Literatura y automóviles

Cuentan que Gabriel García Márquez encontró la forma final de su novela más famosa mientras conducía su auto hacia Acapulco. Ese mismo vehículo luego lo vendió para poder dedicarse exclusivamente a escribir “Cien años de soledad”.

Si la literatura del siglo XIX descubrió el ferrocarril, la del siglo XX fue la del automóvil. Desde el futurismo de Marinetti y su “Canción del automóvil” (¡Dios vehemente de una raza de acero,/ automóvil ebrio de espacio…) hasta la actualidad, el coche ha protagonizado páginas brillantes de la literatura mundial.
Cuentan que García Márquez encontró la forma final de su novela más famosa mientras conducía su auto hacia Acapulco. Ese mismo vehículo luego lo vendió para poder dedicarse exclusivamente a escribir “Cien años de soledad”.
“El coche sirve en la literatura para el amor y el cortejo, para escapar (del hambre, del peligro, de la rutina, de la opresión), para matar y morir, para empezar de nuevo, como signo de estatus, como rito de paso, como instrumento de liberación (de todo tipo de cautiverio, incluido el del hogar patriarcal), como agente de excitación sexual”, asevera con mucha razón el crítico Manuel Rodríguez Rivero.
Hay un cuento memorable de Cortázar, “La autopista del Sur”, que narra un embotellamiento que permite que las personas bajen de sus autos y se relacionen entre sí; pero todo vuelve a la “normalidad”, es decir, al aislamiento, a la velocidad, a la alienación de la vida moderna cuando se despeja la autopista. En este cuento los personajes están unidos a determinados modelos de coches, la mayoría franceses aunque hay italianos e ingleses también.
Siempre hay un automóvil inolvidable en nuestras vidas. ¿Cuál es el tuyo, lector, lectora? El mío, curiosamente, es uno que no perteneció a la familia; sino a mi tío Miguel. Una gloriosa y vieja Jeep Gladiator blanca y de techo rojo. Allá íbamos con mi primo y mi hermano bebiéndonos el viento parados en la caja; mientras mi tío peleaba con el volante para evitar que la chata en medio de los médanos se saliera de la huella. Allá vamos en mi memoria, siempre en la caja y acompañados por el sonido quejoso del motor por los caminos de la libertad plena que es la infancia.


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