De bienvenidos a fugitivos: la dramática semana de una familia viajera chilena

Gino, Tefi y sus dos pequeños hijos pasaron hermosos meses recorriendo la Argentina. Pero la fiesta se convirtió en pesadilla en los últimos días: los "invitaron a irse" de San Miguel del Monte, fueron expulsados de Gualeguaychú, les rociaron desinfectante en una estación de servicio y les prohibieron el ingreso a otros pueblos. Solo la solidaridad de quienes se enteraron por las redes y les dieron un refugio en el campo los sacó de ese viaje hacia ningún lugar. "Estamos escondidos como si fuéramos prófugos", dicen desde allí.

Una pareja chilena y sus dos pequeños hijos llevaban meses con inolvidables experiencias recorriendo la Argentina, pero los últimos días se convirtieron en un infierno: los echaron de San Miguel del Monte y Gualeguaychú, los rociaron con desinfectante en una estación de servicio, los denunciaron al ver la patente extranjera, los escoltaron en la ruta rodeados de policías en motos y camionetas y no los dejaron entrar en los pueblos entrerrianos siguientes. Publicaron lo que les pasaba en las redes (los encontrás como Kombi Familia sobre ruedas), se corrió la voz y hallaron refugio en un campo donde los invitaron a quedarse al conocer su historia. Ahora, prefieren no dar a conocer la ubicación por temor a que vuelvan a expulsarlos y taparon la patente para evitar nuevas denuncias. No saben cómo seguirán. “No podemos teletransportarnos para volver a Chile”, explican.

En El Calafate durante los días felices del viaje. Fotos: Kombi familia sobre ruedas.

Lo que era una fiesta se transformó en una pesadilla. De lo mecánicos gauchos que hacían milagros para arreglar la kombi Safari 81, de aquel gesto del chico que les regaló un cigüeñal en Ushuaia, de los mates, los asados, las casas de puertas abiertas, los abrazos en el camino y las promesas de volver a verse aquí y allá, todo cambió de repente para Gino, Tefi y los pequeños Filippo (8 años) y Giuseppe (dos y medio). Habían partido meses atrás desde Chile con su plan de recorrer el continente, como tantos otros viajeros a los que la cuarentena los sorprendió en la ruta.

En el volcán Villarrica durante la travesía. Fotos: Kombi familia sobre ruedas.

En su caso, luego de subir desde Tierra del Fuego hasta Neuquén, en Junín de los Andes cruzaron la frontera para resolver trámites y volvieron el 12 de febrero. Después de pasar por Zapala, giraron al este rumbo al Atlántico y las playas de Pehuen Co ya en Buenos Aires. El lunes 16, en Azul, notaron que el clima social empezaba a cambiar luego del mensaje presidencial del domingo 15.

Ese lunes decidieron poner rumbo a Uruguay, intuyendo lo que venía, buscando aires más amistosos para la cuarentena. Aún creían que estaban las fronteras abiertas y siguieron hasta San Miguel del Monte, provincia de Buenos Aires. “Ahí notamos falta de mercaderías y la gente ya nos miraba extraño por nuestro acento. Ese día, el miércoles 18, llegó el encargado de una estación de servicio YPF a corrernos. Pero como íbamos saliendo no pasó a mayores”, recuerda Gino. Ese mismo día llegaron a Gualechuaychú (Entre Ríos). Hicieron noche sin problemas en el predio de una estación de servicio.

Captura de video en el puesto de control.

A la mañana siguiente, jueves 19, comenzó la pesadilla. Quisieron comprar alimentos en la estación y no solo no les vendieron sino que los rociaron con un spray sin saber qué era. Apareció el dueño o alguien que mandaba ahí. “Nos trató de una manera muy grosera y prepotente. No le importó nada, ni los niños. Me dijo que iba a llamar a la policía y le dije que lo hiciera, porque en esos términos no podíamos mantener una conversación civilizada. Ya lo de ese spray que suponemos era algún desinfectante había sido una situación muy humillante por decir algo leve. Vino la policía pero nos engañó, nos dijo que nos iban a enviar a un puesto de control donde nos iban a chequear si teníamos algún tipo de síntomas o algo y posterior a eso Gendarmería nos iba a indicar dónde nos podríamos quedar tranquilamente con la kombi y la familia”.

La discusión con efectivos policiales, cuando los echaron de la estación de servicio en Gualeguaychú. Ahí los rociaron con desinfectante.

Antes de salir, las disculpas del encargado de la playa en la estación. «Te deseo la mejor de las suertes, no están haciendo nada malo», le dijo. “Llegamos al control y era todo mentira. La policía nos dejó y arrancaron. Gendarmería nos paró y fueron muy muy hostiles, como los de Tránsito, a excepción de dos que fueron muy humanos, que vieron la situación, los niños… A esa altura yo ya estaba muy enojado y empezaba a perder el control y les dije esto: ‘Simplemente no me voy a mover de acá, no tengo nafta, no puedo seguir avanzando, no puedo quedarme en el medio de la nada con mi familia. Al menos llama a tu jefe o a quien tengas que llamar y que nos lleven a una estación de servicio donde podamos cargar, ya que tampoco nos atienden’. Hicieron llamadas y accedieron a eso. Nos llevaron a la estación de servicio”.

El puesto de control de Gualeguaychú visto desde la kombi. «Nos llevaron engañados diciéndonos que nos derivarían a un lugar seguro», dice Gino.

Todo se complicó. “No pasaron dos minutos y llegaron dos policías en moto, la gente nos empezó a denunciar simplemente porque teníamos una patente chilena. La psicosis pasó a más porque a los cinco minutos llegó una patrulla por una nueva denuncia, después una camioneta y así sucesivamente».

Las motos policiales que llegaron cuando cargaban nafta.

«Para hacer corto el cuento nos sacaron de la ciudad una vez que cargamos escoltados con moto adelante, moto atrás, patrullas y todo eso como van los presidentes o los grandes delincuentes y nos expulsaron del área de Gualeguaychú”, continúa.

La caravana donde los escoltan. Adelante iba una camioneta Ford gris de tránsito, la moto, otra moto atrás y dos patrullas, describió Gino.

-¿Y ahora a dónde? –les preguntó Gino.

Problema de ustedes, en la ruta tampoco pueden estar –respondió uno de los uniformados. “Casi con mofa, como diciendo los mandamos para allá y es problema del que los agarre”, explica Gino.  

Lo que siguió fue avanzar hacia el norte a toda la velocidad que permite la kombi (70 km/h) mientras dejaban mensajes en el consulado chileno sin que tuvieran respuestas, tratando de eludir los controles, la cabeza a mil pensando qué hacer. “Una locura, como si hubiéramos robado algo”.

La comunidad viajera había replicado la historia que publicaron en Instagram, la voz se corrió y los demonios dejaron paso a los ángeles en el camino. “Unos chicos que se enteraron por las redes nos invitaron a su campo. No sabes lo que es esto para nosotros. Un oasis. Los chicos están tranquilos acá. Y nosotros también. Decir que se portaron de 10 es poco”, dice Gino y su tono emocionado viaja por WhattsApp.

En Azul el lunes 16, cuando el clima social empezó a cambiar.

¿Cómo seguir? Es una pregunta que no tiene respuesta todavía. “Es bien complejo. No estamos cerca de nuestra frontera, no podemos atravesar rápidamente 1600 km en nuestra kombi. Estamos en una situación bien complicada. Más que por nosotros por lo social: lo que nos pasó yo no  puedo permitir se repita, que los niños vean otra vez algo así”, dice Gino.

Y aclara enseguida: “No tenemos nada contra nadie ni queremos herir susceptibilidades. Entendemos que es una situación fuera de lo normal. Pero creemos que las autoridades podrían tener un poco más de conciencia. O al menos un plan de acción para la gente que está como nosotros en situación de paso. No podemos teletransportarnos a la frontera. Quisiéramos, pero no podemos. Ahora estamos escondidos como fugitivos”, dice. Luego de que el caso estallara en las redes, recién ayer se contactaron desde la embajada chilena. “Pero tampoco nos dan solución, sólo algo de apoyo en caso de que vuelva la policía o gendarmería a corrernos, nos dicen que tenemos apoyo diplomático y que no nos pueden hacer nada sin antes llamar al consulado o embajada, eso nos deja un poco más tranquilos, pero no conformes”, agrega.

El lunes 16 en Azul, cuando empredieron el viaje a San Miguel del Monte.

“Pasamos de una Argentina a otra en dos días –afirma Gino-. De una maravilla a una pesadilla. Quisiéramos que esto no le pase a nadie más en ningún lado. Que haya un poco más de humanidad. Porque somos muchos los viajeros a los que el coronavirus y la cuarentena los sorprendió después de varios meses de viaje. Es decir que tenemos el mismo factor de riesgo que los residentes, no es que andamos transportando el bicho”.

Después se despide para ir a almorzar con la familia y esos nuevos y generosos, mientras se escuchan las voces de los chicos que juegan en este sábado soleado. Algo parecido al paraíso después de una excursión al infierno.

Acá podés ver el video que subieron el lunes 23: «Un llamado a la empatía»


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