Esta vez no fue Osama

por JORGE GADANO

Enterado del desastre que dejó a la ciudad de Nueva Orleans, de 500.000 habitantes, semidestruida y bajo una masa de agua de hasta seis metros, el presidente de los Estados Unidos, George W. Bush, dijo: «Nuestros corazones y nuestras plegarias están con nuestros compatriotas a lo largo de la costa del Golfo de México».

A las víctimas, sin embargo, no les alcanzará con corazones transidos y plegarias enfervorizadas. La magnitud de la catástrofe ocasionada por el huracán Katrina, que el lunes pasado recorrió a más de 200 kilómetros por hora los estados de Louisiana, Mississippi, Florida y Alabama, no puede medirse todavía. Los muertos eran un centenar el miércoles, varios miles el jueves, y otros miles se sumarán a medida que las aguas bajen. Entre ellos, muchos negros y pobres, tal cual lo dejó entrever el diario «The Miami Herald», al informar que «los distritos séptimo, octavo y noveno (de Nueva Orleans) habitados sobre todo por negros y pobres, sufrieron las peores consecuencias». Los daños materiales se estimaban provisoriamente en 35.000 millones de dólares. La gobernadora de Louisiana, Kathleen Blanco, dijo que «es una inmensa tragedia», mientras no paraba de llorar. Pero tampoco bastará con el llanto.

Esta vez no se puede culpar al terrorismo. Sería «la fatalidad» originada en un fenómeno natural imprevisible, la responsable de la calamidad. Pero la prensa liberal estadounidense editorializó contra las autoridades comunales, estaduales y nacionales. «The New York Times», en un editorial titulado «La venganza de la naturaleza», criticó a las autoridades que, según un despacho publicado en el diario «La Nación», «sacrifican la naturaleza en pos del desarrollo y de las ganancias económicas».

Nueva Orleans es una ciudad que, en algunas áreas, está a seis metros bajo el nivel del mar. La aprisionan, al norte, el lago Pontchartrain, y al sur el caudaloso Mississippi. Para contener las inundaciones se construyeron diques, canales y sistemas de bombeo. Pero el agua impelida por el huracán rompió los diques y se adueñó de la ciudad. Expertos citados por el «Times» dijeron que la construcción de viviendas sobre terrenos que habían sido pantanosos afectó la protección natural de la ciudad. Una experta, Shirley Laska, afirmó en junio pasado que «no hay un solo lugar seguro en Nueva Orleans». Como las aguas subterráneas son bombeadas constantemente, la ciudad se hunde entre dos y tres centímetros por año.

El «Washington Post» se ocupó de la influencia del calentamiento global en la contundencia del Katrina. Publicó declaraciones del experto en clima Kevin Trenberth, quien dijo que «hay señales claras de que el calentamiento global incide». Otro experto, Thomas Knutson, dijo que el calentamiento global provoca una mayor intensidad de los huracanes, y los defensores del medio ambiente reiteraron sus críticas al presidente Bush por haberse negado a firmar el Protocolo de Kioto, que establece medidas para la reducción del llamado «efecto invernadero».

El mencionado protocolo, definido como «el tratado medioambiental más ambicioso del mundo», fue aprobado en la «Tercera conferencia de las partes de la convención marco de las Naciones Unidas sobre cambio climático», que se realizó en diciembre de 1997 en la ciudad de Kyoto, Japón. Fue la culminación de reuniones que se iniciaron en 1992 durante la «Cumbre de la Tierra» que se hizo en Río de Janeiro con el objeto de poner límites a la emisión de gases de efecto invernadero.

Con la adhesión de 141 países, el protocolo entró en vigencia el 16 de febrero de este año. Estados Unidos, primer contamidor mundial por ser país responsable del 36 por ciento de las emisiones, no adhirió. En el 2001, el presidente Bush adelantó que su país no ratificaría el tratado «por el bien de la competitividad de sus empresas».

En marzo pasado, un mes después de que el protocolo entrara en vigencia, la prestigiosa revista «Science» publicó dos estudios del Centro Nacional de Investigación Atmosférica de los Estados Unidos. Esos trabajos advertían que, aún cuando las emisiones de gases contaminantes dejaran de aumentar, la temperatura de la Tierra y el nivel de los océanos «seguirían subiendo en los próximos siglos».

Antes, en octubre del 2004, un despacho de la agencia AFP decía que «debido al dióxido de carbono -producido por plantas industriales y automóviles- y otros gases ya acumulados en la atmósfera, la temperatura media del planeta subirá en un promedio de dos grados para el 2010, según científicos de la ONU. Esto aumentará el riesgo en frecuencia e intensidad de olas de calor, inundaciones y huracanes, como los que devastaron el Caribe y zonas del este de los Estados Unidos en las últimas semanas» (anteriores al mes citado).

No obstante, la secretaria de Estado de los Estados Unidos, Condoleeza Rice, dijo en febrero pasado que el protocolo «es muy dañino y negativo para la economía estadounidense» y que, por lo tanto, «no es parte de nuestro futuro».


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