Economía virtual o global

Por Francisco Tropeano

El «Río Negro» en su edición del 15 de marzo publicó una nota de mucha actualidad, firmada por el contador Gotlip, referida a la globalización. En relación con el tema, pero con otro contenido en sus conclusiones, Nelson Mandela («Río Negro» 10/1/00), con datos para las Naciones Unidas para 1999, describe el mapa de la concentración de la riqueza mundial y de la lacerante pobreza global (las cifras del reporte de la ONU sobre desarrollo humano son aterradoras).

La reflexión de este gran hombre sobre el tema es para mí insustituible como guía ética, cuando apela al desafío de la responsabilidad global y dice: «La inclinación a señalar nuestras carencias y problemas, sin movernos hacia una acción concreta no es, sin embargo, muy útil tampoco». Es decir, la denuncia no basta y la caridad tampoco.

En los debates «rápidos», «mediáticos» y también «superficiales», que abundan en los medios, por operadores «ilustrados» se mencionan constantemente conceptos tales como «globalización», «competitividad», «eficiencia», «mercado» y otras palabras mágicas a las que estaríamos subordinados como fieles siervos de la gleba (el doctor Alvarez Guerrero, en buena nota, incursiona en el tema en la edición del 27/3/00). Sorprenden las conclusiones del contador Gotlip acerca de los movimientos del capital -dinero sin restricciones espaciales-, a los que adjudica una práctica «absolutamente democrática en un nivel global»… porque las decisiones «están a cargo de millones de personas». Todo depende del concepto que él tenga sobre la democracia, porque las decisiones que menciona están referidas a las que toman diariamente las 37.000 transnacionales con sus 140.000 filiales y subsidiarias que operan en los distintos mercados del mundo y Bolsas de Valores (los verdaderos dueños no superan los 500). Ellos son los que dan las órdenes de compra-venta de valores ficticios a un puñado de operadores financieros (los denominados «clusters», como el señor Soros) y los que concentran entre el 55/60% del total del capital que circula en el mundo, cuyas operaciones en poco más de un día superan el volumen del comercio mundial anual.

Creo que en Latinoamérica, pero más en nuestro país, las dictaduras militares que mataban a las personas, sin sumario ni juicio previo y sin garantías de defensa posible, han terminado. Ahora, todo se hace mucho mas «democrático», porque lo hace el neoliberalismo con el mercado globalizado, el que no mata sólo a personas, destruye también el tejido social. Conviene distinguir dos conceptos cualitativamente distintos: el de la mundialización y el de la globalización. Esta última es una consecuencia lógica del desarrollo objetivo del capitalismo, que nace con él (como bien lo afirma Eva Giberti en nota publicada el 1/3/00), y se nutre con los mecanismos de su funcionamiento interno, que explican sus leyes de acumulación espacial del capital. Cada etapa de la historia puede caracterizarse por la forma y los medios con que el hombre produce. Podríamos decir como Carlos Marx: «Denme un molino de viento y yo les doy la Edad Media». Parafraseándolo, podríamos decir: Denme una red con Internet y les daré la globalización. Pero sería absurdo explicar la Edad Media sólo por el molino de viento. Como también lo sería explicar la causa de la globalización sólo por la informática o la computadora. En cambio, la mundialización es también un proceso objetivo, pero dado por la tendencia histórica del desarrollo económico y social de la humanidad, con su tendencia a la unidad, a la fraternidad y a la cooperación. Es un producto necesario del devenir histórico. Cuando nos referimos a la crisis de la economía global estamos incursionando en el concepto de globalización del sistema capitalista, cuyos fundamentos constituyen un proyecto político e ideológico (ver nota contador Gotlip citada). La crisis de «onda larga» del capitalismo globalizado preocupa a muchos autores, no precisamente marxistas (L. Turrow, Alvin Toffler o el mismo Soros, entre muchos). Ellas se forman y desarrollan dentro del sistema de producción y, como el sistema de producción universal es el capitalista, se rige por las leyes de la acumulación, de la maximización de la ganancia y de la apropiación. Fuera de ellas está el vacío. Conviene aclarar entonces que el capital-dinero no se convierte en virtual en la globalización, como afirma el contador Gotlip, aunque el capital-crédito y los capitales-ficticios, en su circulación mundial, sí pueden -y de hecho lo hacen- convertirse en capitales virtuales. Tampoco para explicarla debe reducirse el contenido del concepto de globalización, reduciéndola al «fetichismo» de la tecnología informática y cibernética, como si fueran factores endógenos de la producción capitalista y de las leyes a que nos hemos referido. A medida que la revolución científico-técnica amplía el volumen de los bienes producidos a intercambiar, se producen también cambios de los medios de información, comunicación, circulación y transporte, los que se vuelven una necesidad absoluta. Es una vulgaridad asignar a éstos el papel de causa de la globalización del capital.

Lo que está en crisis es precisamente el sistema de realización global de producción del capital, el que a partir de la década del setenta ha «sufrido» una tendencia a la caída de la tasa media mundial de la ganancia, y en consecuencia se trata por todos los medios de elevarla en todas las formas (incluida la guerra), valorizando permanentemente el capital (en las Bolsas de Valores) en el mercado capitalista mundial y en sus distintos espacios (Asia, Europa, América) produciéndose crisis financieras, que se extienden y golpean donde la situación es más débil o hay perspectivas devaluatorias, (pero también está latente en los centros mundiales que dirigen el proceso: ejemplo Microsoft, «Río Negro 4/4/00). El ejemplo en América fueron México y Brasil (ambos con devaluaciones). En México con el «tequila» la cosa fue muy grave. ¿Por qué el Tesoro estadounidense concurre con premura, enviando 50 mil millones de dólares? ¿Para ayudar al pueblo mexicano? Evidentemente, no. Lo hizo para evitar la caída de los bancos mexicanos y frenar la propagación a otras áreas del mundo, lo que lo hubiera hecho incontrolable. Lo hizo para evitar la caída en la Bolsa de Nueva York, con capitales ficticios revaluados -y aquí sí virtuales-, que operan y operan en forma especulativa a través de los «clusters», que habían colocado fondos de pensión de millones de estadounidenses (que no deciden como afirma el articulista) en los bancos de méxico, aprovechando las altísimas tasas de interés que pagaban y cuyas alzas se retroalimentaban, trasladándose a toda la economía (el pueblo) de México. Las consecuencias «democráticas» para México fueron su obligación de pagar con petróleo devaluado en el mercado mundial. Por esta gran estafa se calcula que México al día de hoy ya ha pagado el doble de los fondos que recibió, lo que por supuesto pagan todos los mexicanos y en especial sus más de 30 de millones de muy pobres, que aumentan día a día con los programas de «ajuste» que ahora también le recomiendan «democráticamente». Estas crisis financieras son la expresión más espectacular de la crisis del capitalismo globalizado, universalidad a la que tiende inconteniblemente en sus diversas formas (como siempre lo ha hecho para maximizar las ganancias), pero que también encuentra límites impuestos por su propia naturaleza. También en nuestro país hay una tenaza, por la fragilidad del ingreso volátil de capitales, que sostienen a la convertibilidad, a la que se mantiene desesperadamente con el programa neoliberal del «ajuste» frente al desasosiego y desesperanza de la pobreza, que ya no puede esperar con esperanzas…

Sin embargo, ¿de qué sirve la mejor teoría, si no apunta a echar luz sobre la historia y práctica política, para mejorar o transformar en más humana la vida en el mundo? A esto se refería precisamente el gran demócrata africano Nelson Mandela en la cita anterior.


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