La Revolución del Riego II: El padre Alejandro Stefenelli y su visión del potencial agrícola del Valle

Lejos del canal de riego, concibió una primera solución: una gran noria para extraer agua del río, impulsada a caballo. Más adelante conseguiría una bomba motorizada.

En las postrimerías del siglo XIX, mientras la Patagonia se forjaba a golpe de arado y coraje, una visión audaz prendió en el corazón del padre Alejandro Stefenelli. “En numerosos viajes de excursión tuve ocasión de conocer palmo a palmo las riberas de los ríos Negro y Colorado y desde entonces formó mi ensueño la idea de ver transformadas aquellas tierras en preciosos centros agrícolas, activados por laboriosos agricultores, que disfrutando de las aguas corrientes, enriquecerían a sus hogares y al país”, escribió el visionario sacerdote en una carta a legisladores nacionales en noviembre de 1899.


Pero no era el riego a gran escala lo que inicialmente impulsaba al Padre Stefenelli, sino la firme convicción de fundar un colegio agrícola, aprovechando el potencial de la región. En junio de 1890, dio el primer paso: la compra de una concesión de 120 hectáreas al señor Olivieri, un terreno que se extendía desde la planta urbana de General Roca hasta la vera del río Negro. Por entonces, para asegurar la propiedad, era indispensable alambrar y cultivar.
Ante la falta de recursos de Olivieri, Stefenelli no dudó y adquirió la concesión por $400 de la época. Hoy, esa tierra es la chacra N° 255, ubicada detrás del Colegio San Miguel, dividida en múltiples parcelas.

De norias improvisadas a la hazaña de un motor a vapor
Una vez obtenida la propiedad definitiva de parte del inspector de Tierras, el Padre Stefenelli se abocó a la tarea de cercar y sembrar. Sin embargo, un obstáculo fundamental se interponía: la falta de riego.
El Canal de Furque, conocido como el “Canal de los Milicos”, se encontraba a más de dos kilómetros al norte, y la construcción de un canal desde allí resultaba prohibitivamente costosa. Fue entonces cuando la ingeniosa mente de Stefenelli concibió una solución más cercana: una noria de grandes dimensiones para extraer agua del río.
La noria, construida por P. Roggerone con rudimentarios engranajes de madera y cangilones improvisados con latas, era impulsada por un caballo. Aunque este primer experimento demostró ser prometedor, la escasez de agua limitaba su alcance.
Sin rendirse, el padre Stefenelli viajó a Buenos Aires y adquirió varios tarros de cinco litros que, sumados a la noria, le permitieron cultivar seis hectáreas de verduras y algunos cuadros de frutales y viñas.

El gran salto

El primer motomóvil del alto Valle del río Negro, traído por el padre Alejandro Stefenelli en 1896 (foto “El padre A. Stefenelli” de Jaime Belli)

Sin dejar atrás la construcción de su soñada escuela agrícola llegó en 1896 con la compra del primer motor y bomba de riego.
La adquisición, también realizada en Buenos Aires, fue una epopeya en sí misma. Un motor a vapor de 14 caballos de fuerza nominales, con una centrífuga de 10 pulgadas de diámetro capaz de elevar 300.000 litros por hora, emprendió un viaje titánico.
Desde Carmen de Patagones hasta Roca, la mole de 6.000 kilogramos recorrió 620 kilómetros en 27 días, arrastrada por varias yuntas de bueyes.
Una vez instalada a orillas del río, la bomba, accionada por el flamante motor, comenzó a insuflar vida a la chacra, transformando el sueño de un valle fértil en una prometedora realidad.
Su ideal estaba se estaba cumpliendo. La escuela estaba rodeada de colonos, amigos con quienes compartía experiencias, enseñanzas y las máquinas de la institución.