Imposible resistirse a encantos de La Habana

LA HABANA (AP)- Muchos advierten que la Vieja Habana es sólo una fachada, pero es imposible resistirse a sus encantos. Desde el balcón del cuarto de mi hotel se cuelan los sones de las guitarras. Bajo a la calle y sobre la calzada adoquinada disfruto de un cigarro y veo a una adolescente que presenta a su novio a sus padres mientras se sientan en un banco y pasan un cigarrillo de mano en mano. Todo parece transcurrir en cámara lenta. El área es más verde de lo que imaginaba, con los árboles alineados en las plazas. Se ve a varios hombres jugar balonmano en el patio de uno de los innumerables edificios vetustos de la ciudad. Para un extranjero que no viene con nociones preconcebidas sobre Cuba, ya sea como el villano mundial o el paraíso socialista, cada callejuela y avenida, cada conversación con un cubano, complica el panorama. Aunque cientos de miles de cubano-estadounidenses hacen el viaje todos los años y que los viajeros siempre hallan el modo de venir, el embargo estadounidense impidió a muchos más visitar un país a solo 150 km al sur de Florida. La decisión del presidente estadounidense Barack Obama el mes pasado de mejorar las relaciones con Cuba y flexibilizar las reglas de comercio y turismo con la isla cambió la situación. El gobierno estadounidense insiste en que sólo determinadas categorías de ciudadanos pueden visitar Cuba, pero la eliminación de un proceso de preautorización significa que ahora casi cualquiera puede venir. En la Plaza Vieja, una boutique Paul & Shark vende jerseys por la misma suma que un médico cubano gana en varios meses. La ciudad ofrece nuevos bares y restaurantes. Algunos de los mejores pertenecen a personas que tienen conexiones con el gobierno comunista, acceso al dinero de los expatriados, o ambos. Los murales están desgastados y a veces completamente desdibujados, lo que descubre vetas de ocre en los muros que solían exhibir lemas e imágenes de Fidel Castro y el Che Guevara. En la Plaza de Armas del Siglo XVI, un hombre me ofrece impresiones fotográficas de The Associated Press de la década de 1950 junto con otras reliquias del período de Fulgencio Batista, además de los infaltables recuerdos de la revolución. Un minuto después, un joven se me acerca para ofrecerme “lindas muchachas’’. Las avenidas principales están bien pavimentadas. Hay semáforos modernos con cuenta regresiva de segundos para anunciar cuándo cambiará la luz, pero las arterias atraviesan vecindarios que muestran desde mansiones desvencijadas que tuvieron su hora de esplendor hasta edificios destartalados que parecen sostenerse de milagro.


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