Libro recomendado: «El ojo de Goliat», entre las tinieblas del bien y del mal

Ganadora del premio Medifé 2023, la primera novela de Diego Muzzio es una maravilla que transcurre a principios del siglo pasado, entre Edimburgo y el faro más austral de la Patagonia.

”El ojo de Goliat”, el libro del escritor argentino Eduardo Muzzio, editado por Entropía, es una magnífica novela sobre la dualidad humana, sobre el inestable equilibrio en el que se balancean el bien y el mal, la locura y la cordura. Hay faros, islas abandonadas allá en el sur del sur, y peor que eso, hombres olvidados y desquiciados allá en esos faros de esas islas abandonadas en el sur del sur. El libro ganó a fines de 2023 la cuarta edición del Premio Fundación Medifé Filba.
La historia transcurre a principios del siglo pasado, con los alaridos, las atrocidades y las bombas de la primera guerra mundial como sonido de fondo, y, sobre todo, con los ecos que esas luchas cruentas dejaron en el equilibrio (o más bien desequilibrio) mental de quienes estuvieron en el frente.


El psiquiatra inglés Edward Pierce, ex combatiente de esa guerra y herido allí con una esquirla de metal que le quedó alojada en el cerebro y le causa cefaleas insoportables, estudia a los hombres que perdieron la razón mental en esas batallas. Está convencido de que esa guerra y muchos de sus crueles métodos han producido un quiebre abismal en la psiquis. En su propia institución, el St. Bartholomew Sanatorium, a la que llama “sucursal del infierno”, trata a un caníbal, a un místico que anuncia el final de todo, al “resucitado”. Todos son ex combatientes. A todos los trata con un método que Pierce defiende con cuerpo y alma y que quiere popularizar en toda Europa: la hipnosis.


Una noche, en medio de sus horribles jaquecas, irrumpe un visitante especial, David Alan Stevenson, responsable de la Northern Lighthouse Board, y primo de Robert Louis Stevenson, el escritor que admira Pierce, sobre todo por su obra “Dr Jekyll y Mr Hyde”.

La mención que elige Muzzio no es azarosa. Es en esa dualidad, en ese trastorno psíquico capaz de producir un desdoblamiento de la personalidad, y también en los límites a veces difusos entre el bien y el mal, en el que anclará a sus personajes para mostrar el frágil equilibrio que existe entre uno y otro; lo fácil que es atravesar el espejo para quedar del otro lado.


El visitante nocturno trae un pedido especial. Quiere que Pierce trate al ingeniero David Bradley, un hombre que ha perdido completamente la razón mientras inspeccionaba un faro – llamado El ojo de Goliat- prácticamente abandonado, en un islote cercano al territorio austral de Tierra del Fuego. Un lugar escarpado, habitado sólo por cangrejos, cormoranes, nieblas espesas, y mucha oscuridad.


En ese juego de dobles que hace Muzzio, la estadía en un faro es equiparable a la guerra.Lo dice el capitán del barco que lleva a Bradley hasta ese lugar desolado: “A los faros situados en altamar se los llama “infierno”; después vienen los “Purgatorios”, más cercanos a la costa; y, por último, los “paraísos; construidos en tierra firme. El ojo de Goliat es la vanguardia de los primeros. El “infierno de los infiernos”. Pero usted, por lo que sé, ya estuvo en un lugar semejante: el frente occidental.”


Hay algo, en esas imágenes enloquecedoras de la soledad y la angustia de estar solo en un espacio mínimo de tierra, que recuerda a la película “El faro” en toda su sordidez. Dirigida por Robert Eggers en 2019, con Willem Dafoe y Robert Pattinson, el filme, en blanco y negro es un bocado amargo sobre el lento descenso a los infiernos de dos hombres abandonados en ese lugar dejado a la buenas y malas fuerzas de la naturaleza.


“El ojo de Goliat”, está dividido en tres partes. La primera une al doctor Pierce con su paciente, Bradley, aquejado por un delirio que lo hace “nadar en seco” desde que intentó huir desesperadamente de aquel faro maldito que mandó a reparar la compañía de los Stevenson (la familia del escritor construía faros, realmente).


La segunda parte es el diario que escribe el propio Bradley en ese faro perdido de la Patagonia, acosado por el fantasma de un ex habitante del lugar, por las tormentas impiadosas, por la soledad y el temor a haber sido olvidado en aquel lugar, ya sin víveres suficientes y siempre bajo la bestial mirada de un albatros enorme, negro como la muerte que parece anunciar.


Esta es quizás una de las partes más absorbentes e inquietantes de la novela. Escrita como el diario de Bradley, va mostrando al lector el lento e inexorable desacoplamiento mental de Bradley, su lenta caída en un punto de no retorno, en el túnel de la sinrazón. Lo que ve, lo que cree ver, el hallazgo del diario del ex habitante del lugar (un ser inquietante, un asesino que cree que puede pagar sus culpas en ese infierno de los infiernos), los diálogos que mantiene, las voces que escucha, incluso el vuelo de ese pájaro negro, van arrimándolo a la terra incógnita de la enajenación.


En la tercera parte, ya de regreso en el St. Bartholomew Sanatorium, el doctor Edward Pierce deberá enfrentar sus propios fantasmas y abismos cuando su teoría de la hipnosis sea cuestionada.


Hay un momento magistral en el duelo que establece Pierce con un doctor alemán, cuando este último le dice: “La hipnosis es un arma de doble filo, una irresponsabilidad que puede llegar a tener consecuencias inesperadas e indeseables”, y le cuenta el caso de un “hombrecito sin destino” al que le habían aplicado la hipnosis y “hoy es el jefe de un partido político en alza” (todo sin decir nunca que es Hitler). 


Narrado con elegancia, y haciendo uso de una estructura clásica, Muzzio se apropia de referencias de otros escritores (Stevenson, pero también Lewis Carroll y “Alicia en el país de las maravillas”), las expande por todo el texto, las reactualiza para dejar frente al lector una historia magnética y fascinante.


“El ojo de Goliat” se mueve entre los límites difusos del bien y el mal, de la cordura y la locura, entre los ecos de la literatura fantástica y los sonidos ensordecedores de una guerra que destruye todo. Y todo eso, los escenarios ensangrentados, la soledad infinita de ese islote abandonado, los dobles aparentemente opuestos, y los espeluznantes rincones de la mente se hilvanan en la historia mostrando que quizás no estén tan lejos unos de otros.
Es un libro fascinante, para no soltar.


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