Opinión Debates

Pablo Semán: “Milei creó una dinámica de confrontación que puede superarlo”

El antropólogo y sociólogo que anticipó el fenómeno libertario analiza el vértigo, la aceleración y el nivel de conflictividad que el presidente imprime a su gestión. “Vamos hacia una mayor fragmentación social”, alerta.

“Es difícil enfrentar lo que no se comprende. La tentación de caricaturizar aquello que queremos combatir resulta inevitable. Se parte de prejuicios que crean ideas inexactas y grafican imágenes irreales. Dos vicios en los que, en el último tiempo, la política democrática tropieza, recae y -naturalmente- termina frustrándose. Todo ello hace que sea aún más complejo convencer fuera de nuestro círculo, de ´nuestro nosotros´; lo que conduce, por ende, a la derrota”, sostiene Martín Szulman, sociólogo (UBA) y consultor en comunicación política al mirar este presente político nacional.

Algo muy profundo cambió. Y está cambiando.

Y si en la vida es necesario detenerse bien seguido para reflexionar sobre el andar, en política este ejercicio es imprescindible.

Ya nada volverá a ser lo que era. Para bien y para mal.

Con el intento de que este presente no nos queme la cabeza ni la vida, ¿cómo bosquejar un mejor futuro o una alternativa distinta a estas frustraciones e incertidumbres que tenemos acumuladas?

Quizás muy a pesar suyo, Pablo Semán se ha transformado en un gurú para quienes quieren afrontar este ejercicio esperanzador.

Él sí vio venir a esta movida libertaria. Y lo fue diciendo al menos en la última década y no fue muy escuchado. La narrativa de izquierda o pseudoprogresista miraba para otro lado. Muy para otro lado.

Semán es sociólogo y antropólogo. Su trabajo como investigador ha girado, mayormente, en las experiencias religiosas (fue pionero en advertir el peso de los evangélicos en la política nacional), musicales, literarias y políticas de los sectores populares.

Y fue coordinador de un bestseller “Está entre nosotros. ¿De dónde sale y hasta dónde puede llegar la extrema derecha que no vimos venir?”, de editorial siglo veintiuno, que ya va en la tercera edición. Su lectura es imprescindible.

En el libro, Semán como otros autores intervinientes -Sergio Morresi, Ezequiel Saferstein, Melina Vázquez, Martín Vicente y Nicolás Welschinger- refieren y profundizan seis determinaciones en la búsqueda de entender la construcción libertaria.

Hablan de la crisis económica y productiva y de la emisión de una moneda sin valor; activismo digital en las redes sociales; la mutación del vínculo entre el Estado y la sociedad; un cuestionamiento bien marcado al peronismo; la profundización del individualismo y la pandemia.

“La pandemia amplificó la escena de desencuentro entre el Estado -observado y discutido en su capacidad de cuidado y de daño- y la sociedad -expuesta a una situación límite”, sostiene Semán.

“La humillación al otro, al que piensa distinto, ha sido superada en la escalada”

Pablo Semán, sociólogo y antropólogo

Sobre el espíritu antiperonista que sobrevuela este tiempo -donde el peronismo y el kirchnerismo hicieron mucho para que esto ocurriera- Semán apunta que este sentimiento hacia el peronismo nace “también de la experiencia de 20 años durante los cuales el kirchnerismo ha hecho surgir -tanto en la base social del peronismo que sobrevivió a la crisis del 2001 como en la que amplió en sus gestiones entre 2003 y 2015- distancias, desconocimientos, reproches y ajenidades sísmicas dentro del propio movimiento”.

Y añade: “Si durante el menemismo hubo corrientes y camadas de trabajadores antiperonistas, puede observarse hoy en las clases medias bajas, en distintos sectores de trabajadores y en las juventudes, en capas de las que el peronismo había creído ser el representante exclusivo, un antiperonismo que es clave en la crítica social de la política”.

Una transformación que se registra desde 2008


Para quienes no lo ubican tanto vale recordar que Semán puede encuadrarse desde lo ideológico en el campo popular, nacional y con perspectiva de género, sin anteojoras que le puedan limitar su registro y con un grado de honestidad que puede provocar rechazo en militantes furiosos y que no llegan a entender que sus análisis no pretenden latigar a nadie sino por el contrario, echar luz a este momento de tanta incertidumbre, inestabilidad y locura.

Y es en este punto, de lucidez y honestidad intelectual, que Semán se vuelve hoy un referente ineludible. Ante tanta frustración acumulada que llevamos encima, escucharlo vale para salir de cierta pereza o comodidad intelectual.

“Desde 2008 la sociedad vive, por un lado, un proceso de transformación social y cultural en cuanto a la fragmentación y la individualización de las posiciones y, por otro, la centralidad que empieza a adquirir el tema de la libertad de muy diversas maneras, que va a tener que ver centralmente con la libertad económica”, comenta el entrevistado a “Río Negro”.

Uno de los peores problemas del progresismo es que en este momento insisten con figuras que tienen un déficit de legitimidad enorme”

Pablo Semán, sociólogo y antropólogo

En este punto, el individualismo exacerbado o potenciado está en foco del análisis de Semán y sus colegas. “Para la tradición nacional popular existe una tensión irresoluble entre el hecho de que en la vida social cada uno se salva en una complejidad de lazos, y el dogma político ‘nadie se salva solo’. Esta tensión no se diluye con facilidad por el llamamiento borrosa e incomprensiblemente comunitaria de expresiones como ‘la patria es el otro’ ni por el pretendidamente aggiornado ‘la patria sos vos’, o por la convocatoria a una solidaridad que por un lado presupone comunidades romantizadas y, por el otro, se revela hipócrita para actores que desde hace años perciben injusticias en las políticas de subsidio, irresponsabilidad en el manejo del dinero público, actos de corrupción y un internismo feroz que hace naufragar el relato voluntarista de reciprocidad fraterna y humildad. De esto no hemos escuchado hasta ahora ni una autocrítica de la administración anterior ni de la anterior a la anterior”, señala.

La ausencia de futuro, la mayor amenaza democrática


Pregunta: ¿Cómo pensar hacia adelante para que este presente no nos queme?

Respuesta: Podemos terminar quemados por el presente porque el presidente Milei le imprime a su gestión un vértigo, una aceleración y un nivel de conflictividad que me parece que una muy buena parte de la sociedad no soporta. Eso se suma a los efectos de la inflación que también son preocupantes que puede generar la recesión sobre el empleo. Vamos a terminar más quemados por esto que por las oscilaciones discursivas o políticas.

P:¿Qué decir de la práctica de la humillación desde el poder como herramienta política?.

R: Creo que a esta altura la humillación al otro como práctica de la vida cotidiana ha sido superada en la escalada. Ejemplo de esto es el cierre de ciertos organismos y la política de revertir ciertos logros del feminismo, de los movimientos cuestionadores de la estigmatización racial y religiosa. Más allá de las críticas que uno tenga a esos organismos o esas políticas, que puede haberlas, pero es básicamente una habilitación a la acción antipluralista y autoritaria. Me parece que los grupos que tuvieron protagonismo en esto tuvieron muy buenas iniciativas y acciones, pero muchas veces en ese hacer fueron irritantes para la población y en eso se monta Milei para avanzar. Creo que no es solamente el efecto de los logros sino también los errores no forzados limitaron la posibilidad de que sobreviva algo de lo hecho anteriormente y hoy se lo destruya.

Quizás un gran problema que tuvo todo el progresismo contemporáneo fue que intentó presentar esos avances en derechos como si fuesen casi alternativos o compensatorios a las cuestiones económicas y eso es lo que los volvió más irritantes. Creo que esa presentación de equivalencia resultó enojosa para mucha gente. Además hubo una implementación contradictoria de esas políticas de derechos que termina también yendo en contra de esas políticas.

Los “ofendidos”


P: Ud. habló en alguna oportunidad de “los ofendidos”.

R: Ojo, no lo tomes como una categoría, por favor. En la relación con el Estado se ha puesto un énfasis muy grande por parte de los individuos, desde diversas posiciones políticas, el daño recibido. Entonces, la categoría de víctima y la relación de postulación de un daño recibido por parte del Estado es parte del lazo social. La gente hace lazo social imputándole una capacidad de daño a la alteridad. Es raro, pero es así. Una forma de vincularse es a través de la denuncia de una ofensa. La contracara de eso es que también hay ofensas. Y la dinámica política tiene mucho que ver con denunciar agravios, reclamar por agravios. Creo que en ese contexto que es estructural y que es independiente de las facciones políticas hay sujetos que alternativamente han reivindicado el carácter de “nosotros somos los más agraviados” y me parece que eso es problemático para hacer política. Eso es lo que quise decir en general. ¿Se entiende?

P: Le molestar que se hable livianamente de batalla cultural. Es más, a quienes hablan en estos términos los mandó a leer de nuevo a Antonio Gramsci.

R: La idea de batalla cultural tiene que ver con la de disputar el sentido común en la sociedad civil y entender que la sociedad civil es parte de la dominación. Lo que critico es que el kirchnerismo creyó lo contrario de lo que plantea Gramsci; el kirchnerismo creyó que la única forma de dirigir a la sociedad era desde el Estado, incluso usar el Estado para transformar a la sociedad civil. Entendió a la sociedad civil como una masa inerte a la cual había que educar, pedagogizar, orientar… ésa es la crítica mía. El concepto de hegemonía de Gramsci es compatible con procesos autoritarios o democráticos; inclusive las construcciones hegemónicas en sistemas democráticos son más difíciles porque el pluralismo es normativo. En todo caso yo quería preservar la idea de Gramsci porque intentar evangelizar desde el Estado a la sociedad no da resultados y quizás ahí se vuelve pertinente el concepto de hegemonía al analizar ese error, al entender ese error, al tratar de superar ese error.

P: ¿Cómo se sigue?

R: ¿Qué se puede hacer desde el llano del progresismo? En este momento lo único que diría es que hace falta un proceso muy largo de renovación de prácticas, ideas, figuras y preparatorios de acción. Por lo tanto esta ofensiva libertaria todavía no terminó de suceder y quienes pensaron siempre estar a la ofensiva y con la iniciativa tendrán que asumir que están viviendo una derrota y que no se pueden ganar todas las batallas, ni menos inmediatamente.

Esto no quiere decir abandonar las voluntades de trabajo político, pero sí significa entender cuál es la relación de fuerzas. Bueno, nada de eso se está haciendo, ni entender la relación de fuerzas ni llevar adelante una renovación de ideas, prácticas, figuras y repertorios que sería el primer paso estratégico en esa batalla.

Lo primero que hay que entender y hacer desde el punto de vista del progresismo es darse cuenta que muchas de las cosas que uno piensa que las hace bien las hace mal. Porque ofenden. Esto no implicaría hablar con nadie sino hablarse primero a uno mismo, mirarse a la cara y poder decirse “soy un estúpido”. Porque de buenas intenciones hemos empedrado el camino al infierno. Eso me parece que es lo primero.

Lo segundo es, en todo caso, identificar sujetos con los que uno quiere avanzar. La política tiene que referirse a los problemas concretos de la gente para poder interpelarla, llamarla, eso quiere decir interpelar. Entonces tiene que asumir una agenda nueva de problemas. Y además tiene que asumir que no cualquiera puede interpelar porque no es solamente tener una nueva agenda sino que hay que tener figuras legítimas para interpelar. Vos podés tener una muy buena agenda, haberte autocriticado, pero no ser legítimo. Y uno de los peores problemas del progresismo es que en este momento insisten con figuras que tienen un déficit de legitimidad enorme; sí, tendrán un capital político, un capital electoral, qué sé yo, pero eso no va para ningún lado.

Está complica la cosa. Lo fascinante de este libro es, como dicen sus autores, que a contrapelo de las reacciones de huida o negación es un llamado a la realidad; ya no se trata de limitarse a clasificar a la derecha de fascista, autoritaria y algo más sino de “entender qué demandas, experiencias y sensibilidades heterogéneas la atraviesan y qué responsabilidad le cabe a la política democrática si no quiere aislarse de la sociedad”.


La doble responsabilidad del progresismo


El sociólogo y antropólogo Pablo Semán considera que el progresismo, en tanto sea analizado desde aspectos sociales y políticos, “tiene responsabilidad” en el arribo de Javier Milei a la presidencia, según evaluó en una entrevista con Telam.

P: ¿Cómo analiza los primeros meses de gobierno de Milei?

R: Me parece que actúa con un nivel de aceleración y pasión personalista que le hace imposible articular políticamente. A partir del ajuste, el Gobierno activó una base en contra que no es solo de la clase media, que se siente defraudada, de los sectores populares, que la pasan mal. Básicamente, el rechazo por el momento está en las provincias, inclusive en las que gobierna Juntos por el Cambio. Se activó una respuesta al ajuste muy rápida y fuerte, y eso fragilizó la potencia política del Gobierno.

P: Su último libro plantea que hasta hace poco tiempo Milei y La Libertad Avanza eran evaluados como un fenómeno “evanescente”.

R: El error de interpretación se encuentra en haber observado el fenómeno Milei de forma despreocupada o desatenta. Algo había cambiado mucho antes en la sociedad y la clase política estaba mirando cualquier cosa. La sociedad había ido acumulando problemas crecientes en su vínculo económico y hasta simbólico con el Estado. Hubo cada vez más contradicción entre la pretensión y la efectiva presencia del Estado en temas, por ejemplo, como la salud, la educación y la seguridad.

También estuvo errado ese diagnóstico que decía que si la gente estaba disconforme, entonces iba a ir a buscar las soluciones en la izquierda política. A esa altura, la disconformidad social ya estaba articulada alrededor de un programa que beneficiaba a las posiciones de la derecha y lo mostraron las derrotas sufridas por el kirchnerismo en 2009 a manos de Francisco Narváez, en 2013, de Sergio Massa; en 2015, de Mauricio Macri; en 2017, de Esteban Bullrich; y, en 2019, cuando ganó las elecciones girando hacia el centro con Alberto Fernández como candidato.

Era obvio que la sociedad estaba inclinada hacia la derecha. Por ese motivo era ingenuo plantearse que la disconformidad social podía salir en 2023 hacia otro lado que no fuera la derecha. La sociedad se volvió más a favor del mercado y más crítica del Estado. En ese contexto, se elaboró la afinidad con el concepto de libertad, que tiene un sentido económico y otro, político. Muchas personas sintieron al Estado como un obstructor, especialmente durante la pandemia de Covid-19, y lo descubrieron de la mano de los críticos del kirchnerismo. A mí no me asombra que la gente eligiera el valor de la libertad.

P: ¿Cómo analiza la relación que mantiene el Gobierno con las religiones?

R: Con relación a los credos evangélicos se ve claramente que Milei apuesta a desplazar a los movimientos sociales de la delegación de la ayuda oficial. Tampoco quiso hacerlo con los intendentes porque consideró que era fortalecer demasiado al peronismo. (…) El Estado viene actuando en áreas sociales con los evangélicos desde hace 30 años. El kirchnerismo, por ejemplo, nunca dejó de hacerlo, pero ahora aparece subrayado en la conciencia progresista que cree que tiene el monopolio de la descripción de la sociedad. El progresismo, que no pudo anticipar en lo más mínimo un resultado electoral, está compuesto por personas que reivindican la potencia de las ciencias sociales pero que no saben en qué sociedad vive.

P: ¿Hay una responsabilidad del progresismo en ese giro que la sociedad fue dando en los últimos años?

R: Sí, pero creo que hay una doble responsabilidad. Una, la de dar motivos políticos para que crecieran ciertas reivindicaciones, y otra es que no quisieron verlo venir.

P: ¿Por qué sería eso?

R: El progresismo llegó al poder, en parte, como una alternativa ante la implosión del orden social del menemismo. Entonces se encontró demasiado rápido con una responsabilidad muy grande y con pocas herramientas. Además, muchos de los que fueron progresistas en los 2000 habían sido menemistas en los 90. Reapropiarse de un discurso crítico del neoliberalismo después de haber sido parte de él fue, entonces, un lenguaje que se aprendió a las apuradas.

P: ¿En qué escenario se encuentra parada la dirigencia política frente al Gobierno?

R: Milei creó una dinámica de confrontación que tiene grandes probabilidades de superarlo. Si bien su balance de fuerza tal vez todavía sea positivo, creo que generó muchos más enemigos que los que es recomendable tener. Se crearon más enfrentamientos y no surgieron soluciones, por lo que la sociedad argentina se volvió más fragmentaria. No importa si Milei estabiliza fuertemente su mandato y aspira, por ejemplo, a una reelección porque es independiente de eso.

Veo que vamos hacia más fragmentación y conflicto.


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