seguramente dejará satisfacción en unos y amargura en otros, pero aun esa certeza mal le haría a la ciudad no sentarse a discutir hacia qué punto se fija el rumbo.


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