El histórico regreso de Mercedes Sosa a la Argentina en 1982 contado en un libro imperdible

“Y un millón de manos que te aplauden” recupera con datos, anécdotas y testigos, detalles y vicisitudes del regreso de la cantora popular, a comienzos de 1982, para una serie de shows históricos en el Teatro Ópera.

Con un recorrido que incluye un profundo trabajo de archivo periodístico y fotografías inéditas que dan cuenta no solamente de un personaje sino también de una época clave del país, el libro “Y un millón de manos que me aplauden” recupera con datos, anécdotas y testigos, los detalles y vicisitudes del regreso de Mercedes Sosa a la Argentina tras su exilio durante la dictadura, cuando ofreció una seguidilla de míticos recitales: “fue la primera vez que la gente se volvió a reunir en masa para ver a una artista”, destaca Facundo Arroyo, el autor del texto.


Hace 42 años Mercedes Sosa volvía del exilio para hacer lo que nunca antes se había hecho en la música popular argentina: cantar en trece recitales, con referentes del rock argentino como invitados, en medio de una dictadura militar.


Tres años y cuatro meses antes de eso, había dado el último recital previo a su exilio, en octubre de 1978, en el Almacén San José de La Plata. Esa noche brindó un espectáculo ante 300 personas, aunque muchas más la escucharon desde la vereda porque no pudieron entrar debido a la capacidad del lugar. Su público sabía que iba a tocar algunos temas prohibidos. Al sonar “Cuando tenga la tierra”, un grupo de policías irrumpió en escena y se llevaron presos a Mercedes, a su hijo Fabián Matus y a gran parte del público, que luego fueron testigos clave para reponer estos hechos.


Con este dato como puntapié, el periodista y escritor Facundo Arroyo recorre en “Y un millón de manos que me aplauden” (Gourmet musical), uno de los hechos históricos más importantes de la vida y obra de Mercedes Sosa, que es apenas abordado en otros textos como “La negra”, de Rodolfo Braceli, y que forma parte fundamental del legado artístico de la cantante.


En el living de la casa de Arroyo hubo siempre una foto enmarcada en donde posan su mamá y Mercedes Sosa, abrazadas. La imagen fue tomada a la salida de un espectáculo en el Luna Park: junto a Celia, la tía de Facundo, esperaron a la cantante y se quedaron charlando un rato con ella. “La negra”, en ese momento, aceptó la foto y les deseó una feliz navidad.


Esa imagen en el hogar familiar es la base de la educación sentimental del periodista, que se durmió varias noches en las sillas de La Salamanca, en el Cosquín, adonde sus padres lo llevaban cuando todavía era muy chico y por momentos se aburría. La música popular inyectada en las venas (y también en las costumbres).

La cantora tucumana saluda al público a su llegada al Teatro Ópera.


Con un importante despliegue de imágenes, el libro repone fotos inéditas de la artista: tocando en el teatro Bobino, en Francia; viajando en auto desde Ezeiza a su departamento recién llegada del exilio e incluso tomas del ingreso al Teatro Ópera donde Sosa realizó las funciones. Todas ellas cedidas por Fabián Matus, el hijo de la cantora.
En una entrevista por zoom con Arroyo, el autor desarma el proceso creativo que lo llevó, a partir de un perfil periodístico escrito para un medio de comunicación, a encarar este libro prologado por Teresa Parodi y Romina Zanellato.

P: ¿Qué motivos hay, tantos años después, para escribir un libro sobre un hecho puntual de una cantautora que fue ícono de una época?
Facundo Arroyo:
Uno de los paradigmas de los músicos más importantes de la cultura popular en Argentina es que algunos son intérpretes, y los intérpretes con el tiempo se van esfumando en la esfera cultural, justamente porque las canciones no se reproducen, las canciones son de otros. Es lo que pasa también con Cafrune, por ejemplo. Este es un concepto de Sergio Pujol y está súper chequeado. El libro lo presenté hace poquito en el Cosquín Folklore, donde están todos los periodistas históricos de la música, y todos sienten lo mismo: por fuera de la burbuja el nombre de Mercedes empieza a estar menos presente. Y eso es porque fue intérprete y no compositora. En la industria musical los intérpretes tienden a desaparecer más que los compositores.

Todos los musicólogos aseguran que se vendió muchísimo durante los diez años posteriores, el disco se terminó editando en más de diez países y eso tampoco tiene números chequeables. Pero hay muchos indicios de que se vendió incluso más que “El amor después del amor».

Facundo Arroyo, autor del libro «Y un millón de manos que me aplauden».


Por otro lado, apuramos la edición para publicarlo en los 40 años de democracia, y porque también veíamos que nos estábamos enfrentando a un nuevo gobierno neoliberal. Nos parecía importante que la voz de Mercedes apareciera en ese momento. Provocó una pregunta y una nueva reflexión, porque ella fue una de las voces fundamentales para la lucha por una sociedad más igualitaria y libre. A la vez creo que hay brotes de ella, sobre todo en artistas mujeres, no sólo en la cultura folclórica sino también en otros rubros. De hecho Marilina Bertoldi se refirió a ella como la primera mujer ganadora del Gardel de Oro cuando ganó el suyo. Esas cositas fueron apareciendo en la música popular argentina, detalles, colores. Después pienso en Nadia Larcher, una referente de la nueva camada de la cultura folclórica.

P: Vos recuperás una frase de ella que dice: “Me espanta la idea de quedar como una mártir”, y yo pensaba que en el libro no queda como tal. ¿Qué pensás vos de esto, Mercedes Sosa fue una mártir?
F.A.:
No termina siendo una mártir porque puede volver, de hecho termina haciendo lo que quería hacer al principio, que era una gira con este show por el interior del país, con cierre en el Estadio Ferro. Eso no lo pudo hacer en febrero de 1982, pero lo terminó haciendo en su segunda vuelta. En los shows hizo canciones que dijo que no iba a hacer, y a las seis semanas estalló la guerra de Malvinas. Cuando volvió, en octubre o noviembre del 82, hizo la gira por el interior con muchos problemas de seguridad, amenazas y persecución. De ese Ferro hay un documental que se llama “Como un pájaro libre”, pero ese era otro contexto, se nota mucho en el tono de sus declaraciones. Deja las elipsis, se pone más directa, baja más línea. Volviendo a lo de mártir, ella sufrió mucho el exilio, que le causó problemas de salud mental y física. En esa época tocaba en el teatro Bobino, donde tocaba Edith Piaf y los grandes de la música francesa. Era la primera línea de la música popular del mundo. Pero no se bancó el desarraigo, y estuvo mal hasta que pudo volver. Por eso más que mártir se convirtió en el primer sol de la democracia en términos culturales en Argentina, fue la primera vez que la gente se volvió a reunir en masa para ver a una artista. Eso, creo, le borra la figura de mártir.

El Teatro Ópera vivió una celebración de la música popular.

P: En el libro se desliza la idea de que, después de Gardel, no hemos tenido un ídolo popular tan inmenso como ella. ¿Por qué? ¿Qué tienen ellos?
F.A.:
A Mercedes la conocen, como a Piazzola o a Gardel, en Japón, en Francia, en el mundo. En toda América Latina, incluso en países donde la música Argentina no impactó tanto. Todos cantan canciones de Gardel. De hecho Gardel abrió un frente para que el tango llegue a países como Colombia, por ejemplo. Yo me cruzo a reguetoneros que hablan de Gardel. Esa es una de las características que comparten. La otra es el canto.

P: En “Y un millón de manos que me aplauden” hay muchas referencias a la cobertura que hicieron del hecho los medios de comunicación: Clarín, El Día, Revista Humor. ¿Esto fue vicio de periodista, o el tema requería ese trabajo?
F.A.:
Las dos cosas. Pero haciendo ese laburo descubrí un montón de cosas, me encontré con situaciones bastante particulares. En la hemeroteca me topé, para bien, con una gran cobertura del diario La Nación. Por el lado negativo, con el archivo de Revista Pelo me sorprendí de que no hayan hecho ni siquiera una mención. En ese momento y en ese contexto eran la única revista cultural, junto a Expreso imaginario, que era más de contracultura, que se estaban editando. Se sabía que iba a tocar con Charly por primera vez; Antonio Tarragó Ros y León Gieco salían en Revista Pelo, y de este hecho no hubo ningún registro. Una falta gravísima.

P: Planteás que el disco “Mercedes Sosa en Argentina” puede ser el disco más vendido de la música popular hasta “El amor después del amor”, aunque decís que no hay datos para verificarlo. ¿Por qué?
F.A.:
El productor del disco fue (Daniel) Grinbank y mantuvo los derechos durante ocho meses. En esos ocho meses vendió, sólo en Argentina, un millón de copias. Esa cifra se acerca muchísimo a la cifra de ventas de “El amor después del amor”. A los ocho meses Grinbank le vendió derechos a Polygram, y Polygram tuvo un hiato de varios años en donde no registró sus ventas en Argentina. Todos los musicólogos aseguran que se vendió muchísimo durante los diez años posteriores, el disco se terminó editando en más de diez países y eso tampoco tiene números chequeables. Pero hay muchos indicios de que se vendió incluso más que “El amor después del amor”.

P: En un momento sostenés que Sosa se corrió del folclore tradicional para que la música popular “prospere y respire”. ¿Qué significa esto?
F.A.:
Esa pregunta se puede analizar desde el repertorio que hace en esos shows, que es paradigmático. Cuando ella implosiona en el folclore lo hace desde el “nuevo cancionero”, un movimiento que se gestó en Mendoza que rompía con el paradigma del folclore naturalista: esto de cantarle a la montaña, al río. Y se ponía político, con poesía comprometida, con por ejemplo Armando Tejada Gómez. “La” voz del nuevo cancionero fue Mercedes Sosa, fue la capitana de ese movimiento. Cuando ella toca por primera vez en Cosquín lo que pasa es que se rompe el paradigma de un tipo de folclore y se empieza a forjar otro. En el repertorio del 82 vuelve a quebrar algunos paradigmas, sobre todo dentro del género de la música popular argentina. Porque ese disco tiene folclore, tango y rock, pero no sólo eso: tiene folclore tanto tradicional como disruptivo, y así con los demás géneros.

P: Mercedes Sosa fue reconocida muchas veces por su compromiso político. ¿Cómo evaluás hoy la relación entre los músicos y la política?
F.A.:
Me parece un poco infantil esperar que tu artista piense como vos todo el tiempo y esperar que se manifieste como vos querés que se manifieste. Una cosa es que el artista pueda o quiera manifestarse y otra cosa es pedirle que lo haga. Vimos el video de una trapera (Emilia Mernes) en donde la representante dice “de esto ella no habla”, pero también hay muchos y muchas artistas que quizás no declaran porque no les pinta. O lo hacen a su manera, como Adrián Dárgelos o la Delio Valdés. En definitiva, no es necesario que salgan a putear por redes sociales para sentir que están de nuestro lado.


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