“El pueblo, como en 1810, sigue queriendo saber de qué se trata”
Cuando una persona quiere conocerse y entenderse es aconsejable mirar hacia atrás y ver las actitudes de los padres y abuelos, porque seguramente las está reproduciendo. Lo mismo vale para nuestro país y, como estamos en vísperas del festejo para algunos y conmemoración para otros del Bicentenario de la Revolución de Mayo, hace bien mirar hacia atrás para saber de dónde venimos y qué aprendimos. El 22 de mayo de 1810 se convocó a un cabildo abierto invitando a 450 personas de las cuales concurrieron 251 (tan abierto no era el cabildo), mientras French y Beruti (líderes del movimiento revolucionario popular) al mando de 600 hombres armados con cuchillos, trabucos y fusiles controlaban el acceso a la plaza con la finalidad de asegurar que el cabildo abierto fuera copado por criollos (estas prácticas continúan siendo válidas). Muy entrada la madrugada, con 155 votos se resolvió destituir al virrey Cisneros. A pesar de no existir los DNU ni las comidas en la residencia de Olivos, el 24 de mayo de 1810 se publicaron los nombres de la nueva Junta de Gobierno: presidente y comandante de armas, Baltasar Hidalgo de Cisneros; vocales, Cornelio Saavedra (criollo), Juan José Castelli (criollo), Juan Nepomuceno Solá (español) y José Santos Incháurregui (español). El 25 de mayo de 1810 el pueblo, liderado por Domingo French y Antonio Beruti, se volvió a reunir en la Plaza de Mayo para reclamar que se cumpliera lo pactado. Según una versión, se formó la Primera Junta a partir de una “negociación” entre los tres partidos –milicianos, carlotistas y juntistas–, que formaron una “alianza” y ubicaron tres candidatos cada uno. Saavedra y Azcuénaga eran militares, Belgrano, Castelli, Moreno y Paso, abogados (siempre son mayoría los abogados); Larrea y Matheu comerciantes y Alberti sacerdote. Pero, tal como ha venido pasando en los últimos tiempos, las alianzas no llegan a buen fin y se ponen en evidencia las diferencias internas. • Milicianos. Cornelio Saavedra era un militar conservador… apoyó el cambio revolucionario para no cambiar nada. Miguel de Azcuénaga, militar, también simpatizó con las ideas de Moreno, por lo que en 1811 fue desterrado a la provincia de San Juan. Manuel Alberti, sacerdote, presumiblemente fue elegido vocal como parte del partido del presidente Saavedra pero apoyó a Moreno y sus ideas reformistas. Hoy sabemos que varios de nuestros políticos van cambiando de partido de acuerdo con los vientos que soplan. • Juntistas. Mariano Moreno era abogado, periodista y político liberal; terminó con las restricciones al comercio y las explotaciones mineras. Desde su “monopólico” periódico “La Gazeta de Buenos Aires” promovió sus ideales pero su radicalismo alarmó a los elementos conservadores de la Junta y en diciembre de 1810 se vio obligado a dimitir. Tomó posesión de un cargo diplomático en Brasil y después en Gran Bretaña (no es curioso que hoy cuando un político se torna impresentable sea premiado con un consulado o con un puestito de bajo perfil). Domingo Matheu era español y comerciante. Financió las campañas militares, aunque fue director de la fábrica de armas y fusiles, y en 1813 tuvo a cargo la confección de uniformes. Juan Larrea también era español y comerciante y defendió el lineamiento de Moreno. En abril de 1811, luego del alzamiento, fue destituido. • Carlotistas. Juan José Paso hizo toda una carrera política: continuó en los dos triunviratos, fue elegido diputado para el Congreso de Tucumán y luego pasó por la Legislatura de Buenos Aires y, como diputado, por el Congreso nacional. Hoy muchos hacen de la política, bien o mal, todo un estilo de vida. El éxito de una persona se debería medir como la capacidad de cambio de actitudes que impliquen un crecimiento desde lo espiritual. El éxito de un país como la Argentina debería medirse con la misma vara. Lo cierto es que nosotros, que somos parte del pueblo que trabaja, seguimos, como en aquel 1810, “queriendo saber de qué se trata”. Palabras como democracia, federalismo, revolución, patria, gobierno y justicia suenan vaciadas de contenido y entiendo que eso explica la mediocridad que transitamos. Hugo Vrizz, DNI 13.524.025 Neuquén
Cuando una persona quiere conocerse y entenderse es aconsejable mirar hacia atrás y ver las actitudes de los padres y abuelos, porque seguramente las está reproduciendo. Lo mismo vale para nuestro país y, como estamos en vísperas del festejo para algunos y conmemoración para otros del Bicentenario de la Revolución de Mayo, hace bien mirar hacia atrás para saber de dónde venimos y qué aprendimos. El 22 de mayo de 1810 se convocó a un cabildo abierto invitando a 450 personas de las cuales concurrieron 251 (tan abierto no era el cabildo), mientras French y Beruti (líderes del movimiento revolucionario popular) al mando de 600 hombres armados con cuchillos, trabucos y fusiles controlaban el acceso a la plaza con la finalidad de asegurar que el cabildo abierto fuera copado por criollos (estas prácticas continúan siendo válidas). Muy entrada la madrugada, con 155 votos se resolvió destituir al virrey Cisneros. A pesar de no existir los DNU ni las comidas en la residencia de Olivos, el 24 de mayo de 1810 se publicaron los nombres de la nueva Junta de Gobierno: presidente y comandante de armas, Baltasar Hidalgo de Cisneros; vocales, Cornelio Saavedra (criollo), Juan José Castelli (criollo), Juan Nepomuceno Solá (español) y José Santos Incháurregui (español). El 25 de mayo de 1810 el pueblo, liderado por Domingo French y Antonio Beruti, se volvió a reunir en la Plaza de Mayo para reclamar que se cumpliera lo pactado. Según una versión, se formó la Primera Junta a partir de una “negociación” entre los tres partidos –milicianos, carlotistas y juntistas–, que formaron una “alianza” y ubicaron tres candidatos cada uno. Saavedra y Azcuénaga eran militares, Belgrano, Castelli, Moreno y Paso, abogados (siempre son mayoría los abogados); Larrea y Matheu comerciantes y Alberti sacerdote. Pero, tal como ha venido pasando en los últimos tiempos, las alianzas no llegan a buen fin y se ponen en evidencia las diferencias internas. • Milicianos. Cornelio Saavedra era un militar conservador... apoyó el cambio revolucionario para no cambiar nada. Miguel de Azcuénaga, militar, también simpatizó con las ideas de Moreno, por lo que en 1811 fue desterrado a la provincia de San Juan. Manuel Alberti, sacerdote, presumiblemente fue elegido vocal como parte del partido del presidente Saavedra pero apoyó a Moreno y sus ideas reformistas. Hoy sabemos que varios de nuestros políticos van cambiando de partido de acuerdo con los vientos que soplan. • Juntistas. Mariano Moreno era abogado, periodista y político liberal; terminó con las restricciones al comercio y las explotaciones mineras. Desde su “monopólico” periódico “La Gazeta de Buenos Aires” promovió sus ideales pero su radicalismo alarmó a los elementos conservadores de la Junta y en diciembre de 1810 se vio obligado a dimitir. Tomó posesión de un cargo diplomático en Brasil y después en Gran Bretaña (no es curioso que hoy cuando un político se torna impresentable sea premiado con un consulado o con un puestito de bajo perfil). Domingo Matheu era español y comerciante. Financió las campañas militares, aunque fue director de la fábrica de armas y fusiles, y en 1813 tuvo a cargo la confección de uniformes. Juan Larrea también era español y comerciante y defendió el lineamiento de Moreno. En abril de 1811, luego del alzamiento, fue destituido. • Carlotistas. Juan José Paso hizo toda una carrera política: continuó en los dos triunviratos, fue elegido diputado para el Congreso de Tucumán y luego pasó por la Legislatura de Buenos Aires y, como diputado, por el Congreso nacional. Hoy muchos hacen de la política, bien o mal, todo un estilo de vida. El éxito de una persona se debería medir como la capacidad de cambio de actitudes que impliquen un crecimiento desde lo espiritual. El éxito de un país como la Argentina debería medirse con la misma vara. Lo cierto es que nosotros, que somos parte del pueblo que trabaja, seguimos, como en aquel 1810, “queriendo saber de qué se trata”. Palabras como democracia, federalismo, revolución, patria, gobierno y justicia suenan vaciadas de contenido y entiendo que eso explica la mediocridad que transitamos. Hugo Vrizz, DNI 13.524.025 Neuquén
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