Fin del minué

Por Carlos Torrengo

Se terminó el minué.

Final para la sonrisas.

Repentinamente, uno de los bailarines se transformó en toro tobillero.

Toro difícil. Cabeza grande, gacha. Mirada casi obsesiva a las engalanadas zapatillas del torero. Toro concentrado y de largas pausas en sus movimientos.

Pero cuando arranca, agarrarse.

Así hace política y conduce la economía Domingo Cavallo. Así acumula y juega poder.

Con el giro imprevisto. Avanzando siempre sobre objetivos que por largo tiempo permanecen en nebulosa para muchos argentinos.

Un Cavallo convencido de la utilidad de una reflexión que años atrás alguien le deslizó en un papel: «Los mejores servidores del Estado son raramente los más flexibles. Es mala política excluir de los cargos a los hombres de carácter fuerte por la simple razón de que son difíciles».

Este es el Cavallo de ayer y de hoy.

El núcleo duro de su pensamiento en materia financiera – moneda dura y responsabilidad fiscal -, está vigente.

Pero el gobierno rionegrino no está muy convencido de la existencia de esa continuidad de pensamiento.

Viene de superar el amague de infarto masivo que lo ganó cuando De La Rúa convocó a Cavallo.

Pero con el correr de estas semanas, la administración Verani se deslizó rumbo a un insólito convencimiento: Cavallo cambió, los años también pasaron para él.

– ¡Fíjense como ha cambiado su pensamiento, que ahora es proteccionista! – sentenció muy seguro días atrás un miembro del gabinete del gobernador Pablo Verani.

En ese medio, este diagnóstico se fortalecía al compararse el recorte del gasto público alentado por Ricardo López Murphy con el propuesto por Cavallo.

– La tijera de López Murphy era inmensa, la de «Mingo» un alicate – ironizó el martes muy seguro el mismo funcionario.

De ahí a creer que se podía reducir la relación provincia-Economía a un simple minué, hubo sólo un paso.

Una cuestión donde a la hora de hablar de ajuste en las finanzas de la provincia primarían más las excelentes relaciones que Verani mantiene con De la Rúa y el ministro coordinador Christian Colombo, que las exigencias de Cavallo.

– Pablo habla con Fernando y el gordo Colombo – confesaba días pasados en Roca un veranista con influencia sobre el gobernador.

Pero ayer Cavallo dejó en claro que el que corta el bacalao en el seguimiento de las finanzas provinciales es él.

Al confirmar información suministrada por un matutino porteño en cuanto a que Río Negro está incumpliendo sus deberes fiscales, dio por tierra con el minué imaginado por el gobierno rionegrino. (Más información página 17).

Crujió entonces la administración Verani.

La respuesta del gobernador fue de «error» en la información cuando a media tarde sólo se conocía lo informado por el diario.

Una defensa ineficaz cuando llegaba la noche y Cavallo asumía como propio lo publicado por el matutino.

El fin del minué debería ser útil al gobierno rionegrino en distintas direcciones:

*) Convencerse que en el gobierno nacional, el poder real lo tiene Cavallo. Esto es así entendiendo al poder no sólo como una expresión de la capacidad del ministro para definir el conjunto de las políticas de Estado, sino también como una consecuencia de lo que la sociedad imagina y espera que Cavallo logre.

*) Entender que en este escenario de crisis, el presidente de la Nación, el conjunto del gabinete e incluso el partido radical, están subordinados a las iniciativas de Cavallo si es que quieren seguir gobernando. Y sin lugar a dudas, esta realidad se acentuará si la economía argentina recupera niveles de crecimiento.

*) Admitir que la dependencia de Cavallo que tiene el gobierno radical – es fellinesco sostener que pertenece a la Alianza -, no necesariamente será coyuntural. En consecuencia, está también aquí abierta la posibilidad de que por un largo plazo el destino del radicalismo como expectativa de poder, este en manos de Cavallo, al que quizá tenga que aceptar como un «correligionario más». Si esto es así, no serán pocos los radicales que deberán resolver esa «contradicción» vía la formidable reflexión de Harry Truman: «Al que no le gusta el calor que salga de la cocina».

*) Aceptar que las provincias en manos del radicalismo tienen su suerte ligada a Cavallo, aún ejerciendo la legítima crítica. O sea, que de nada valen cuando hay un todo comprometido, las expresiones emocionales, altisonantes y demagógicas tendientes a conformar coaliciones de gobernadores destinadas a resistir épicamente las iniciativas del ministro.

*) Reconocer que hoy no tiene ningún sentido colisionar con Cavallo si no es desde la ponderación de ideas. Ningún gobernador radical puede afirmar sin ponerse rojo de vergüenza, que la Nación es culpable en términos absolutos, del déficit fiscal de sus provincias. Afirmar eso es una mentira ante el presente y cobardía ante la historia. Y sin embargo se afirma. Se elude hablar de la responsabilidad propia sobre la generación de esas crisis.

*) Y sería interesante que los radicales admitiesen como paradigma lo que recientemente dijo el joven ministro de Educación Andrés Delich: «Para pensar en el futuro, los radicales tenemos que alejarnos mucho de nuestro pasado».

Reflexión simple.

Forjada en el sentido común.

Pero interesante cuando surge de un partido tan renuente a ser algo más que una voluntad política.

Un partido que se está jugando su existencia.


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