Apuntes de una bodega pionera en la Patagonia
Este apunte recupera los primeros pasos de una bodega pionera en la Patagonia, documentando cómo Huergo y Canale impulsaron uno de los proyectos vitivinícolas más tempranos y ambiciosos del sur argentino.
Cuando Luis A. Huergo y Humberto Canale llegaron al sur, Argentina vivía una etapa de expansión acelerada: se abrían puertos, crecían los tendidos ferroviarios y se multiplicaban los caminos. La política liberal impulsada por Julio A. Roca y continuada por Juárez Celman favorecía la llegada de capitales extranjeros, especialmente británicos, que dejaron una huella profunda en el desarrollo económico de la región.
Un regreso decisivo a la Patagonia
Huergo conoció la Patagonia en 1879, durante la Campaña al Desierto, cuando se le encomendó estudiar la navegabilidad del Río Negro. Pasaron treinta años hasta que volvió, esta vez acompañado por su joven discípulo, Humberto Canale. La diferencia de edad —Huergo rondaba los 70 años y Canale apenas superaba los 30— no impidió que compartieran un mismo proyecto: impulsar un emprendimiento agrícola y vitivinícola a más de 1.200 km del puerto de Buenos Aires. La distancia, el esfuerzo y el tiempo no fueron obstáculos para su visión, que pudieron concretarla a partir de 1909.
El establecimiento agrícola (1916)
Solo habían transcurrido siete años desde que comenzaron las primeras labores de labranza sobre 400 hectáreas, y para 1916 ya no quedaba un palmo de tierra sin roturar ni preparar para la siembra.

Plantaciones y cultivos
La mayor parte de la superficie cultivada estaba dedicada a la vid. En prolijos cuadros alineados y sostenidos por alambres, más de 110 hectáreas producían variedades como Médoc, Cabernet, Semillón, Moscatel rosado, Pinot, Malbec y Criolla. Otras superficies se destinaban a forrajes y cereales, con el trigo ocupando la mayor extensión. La huerta del establecimiento superaba las 30 hectáreas de hortalizas y legumbres, a las que se sumaban más de 30.000 frutales en producción —duraznos, ciruelos, manzanos, guindos, perales y membrillos— junto con ensayos de nogales, castaños y otras especies exóticas que prometían aclimatarse.

La bodega: de un ensayo a una industria en expansión
El avance agrícola vino acompañado por una infraestructura en crecimiento. El establecimiento contaba con talleres de herrería, carpintería y tonelería, además de una bodega que, nacida como un simple ensayo, se había ampliado con rapidez. La última cosecha había alcanzado los 600 cascos de vino, logrando excelente aceptación, especialmente en el tipo común, destacado en la licitación de la Cuenca Vidal incluso frente a ofertas más económicas.
Se proyectaba que la producción siguiente llegara a los 2.000 cascos gracias a las mejoras incorporadas. Huergo y Canale ya planificaban una bodega modelo, equipada con maquinaria moderna y preparada para elaborar hasta un millón de litros de vino. También contemplaban la instalación de una futura fábrica de dulces y compotas.
Un establecimiento líder en la región

Todos estos avances consolidaron al emprendimiento como uno de los más importantes del sur argentino. La administración estaba a cargo de Ernesto Tuduri, reconocido por su dedicación y capacidad para llevar adelante una tarea tan compleja como prometedora.
Cuando Luis A. Huergo y Humberto Canale llegaron al sur, Argentina vivía una etapa de expansión acelerada: se abrían puertos, crecían los tendidos ferroviarios y se multiplicaban los caminos. La política liberal impulsada por Julio A. Roca y continuada por Juárez Celman favorecía la llegada de capitales extranjeros, especialmente británicos, que dejaron una huella profunda en el desarrollo económico de la región.
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