Energías limpias para vivir mejor

La energía debe usarse en función de las necesidades sin comprometer las capacidades futuras con eje en el impacto económico, social y cultural.

Por: Ing. Carlos Ciapponi (*)

El mundo está cambiando, y entonces tenemos que comprender esos cambios en términos de energía. Año tras año la sociedad busca hacer las cosas de manera más eficiente, en una actitud de superación que propone innovar y encontrar nuevas y mejores maneras de llevar a cabo una tarea.

La naturaleza diariamente nos envía mensajes claros de que debemos actuar con responsabilidad y tomando conciencia de su cuidado.

Argentina es un país que tiene una matriz dependiente de los hidrocarburos con predominio del gas natural. Los últimos datos indican que la oferta interna total de energía primaria se conformó en un 53 por ciento por gas y 33 por ciento por petróleo. Pese al impulso que vienen teniendo las energías renovables la dependencia de los combustibles fósiles en la matriz para la próximas décadas continuaría siendo altamente relevante, entre 80% y 82%.

Ante este escenario, es que se nos presenta una enorme oportunidad, entendiendo que vienen cambios que son muy difíciles y que nos pondrán a prueba como sociedad.

No es necesario, según creo, ocupar algún lugar en un gobierno. Debemos tener la capacidad, desdé el lugar que sea, de promover transformaciones para reducir y si es posible evitar, la crisis de la sociedad, como tal.

Hay una demanda actual de la sociedad, no sólo en nuestro país, si no en el mundo, para desarrollar y utilizar cada día más energía sostenible.

Es decir, usar la energía en función de las necesidades que tenemos hoy, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras para satisfacer sus propias necesidades, contemplando también el impacto económico, social y cultural que implica el uso de esa energía.

Los compromisos asumidos por el país en materia de cambio climático y desarrollo sostenible en la Agenda de Desarrollo Sostenible generan efectos en el sector energético, en particular los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) y la Contribución Determinada a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés) en el marco del Acuerdo de París).

Este Acuerdo, que entró en vigencia internacional el 5 de noviembre de 2016, es vinculante y define un esquema de gobernanza y monitoreo global para lograr una reducción de las emisiones de los Gases de Efecto Invernadero durante las próximas décadas.

Es una forma de hacer frente a los impactos del cambio climático estableciendo el objetivo global de “mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de los 2 °C por encima de los niveles preindustriales, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C respecto de los niveles preindustriales, reconociendo que ello reduciría considerablemente los riesgos y los efectos del cambio climático”.

Los requerimientos finalmente de gas natural en el país (excluyendo la empleada por las centrales térmicas de generación de electricidad) se ubicaron, previos a la Pandemia, en los 76,4 millones de metros cúbicos por día. Su distribución por sector contiene en primer lugar 36,1 millones de m3 /d para el sector industrial, seguido por el sector residencial con 29,1 millones de m3/d, el consumo de GNC con 6,6 millones m3 /d y el sector comercial y público con 4,6 millones de m3/d.

Ante estos números, la sostenibilidad pasa a ser protagonista en la selección del tipo de energía que se elige, que se utiliza. Por solo citar un ejemplo, a la hora de comprar un auto, las personas se deciden cada día más por los autos eléctricos, que tienen un menor impacto ambiental.

Una mayor electrificación de nuestros consumos energéticos diarios parece ser el camino a seguir. La tendencia es la migración paulatina de artefactos domésticos tales como cocinas, calefones, termotanques, calefactores y estufas que consumen gas natural hacia otros artefactos que funcionan con energía eléctrica.

En un país como el nuestro, en una provincia como la nuestra, vincular la vida a un solo tipo de energía es un despropósito. Neuquén es bendecida con los combustibles fósiles que nos permiten el desarrollo constante y pujante que ya conocemos.

Pero también tiene potencial de desarrollo para energías menos tradicionales, como la eólica como el parque Vientos Neuquinos, o la solar, que puede implementarse también en cada domicilio a partir del avance de la tecnología. Esto hace que tengan cada vez menor costo para ser implementadas, y al mismo tiempo puedan ser más utilizadas, ganando protagonismo en la matriz energética mundial y nacional día a día.

Es una oportunidad para fundar vidas más seguras, dónde las personas tengan menos miedo. Para fundar vidas más lentas, dónde su ritmo no sea permanentemente inhumano. Así, tendremos tiempo, para las cosas que verdaderamente nos hacen felices y humanos.

Tiempo para una verdad más humilde, más de día a día, más humana, compartida. Una verdad de barricada a la injusticia, de canto de amor para la tierra.

Lindo desafío, el conectar con una sensibilidad ecológica, social.

Este es un tema para introducir hoy y generar acciones ya, no como una preocupación genérica de lo que debe ser.

Acciones y herramientas para hoy, con foco en la justicia social con transformación ecológica, con voz propia, diciendo que el ecologismo/energía sostenible, no es un tema solo para los buenos tiempos, lo es muchísimo más en estos tiempos difíciles, de miedo de destrucción social y de permanente amenaza de aquellos a los que no le importa el otro, y hacen de la mezquindad un culto.

El ecologismo político, base de la reconstrucción de la comunidad, vinculándose a la tierra, a lo cercano, a lo lento.

Vinculados al amor por cuidarnos, por vivir vidas plenas, sin dejarnos condicionar por los reaccionarios, fundando entre todos, juntos, una alternativa democrática, con justicia social y con nombre propio, ecologismo político.

(*) El autor de esta columna de opinión es el presidente de la Cooperativa Calf, Ing. Carlos Ciapponi.


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