“A Cipolletti lo arruiné”

Las extrañas vueltas de la vida trajeron a Comelles otra vez a la región. Él cuenta su versión.

Cuando Pablo Agustín Comelles aterrizó por primera vez en la zona era un vendaval. Literalmente se llevaba el mundo por delante. Venía con chapa: había jugado en River, en Boca, ascendido de la B a la A con el San Lorenzo y llegaba a un club donde con el tiempo cosecharía mucho odio.

El técnico cordobés primero jugó en Cipolletti, entre 1987 y 1989, y después se transformó en enemigo. Su vuelta a la zona, hace un par de meses, se produjo de manera confusa y en condiciones que llamó la atención. Él, un DT reconocido, con cinco ascensos del Argentino A a la B Nacional y que se encontraba en España, de buenas a primeras se transformó en entrenador de un Maronese que marchaba último en la zona 7 del Argentino B y del que jamás había escuchado hablar. Comelles es un enigma. Tanto, que cuando volvió de Europa (en septiembre de 2012) estuvo desaparecido varios días. A este cronista le contó su historia oficial, pero pidió no revelarla. Jura que se acuerda poco y nada del hecho, de cuando aterrizó en Ezeiza y demás, y desmiente las “versiones malintencionadas”. Una de ellas relacionada con drogas y tiempo tras las rejas. Prefiere, desde ya, hablar de fútbol. Se le nota cansado, es afable para dialogar, tonada cordobesa aderezada con un halo de español neutro. La entrevista es en Cinco Saltos y está flanqueado por un dirigente del club tricolor, que pide hacer preguntas “sólo de fútbol” y regentea la charla. Pablo Agustín sonríe. Sabe mucho de este juego. –¿Qué fútbol encontraste en la zona después de tantos años? –No veo muchos avances, ni en lo técnico ni en lo táctico. Creo que la situación económica conspira contra el nivel de los partidos. Si no hay dinero es difícil armar algo interesante. La excepción la hizo Hugo (Silva) con Maronese: armó de la nada un club impresionante. –Puso la plata en ladrillos. –Sí, quizá yo lo hubiese hecho de otra forma, poniendo más en el fútbol, invertir en jugadores, pero su trabajo es admirable. Creo que en Maronese hay jóvenes que todavía deben aprender mucho, y para eso necesitamos traer futbolistas de experiencia, que lleven de la mano a los pibes… –Anduviste por todos lados, ascendiste a cinco equipo, ¿qué le falta al jugador de acá? –Viveza, experiencia, oficio. Antes se jugaba a veces sin mirar, pero ahora ni siquiera se habla, sólo se piensa en la pelota, pero no se habla ni siquiera para echarse una puteada. Esperan que les quiten la pelota y empezar a correr para recuperarla. Hay que hablar… Por eso son tan importantes los jugadores con experiencia, para que los jóvenes los imiten. –Pero el presupuesto es chico, no alcanza según los dirigentes. –Por eso hay que vender algún jugador, para conseguir dinero. –¿Y hay alguno en carpeta? –Sí, Facundo Ávila, es un arquero excepcional, voy a hacer algún intento en River… Tiene cosas del Pato Fillol, la pelota nunca se le escapa. Es difícil encontrar, en cualquier nivel, un arquero que no de rebotes. Si Hugo está de acuerdo, podemos hacer el intento. La charla navega por los pliegues del tiempo. La memoria le falla en algunos momentos. Tiene astucia para disimular sus desórdenes cronológicos. Y llega a Cipolletti. Viene de Atlanta, con pasado en Belgrano, Boca, Talleres, River y San Lorenzo. Aterrizó en el club albinegro y conformó planteles de jerarquía, cuando el fútbol se veía de otra forma y los jugadores venían de a micros completos. –¿Te fuiste de Cipolletti y te volviste algo así como su enemigo? –Es que cuando llegué al club Cinco Saltos (1990) hicimos cosas grandes, entramos en el Torneo del Interior, y a Cipolletti le gané siempre, en las inferiores, en la clase 79, en la primera de la liga, en todo… Lo arruiné a Cipolletti. –¿Sólo por eso es la bronca? –Es que en Cipolletti no saben perder, o no sabían. Siempre la culpa fue del jugador. Ellos (los dirigentes de antes) no se equivocaban nunca, pero a la larga quedó en claro que la culpa era suya. En algún momento me contactaron para que sea el DT, no se dio. Terminamos mal porque siempre les gané, por eso me tienen fobia. A mí en el fútbol me ha ido más que bien, y esa es otra realidad, porque ascendí a todos los equipos que dirigí. –O sea que alguna vez te ofrecieron dirigir Cipolletti. –Sí, no me acuerdo la época, pero me llamó (Alberto) Lamuedra (fallecido kinesiólogo y dirigencia albinegro). Me sedujo porque quería demostrarles que no era mala persona, como muchos decían ahí. Yo iba y hacía mí trabajo, no molestaba ni cargaba a nadie, pero quería ganar siempre, eso sí. Cuando me ‘rajaron’ de Cipolletti, yo estaba convencido que podía seguir jugando, si no no lo hubiese hecho tantos años después en Cinco Saltos (era jugador, capitán y DT). Acá les enseñé a jugar, antes lo hacían como en el campo. Había que ordenarlos… Comelles sí olvidó, por ejemplo, que Cipolletti mandó al descenso a uno de sus equipos: fue el 5 de mayo de 2002, en Río Cuarto, en un partido a todo o nada por la permanencia en el Argentino A, cuando el albinegro dirigido por Mingo Perilli venció en una tarde con ribetes épicos al San Martín de Tucumán de Pablo Agustín. Dos goles de Maxi Amorone y el ‘de oro’ de José Ancatén, luego de un jugadón de Homann, mandaron a la promoción a los rionegrinos y al descenso a los tucumanos. Pero esa es otra historia. –¿Por qué volviste ahora a la zona? –Porque después de lo que me pasó (su desaparición) mucha gente de aquí me llamó para saber cómo estaba, me ofrecían un lugar, me pedían que me venga… Llegué a Cinco Saltos, donde tengo muchos amigos, y después me llamó Hugo (Silva). –Pero tu familia sigue en España. –Sí, porque con mis hijos compramos un club de juveniles (Fensobe, imposible de rastrear), con el que nos estaba yendo bien. Pero yo no quiero volver, la crisis en España está dura, echan a la gente a la calle, le sacan su casa… –Entonces… –Mi familia se va a volver, pero hay algunas cuestiones difíciles de resolver por ahora… –Negás todo lo que dicen malo de vos, decís que son “voces malintencionadas”. ¿Pero por qué se generan? –No sé, dicen que yo andaba con drogas cuando en mi vida probé un cigarrillo. Puede ser envidia, buscan a una persona conocida para hacerle mal, pero yo en España lo único que hacía era trabajar en el fútbol, igual que acá. (Sebastián Busader).


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