Influencias literarias: Dante, la Divina Comedia y sus sucesores

“Un clásico es un libro que nunca termina de decir lo que tiene que decir”, dijo Ítalo Calvino. Es por ello que en la avenida de los siglos y hasta la actualidad innumerables obras artísticas (música, escultura, pintura, literatura) tienen la influencia de la “Divina comedia”.
Un pequeño recorrido por su ascendiente en el panorama literario muestra cuán presente está el poeta florentino en algunas obras de la contemporaneidad. Ese recorrido es aleatorio, viene guiado por el hilo de la memoria. Y así el primero que llega es –cuándo no– Rubén Darío. La referencia a Dante es constante en toda su poesía. Recuerdo el comienzo de “Thanatos”, cuando Darío ya era un poeta desencantado y lejos habían quedado aquellos tiempos y floreos Modernistas. “En medio del camino de la Vida…/ dijo Dante. Su verso se convierte:/ En medio del camino de la Muerte.// Y no hay que aborrecer a la ignorada/ emperatriz y reina de la Nada”…


Es difícil no relacionar esa maravilla narrativa que es “Pedro Páramo” con la “Divina Comedia”. Rulfo toma de Dante la posibilidad de que un vivo explore el mundo de los muertos y Comala en el fondo no es otra cosa que un pueblo infernal, un mundo de muertos al que llega y se relaciona con ellos el protagonista, Juan Preciado. “Cálmese. Ya lo sentirá [el calor] más fuerte cuando lleguemos a Comala. Aquello está sobre las brasas de la tierra, en la mera boca del Infierno. Con decirle que muchos de los que allí mueren, al llegar al Infierno regresan por su cobija». En definitiva en “Pedro Páramo”, no hay una delimitación clara entre ambos mundos. Lo trágico de la novela radica en la imposibilidad de salvación.


“Adán Buenosayres” es la gran novela de Leopoldo Marechal, entre la multiplicidad de influencias, sin dudas está la de Dante. Es clara la filiación en su parte final titulada “El Viaje a la oscura ciudad de Cacodelphia”. Hay aquí un descenso infernal del protagonista guiado por el astrólogo Schultze. Adán recorre sus círculos y asiste al espectáculo de un mundo en total descomposición.
El legado de Dante en el siglo XX se corporiza en una suerte de infierno del desencanto en Marechal, Rulfo y Darío.


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