De Neuquén al Caribe en bici: las aventuras de Ona, la perra viajera

Historias para leer en casa. Antonella y Renzo son de Plottier y la llevaron a su viaje de dos años en bici. De regreso a la Argentina en los primeros días de febrero, cuentan aquí su espectacular experiencia desde La Plata, donde pararon por la cuarentena.

¿Te acordás de la historia de Antonella y Renzo? Unieron en bicicleta Neuquén y Cartagena de Indias, en el caribe colombiano, tras 10 meses y más de 10.000 km con una invitada especial que les alegró la travesía: su perra Ona, que viajó en un canasto que le adaptaron.

El cruce por Paysandú. Ona viajó en este canasto detrás de Renzo. Foto: Ciclovoladores

A veces, cuando no había riesgos, él la bajaba para que trotara un rato en un parque nacional en Ecuador, una playa en Perú, un salar en Bolivia, un desierto en Colombia, donde fuera.

Con Renzo en el desierto de Tatacoa, Colombia. Foto: Ciclovoladores

Pese a que tener toda la documentación en regla en cada frontera fue un tema, están felices de la decisión de llevarla que tomaron hace dos años, cuando comenzó la aventura: dejaron sus trabajos (ella en la librería Jenny en el Alto Comahue en Neuquén, él en una usina de generación eléctrica en Centenario) y pedalearon hacia su sueño con Ona a bordo. Nacía Ciclovoladores, como los encontrás en las redes: publican maravillas como este video que muestra una mañana en sus vidas sobre ruedas.

Ona corriendo libre por el Valle Sagrado, Perú. Foto: Ciclovoladores

Esta historia de amor a primera vista que llegó tan lejos comenzó hace cuatro años, cuando Alu y Seba los invitaron a su casa en Plottier: Magui había tenido 10 cachorros y querían regalarles uno.

Etapa uruguaya para Ona y Anto. Foto: Ciclovoladores

Y aquella morochita inquieta y tierna se escapaba para tirarse a sus pies mientras tomaban mate cada vez que encontraba una oportunidad. No hubo dudas: era ella la elegida. De mamá Golden y papá sin papeles, salió esta mestiza encantadora que les robó el corazón.

Ona en el desierto de la Tatacoa, cubierta con un pareo por las altas temperaturas. Foto: Ciclovoladores

“Fue genial que viniera”, dice Renzo Scattone. Tampoco hay dudas ahora, mientras cuentan la historia desde un celular en altavoz desde la casa de un hermanoamigo en La Plata, donde buscaron refugio para pasar la cuarentena y filmaron Dancing in the Moonlight, la primera de las Canciones en el bunker, un hermoso video para ponerle onda a estos días de guardarse.

Después de un año trabajando en Playa del Carmen, la meca de los argentinos que eligen México (ella como diseñadora de vestuario en una productora, él buscándole la vuelta a esos extraños cortes para dejar contenta a la clientela argentina en una parrilla) volaron desde el Distrito Federal a Montevideo y volvieron a pedalear a comienzos de febrero.

El regreso al país en los primeros días de febrero. Foto: Ciclovoladores

Se deslumbraron con Uruguay: 450 km bastaron para conocer la sencillez y bondad de su gente, la belleza de sus paisajes y la invasión de la soja en sus campos.

Ona posando como una experta, en una tranquera de campo, camino a La Plata, Buenos Aires.

Pocos días después cruzaron por Paysandú (se puede en bici), atravesaron Entre Ríos (Renzo nació en Concepción del Uruguay y a los 8 se fue a vivir con su familia a Neuquén) y llegaron a Rosario, donde él festejó sus 29 años con gente tan buena onda que les hizo sentir que estaban otra vez en casa. De ahí fueron a la capital bonaerense, donde pasan estos días de cuarentena.

Cuando advertían que no había riesgos la bajaban para que trotara. Foto: Ciclovoladores

“Ona hizo todo mucho más entretenido y divertido”, cuenta Renzo. “Y nos abrió puertas, porque es una conquistadora de corazones”, agrega Anto Santarelli.

El regreso: Anto y Ona en la rutas uruguayas. » Este rápido pero intenso viaje por Uruguay nos bastó para conocer la sencillez, la bondad y la buena onda de la gente». Foto: Ciclovoladores.

Pese a que habían visto videos de un entrenador de perros en Youtube, no les hizo falta enseñarle nada: bastó que él dijera arriba para que se subiera a la bici.

Salar de Uyumi, Bolivia. Foto: Ciclovoladores.

Abajo, vamos, sentate y echate son las otras palabras que maneja. Y si cuando partieron desde Zapala dijeron que si no se adaptaban volvían y la dejaban, no fue necesario: “Hizo todo para venir”, dice Anto.

Ona y Renzo en Entre Ríos. Foto: Ciclovoladores.

Corrió llamas sin poder alcanzarlas en la puna argentina y volvía con una cara de derrota que les daba entre ternura y gracia, pisó la nieve extrañada cuando la conoció en Bolivia (fue en Copacabana, donde no nevaba hace 20 años), salió rajando del mar en Perú cuando se le vino la primera ola encima, durmió en la carpa a los pies con el calor y en el medio con el frío, comió arroz y fideos con ellos y alimento balanceado, tuvo su propia botella de agua en la bici y mantuvo la calma en la adversidad.

Olfateando la comida. Otra vez fideos. Mmmm…

“En Perú bajamos de las montañas en un valle, encontramos un río, acampamos a la orilla y nos bañamos los tres. Había muchos cactus, uno al lado del otro y armamos la carpa en un pequeño descampado. Al otro día estábamos desayunando y en un segundo desapareció. Enseguida asomó el hocico entre mi brazo y el de Ren como pidiendo ayuda. ¡Estaba llena de pinches!»

Ona olfateando el aire puro de las montañas, Ruta Trampolín de la Muerte, Colombia. Foto: Ciclovoladores

«Con una pinzita de depilar le  sacamos los que pudimos, pero no todos. La llevamos al pueblo a la veterinaria: le quedaba uno en la lengua que parecía un piercing! Se le había partido, Ren le abrió la boca, yo la tuve y la doctora se la sacó con una pinza grandota. Nunca lloró ni se quejó. Es muy tranquila. Esa fue una de las macanas que se mandó por curiosa, por ir a investigar”, cuenta Anto entre risas y agrega que en Ecuador también tuvieron que ir a la veterinaria: una bacteria la tuvo en Montañita con un tratamiento de 25 días entre jarabe, pastillas y vitaminas inyectables.

Catamarca. Ona posa delante de las travel roads, un mix entre las mountain bike y las ruteras. Foto: Ciclovoladores

Se recuperó y el viaje continuó. Volvió entonces al rito de marcar el territorio alrededor de la carpa y meter el ladrido justo si escuchaba algún ruido sospechoso.

En cada lugar donde acamparon marcó territorio y los hizo sentir más seguros porque siempre estuvo atenta a lo que pasaba y metió ladridos cuando hizo falta. Foto: Ciclovoladores

No se peleó con ningún perro sino que buscó jugar y también aprendió, después de tres incursiones, que no estaba permitido comer el alimento de los perros de los anfitriones cuando los invitaban a alguna casa.

Si Renzo y Anto recuperaron la sensación de libertad al volver a las bicis en Uruguay, Ona también se puso contenta. “Se ve que extrañaba, estaba feliz”, cuentan desde La Plata mientras esperan que la pandemia pase para regresar a las rutas.

Salieron el viernes 6 de abril del 2018, desde la ciudad de Zapala, Neuquén. Desde ahí llegaron hasta Cartagena de Indias, Colombia, a principios de febrero del 2019. Atravesaron cinco países hasta llegar al Caribe: Argentina, Bolivia, Perú, Ecuador y Colombia. Recorrieron hasta allí un poco más de 10 mil kilómetros. El máximo en un día: 140 km. El mínimo, 20 km. La velocidad promedio fue de entre 15 y 20 km/h, con una máxima de 75 km/h en bajada y 5 km/h en subida. La temperatura más baja fue en Salta, antes de llegar a Cafayate: -20 C°. La temperatura máxima fue en Colombia: 40 C°.

Luego estuvieron alrededor de un año en Playa del Carmen (llegaron por avión a México) y desde allí también volaron a Montevideo en febrero del 2020, para luego regresar a la Argentina.

No te pierdas el espectacular video que hicieron para contar el primer año de viaje. Los encontrás en las redes como Cicloviajeros


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