Reliquias (II): la camiseta de Maradona, el corazón de Chopin, la máscara de Dante
Esta semana fue noticia la recuperación para Argentina de la camiseta que usó Maradona en la final del campeonato del mundo. Pero nosotros vamos ya en otra dirección, la que apunta hacia esa costumbre necrofílica de conservar algo de los cuerpos de gente ilustre fallecida.
Hablábamos de reliquias y un claro ejemplo de su importancia ha sido esta semana la noticia de la recuperación para Argentina de la camiseta que usó Maradona en la final del campeonato del mundo. Pero nosotros vamos ya en otra dirección, la que apunta hacia esa costumbre necrofílica de conservar algo de los cuerpos de gente ilustre fallecida.
Cuentan que el músico polaco Frederic Chopin (1810- 1839) tenía pavor a ser enterrado vivo y le hizo prometer a su hermana que si él moría ella tenía que pedir la autopsia. Cuando falleció su hermana se llevó secretamente el corazón preservado en un frasco con coñac a Polonia. Gracias a la ayuda de patriotas polacos el frasco fue escondido en una de las columnas de la iglesia de la Santa Cruz, en Varsovia. Allí permaneció hasta los bombardeos alemanes que destruyeron la iglesia y al parecer el frasco fue rescatado por un general nazi quien lo tuvo en su poder hasta que volvió a las manos de un cardenal polaco. Hoy el corazón de Chopin sigue estando en uno de los pilares de la iglesia ya reconstruida y es lugar de veneración.
En el afán de poseer reliquias de nuestros difuntos caemos en conductas muchas veces inexplicables. Cuando en 1903 llevaron los restos de Manuel Belgrano al mausoleo donde hoy descansan, dos ministros del presidente Roca fueron sorprendidos robándose algunos dientes del prócer. Azorín, el escritor español, aprovechó el traslado de los restos de uno de sus autores más admirados, Mariano José de Larra, para sacarle un botón a la levita que tenía el difunto y que guardó de por vida. Lo mismo hizo Mary Shelley, la autora de “Frankenstein”, guardó el corazón de su marido, el poeta Shelley, en un cajón de su escritorio.
Durante siglos se usaron las máscaras mortuorias, construidas en yeso o cera, que copiaban los rostros de las personas fallecidas. Gracias a esas máscaras podemos tener una idea un poco más clara de cómo eran Dante, Shakespeare, Goethe, Tolstoi. El escritor e ilustrador Maurice Sendak, gran admirador del poeta John Keats, tenía su máscara mortuoria frecuentemente en su almohada haciéndole compañía. En fin, contra gustos…
Hablábamos de reliquias y un claro ejemplo de su importancia ha sido esta semana la noticia de la recuperación para Argentina de la camiseta que usó Maradona en la final del campeonato del mundo. Pero nosotros vamos ya en otra dirección, la que apunta hacia esa costumbre necrofílica de conservar algo de los cuerpos de gente ilustre fallecida.
Registrate gratis
Disfrutá de nuestros contenidos y entretenimiento
Suscribite por $1500 ¿Ya estás suscripto? Ingresá ahora
Comentarios