El telo de Allen, inspiración literaria

La neuquina Florencia Werchowsky escribió un libro que tiene mucho de color local: “El telo de papá”, basado en su propia historia vivida en Allen. De eso habló con “Río Negro” .

Una niña que sabe pero no sabe. Las mil historias que se cruzan en ese mundo secreto que atesoran las habitaciones del telo forman parte de su cotidianidad. Es que el Cu–Cú, el hotel alojamiento de Allen, es el sustento de su familia. Y esa niña, que luego fue adolescente y más tarde, adulta, siempre intuyó que contaría, alguna vez, la historia del telo de su papá.

¿Realidad o ficción? Realmente, ¿importa? Para la neuquina Florencia Werchowsky (ver aparte), quien cursó la escuela primaria en Allen en los 80, más que un texto autobiográfico, significa un “accidente y no un objetivo” incorporar en su novela pinceladas de lo que percibió aquella niña que fue.

Aquí, la autora cuenta a “Río Negro” algo de la historia que narra en “El telo de papá” (Reservoir Books, con una tirada inicial de 3.000 ejemplares).

–¿Cómo nace la historia de este libro?

–“El telo de papá” es una novela, es ficción. Lo único real es el contexto: siempre fui la hija del dueño del telo del pueblo. A partir de ahí, de esa realidad que me posicionó desde chica en un lugar excepcional, de vidriera social, me fui convirtiendo en narradora. Primero, oral: usé las historias del telo para llamar la atención en eventos, hacer nuevos amigos y no aburrirme en reuniones de adultos que hablaban sobre programas de televisión o noticias rancias. “Mi papá tiene un telo”, es mi as bajo la manga. Y después me animé a escribirlas.

La idea de esta historia estuvo siempre presente y se convirtió en un plan hace dos años, cuando decidí darle una chance a la ficción. Fui a Random House Mondadori, le conté el proyecto a Marcelo Panozzo, mi editor, y me debe haber visto muy entusiasmada o muy convencida, porque me dijo que sí sin que yo tuviese mucho más que unas páginas bocetadas, una ridícula línea de tiempo hecha con lápiz y un título fuerte.

–¿Cuánto hay de ficción y cuánto de autobiográfico?

–No sé bien cómo es eso. Nunca pensé en escribir mi biografía: la idea siempre fue contar la historia del telo de mi papá y casualmente yo estoy ahí, pero es un accidente, no un objetivo. Estoy ahí para contar lo que se vivió, lo que todavía se vive, pero no es mi historia.

– En todo caso, ¿cómo fue para esta niña crecer en una atmósfera donde el amor, el secreto y el sexo se cruzan permanentemente? Sobre todo, la forma en la que se percibe lo “no dicho”…

–Había dos vidas: la de mi casa y la que vivía afuera, en la escuela, con otros chicos, con otros adultos. Mis papás siempre fueron muy respetuosos con el negocio que nos daba de comer, pero también muy relajados y comunicativos conmigo. Adentro estábamos cómodos, lo no dicho era parte de nuestra cotidianidad, basada estrictamente en lo profesional. Los conflictos, las suspicacias, los tabúes siempre estuvieron afuera: eran los demás los que tenían prejuicios o se ponían tensos con el tema.

–De todas las historias que (imagino) pueden cruzarse en el libro, ¿cuál te resulta especialmente conmovedora?

–Le tengo mucho cariño a la versión fantasiosa del romance entre mis papás.

–Te ofrecieron hacer la película y alguien te preguntó qué actriz imaginás como protagonista…

–¡Me ofrecieron! Recién es apenas una intención. Entiendo que estos procedimientos llevan años, así que tengo que armarme de paciencia. Me sorprendió la pregunta de la actriz: nunca lo había pensado, aunque sí venía imaginándome que (Ricardo) Darín podía hacer de mi papá.

Creo que esta historia tiene muchísimo potencial visual: los paisajes patagónicos, la artificialidad y los colores de las habitaciones, la recreación de las diferentes décadas…

–Esta zona creció en las últimas dos décadas y hay varios telos. ¿Imaginás las diferencias entre los telos de la actualidad con el de tu papá?

–Sin tener idea ni ser una experta en la materia, me parece que el uso es el mismo, porque los motivos para ir a un telo siguen siendo los mismos. Sé que cambian algunas reglas dependiendo de las jurisdicciones –el número de personas permitido en una habitación, por ejemplo– pero el formato y las modalidades se mantienen.

La joven “experiodista” y ahora escritora.


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