“De repente abrieron la barrera y todo el mundo empezó a correr. Yo también”

Yannick Pasquet/AFP


Los alemanes del Este recuerdan con sabor agridulce la jornada. Las promesas de bienestar en algunos casos no llegaron.


Alemanes del este sorprenden a los guardias húngaros y huyen a Occidente.

De la euforia provocada por la caída del Muro de Berlín, el 9 de noviembre de 1989, a las dificultades económicas que le siguieron, alemanes del este cuentan cómo lo vivieron y cómo cambiaron sus vidas, tres décadas después.

• Andreas Falge: “¡Y de repente abrieron la barrera! Todo el mundo empezó a correr. Y yo también”. La noche del 9 de noviembre de 1989, Andreas Falge fue uno de los primeros berlineses del este en cruzar al oeste. Testigo atónito, arrastrado por el torbellino de la historia, Falge cuenta con una desfachatez muy berlinesa la apertura del primer puesto fronterizo por parte de soldados de Alemania Oriental desbordados por la multitud, que rugía: “¡Abran la puerta!”.

“No tenía la menor idea de si la frontera ya estaba abierta o no. ¡Vamos, no me importa! Tomé mi chaqueta de cuero, mis papeles, 100 marcos alemanes y un mapa” de Berlín-Oeste. “¡Y de repente abrieron la barrera! Todo el mundo empezó a correr. Y yo también”.

Un policía alemán occidental ayuda a cruzar a un guardia de Alemania del este.

• Thomas Wendt, 67 años creció a unos centenares de metros del Muro de Berlín, levantado cuando él tenía 9 años. La noche del 9 de noviembre de 1989 fue directo al puesto fronterizo más cercano. “¡Era una locura!”, recuerda. Pasó al oeste “tan solo unos minutos después de que los guardias levantaran la barrera”.

Del otro lado “caí en brazos de todos los que querían abrazarme. ¡Perfectos desconocidos!”, cuenta emocionado. “¡Fue el momento más importante de mi vida!”, explica este experiodista de Alemania del este. El oeste “era un mundo agradable y fácil donde todo brilla”. Pero las complicaciones no tardaron en llegar. Acabó desocupado porque los periódicos del este fueron cerrando y terminó trabajando para una política socialdemócrata. “Tres cuartas partes de los alemanes del este perdieron su empleo o tuvieron que cambiar” de profesión , dice.

• Stefan Newie, 37 años, solo tenía 7 años cuando el muro fue derribado, un acontecimiento que casi pasó inadvertido en su casa. “Mis padres no vieron la televisión esa noche y se perdieron la caída del muro”, dice, sonriendo, este editor de televisión. Se enteró al día siguiente, en la escuela. “La clase estaba medio vacía y la maestra preguntó: ‘¿Dónde están los alumnos?’. Uno de mis compañeros respondió: ‘¡Se fueron todos al oeste!’”. Ese mismo día visitó, con sus padres, por primera vez, Berlín occidental. ¿Lo que más recuerda?: “los colores” de la ciudad. Y también un supermercado repleto de cosas. “Adentro olía bien, a café recién molido. En las tiendas estatales de la RDA no estábamos acostumbrados a ese tipo de olor”, comenta. Treinta años después, Stefan saca conclusiones positivas. “La libertad es el bien más preciado. Puedo decir lo que quiera, viajar por todo el mundo y estoy feliz de no haber pasado mi juventud en una dictadura”, aseguró.

Alemanes del este en un Trabant, clásico auto de esa zona, cruzan la frontera.

• Helga Dreher, 74 años: Helga tenía 45 años cuando el Muro de Berlín cayó. Esa pared de hormigón afectó su vida durante años. En los 1970, esta profesora había tenido una hija con un francés y el Telón de Acero hizo que los contactos fueran esporádicos y muy complicados. La noche del 9 de noviembre, Helga siguió en directo por televisión el anuncio. “No me lo creía, apagué el televisor”, recuerda.

No fue consiente de ello hasta el día siguiente, cuando el padre de su hija la llamó y le dijo: “¡Pueden venir a París! ¡El muro ha caído!”. Su primer contacto con occidente, el 10 de noviembre, no es un buen recuerdo. Pensando que era muy difícil encontrar frutas exóticas en la RDA, los berlineses del oeste “nos lanzaban plátanos” como a los monos del zoo. “Fue horrible. Me volví con mi hija a Berlín Este a la media hora”, relata. Pero después las cosas mejoraron. Helga pasó el fin de año en París, feliz de ver a su hija junto a su padre. Además, pudo conservar su empleo.

Se derruma el «socialismo real» en Europa

La caída del muro de Berlín, en noviembre de 1989, fue el punto crítico de un año en que los seis países del bloque socialista del este de Europa sufrieron la desintegración de sus gobiernos. Además de Alemania:

• Hungría: sumergida durante varios años en un proceso de liberalización, Hungría abrió una primera brecha en la Cortina de Hierro, al desmantelar el 2 de mayo de 1989 una alarma eléctrica y un sistema de doble valla en la frontera con Austria. El 7 de octubre, el Partido Comunista Húngaro (PSOH, Partido Socialista Obrero Húngaro) abandonó toda referencia al comunismo.

El 23 de octubre, en el 33º aniversario del levantamiento de 1956 el país se proclamó oficialmente República de Hungría, abandonando sus términos “popular” y “socialista”.

• Polonia: las primeras elecciones pluripartidarias en un país del bloque comunista, ocurridas el 4 de junio en Polonia, marcaron la victoria del sindicato Solidaridad, de Lech Walesa. El 24 de agosto, Tadeusz Mazowiecki, asesor cercano de Walesa, se convirtió en el primer líder no comunista en el este de Europa en más de 40 años. Un año después, en diciembre de 1990, Walesa -ganador del Premio Nobel de la Paz de 1983- se convirtió en el primer presidente polaco de la era poscomunista.

La Revolución de Terciopelo : Checoslovaquia se suma al baile. Desde mediados de noviembre las manifestaciones se multiplican. El escritor Vaclav Havel se convierte en la figura más importante del Foro Cívico de oposición. En diciembre se establece un gobierno de “entendimiento nacional”, el líder comunista Gustav Husak renuncia y Havel se convierte en presidente. Es la “Revolución de terciopelo”, sin derramamiento de sangre.

• Bulgaria y Rumania. En Bulgaria, el histórico líder comunista Todor Zhivkov también cae el 10 de noviembre. Un mes después, se convocan elecciones para el año siguiente. El último país del bloque oriental, Rumania, cae a fines de diciembre: expulsado del poder, el dictador Nicolae Ceausescu es arrestado, juzgado rápidamente y ejecutado junto con su esposa el 25 de diciembre.


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