Cuando te pica el bichito…
“Me sale el humor aunque no quiera”, cuenta la impulsora del grupo Araca La Barda.
Lala Vega es actriz, docente y directora de teatro. Y es todo eso porque un día le “picó el bichito” de la actuación y “cuando te pica el bichito ya no querés hacer otra cosa”, advierte. Lala no es neuquina de nacimiento, pero sí por adopción. Llegó desde Merlo hacia Plaza Huincul a los 13 años, con un padre que, de piloto de avión, pasó a ypefiano en pleno auge de la estatal, y que por un nuevo traslado continuó en Mendoza. “Pero siempre quedamos prendados de Neuquén”, dice esta actriz de 48 años que hoy integra y dirige el elenco de Araca La Barda Teatro, nombre que, según la explicación que arriesga Lala se traduciría del lunfardo como ¡guarda la barda! Un juego de palabras con tintes de plena neuquinidad. En Mendoza, Lala estudió Trabajo Social y participó activamente en un coro de música popular latinoamericana. Ese torbellino también la llevó a incursionar en la actuación en el teatro El Taller y fue un camino de ida. “Cada vez fue ganando más espacio el teatro y menos la facultad. Me instalé en el teatro, no me sacaron más”, cuenta entre risas. “Me daban tareas, barrer, hacer taquilla. Vi tanto las obras de ese elenco que cuando el flaco (el director, Ernesto Suárez) vino a dirigir, ya me sabía las letras”. Su llegada a Neuquén capital fue un poco impulsada por ese prendamiento inicial y porque sus amigos y conocidos de Plaza Huincul ya se habían ido mudando a esta ciudad. “Cada vez venía más seguido, siempre quise volver. Me vine, empecé a trabajar, me instalé y lo adopté como lugar”, define. “Inmediatamente traté de conocer la actividad artística de la ciudad, porque yo sabía que lo que quería hacer era teatro”, cuenta Lala, quien advierte también que esa integración con los círculos ya conformados en Neuquén no fue fácil, aunque el panorama igual era “especial y nutrido porque la ciudad todavía transitaba el retorno de la democracia”. Su primera experiencia fue el ingreso a la municipalidad como tallerista, trabajo que aún conserva y coordina con la actuación con el elenco de Araca, que se conformó en el 90, y la docencia. Su propuesta y la de Araca abordan el humor en todos sus espectáculos como una estrategia para acercar al público no habituado al teatro. “Ese público atormentado, que piensa que la responsabilidad de que no le guste una obra es de él, era al que queríamos apuntar, basados en la convicción de que el teatro es comunicación”, explica la actriz. Su personalidad toda es coherente con esa idea, como su risa, que contagia fácil: “A mí me sale el humor aunque no quiera”.
Lala Vega, 48 años. Tiene dos hijos varones, de 9 y 16 años. Vive en Neuquén desde los 23.
Lala Vega es actriz, docente y directora de teatro. Y es todo eso porque un día le “picó el bichito” de la actuación y “cuando te pica el bichito ya no querés hacer otra cosa”, advierte. Lala no es neuquina de nacimiento, pero sí por adopción. Llegó desde Merlo hacia Plaza Huincul a los 13 años, con un padre que, de piloto de avión, pasó a ypefiano en pleno auge de la estatal, y que por un nuevo traslado continuó en Mendoza. “Pero siempre quedamos prendados de Neuquén”, dice esta actriz de 48 años que hoy integra y dirige el elenco de Araca La Barda Teatro, nombre que, según la explicación que arriesga Lala se traduciría del lunfardo como ¡guarda la barda! Un juego de palabras con tintes de plena neuquinidad. En Mendoza, Lala estudió Trabajo Social y participó activamente en un coro de música popular latinoamericana. Ese torbellino también la llevó a incursionar en la actuación en el teatro El Taller y fue un camino de ida. “Cada vez fue ganando más espacio el teatro y menos la facultad. Me instalé en el teatro, no me sacaron más”, cuenta entre risas. “Me daban tareas, barrer, hacer taquilla. Vi tanto las obras de ese elenco que cuando el flaco (el director, Ernesto Suárez) vino a dirigir, ya me sabía las letras”. Su llegada a Neuquén capital fue un poco impulsada por ese prendamiento inicial y porque sus amigos y conocidos de Plaza Huincul ya se habían ido mudando a esta ciudad. “Cada vez venía más seguido, siempre quise volver. Me vine, empecé a trabajar, me instalé y lo adopté como lugar”, define. “Inmediatamente traté de conocer la actividad artística de la ciudad, porque yo sabía que lo que quería hacer era teatro”, cuenta Lala, quien advierte también que esa integración con los círculos ya conformados en Neuquén no fue fácil, aunque el panorama igual era “especial y nutrido porque la ciudad todavía transitaba el retorno de la democracia”. Su primera experiencia fue el ingreso a la municipalidad como tallerista, trabajo que aún conserva y coordina con la actuación con el elenco de Araca, que se conformó en el 90, y la docencia. Su propuesta y la de Araca abordan el humor en todos sus espectáculos como una estrategia para acercar al público no habituado al teatro. “Ese público atormentado, que piensa que la responsabilidad de que no le guste una obra es de él, era al que queríamos apuntar, basados en la convicción de que el teatro es comunicación”, explica la actriz. Su personalidad toda es coherente con esa idea, como su risa, que contagia fácil: “A mí me sale el humor aunque no quiera”.
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