Jorge y su tesón para superar la adversidad

Hace 7 años se quedó ciego luego de un golpe. Ello no le impidió trabajar e ir a la universidad.

CIPOLLETTI (AC).- Jorge Cárdenas tiene 32 años y hace siete que se quedó completamente ciego. Lo que a otros puede sumir en la desesperanza más grande, a este joven nacido en Bariloche no le impidió buscarse un empleo que prescindiera de su vista y, como si ello fuera poco, hace un tiempo encaró una carrera universitaria porque lo que más quiere es ser psicoanalista.

En la municipalidad de Cipolletti, donde trabaja de telefonista, a Jorge lo adoran. Se nota que no es compasión, sino respeto y cariño por un compañero que se los supo ganar.

No perdió la vista de un día para otro, pero el detonante sí fue sorpresivo: se golpeó la cabeza con una estantería y ese accidente terminó de dañar sus retinas, que «ya estaban débiles desde hacía años, de hecho tenía miopía», le contó a «Río Negro» esta semana.

Las incontables operaciones a las que se sometió no pudieron darle una solución. Claro que Jorge cuenta estas cosas con resignación, pero sin un solo dejo de desesperanza. Es más: es agradable escucharlo decir que, a pesar de su ceguera, sus recuerdos están llenos de imágenes. «Por ejemplo, si a la noche me acuerdo de que estuve caminando por la plaza lo que tengo en la cabeza es la imagen de la plaza».

Cuando, hace seis años, vino de su Bariloche natal a vivir a Cipolletti (había perdido su empleo), hacía una década que su madre estaba aquí. En la cordillera quedaron su ex mujer y su hijito Adrián. En marzo, preocupadísimo por la falta de recursos en su casa, lo fue a ver al intendente Julio Arriaga. Y así consiguió un empleo eventual en la municipalidad.

Quizás pocos repararon, pero para ser telefonista no se necesita la vista, especialmente porque cualquier apunte puede tomarse en Braille, el sistema de escritura por relieve que se lee con los dedos. Es el mismo método que utiliza para tomar apuntes en sus estudios de Psicología en la Universidad de Flores, donde también le dieron una mano con una beca.

El año pasado había intentado suerte en Buenos Aires, donde comenzó a cursar el ciclo básico común (CBC) para la misma carrera que ahora encaró, pero tuvo que regresar con su madre, que es empleada doméstica, porque el dinero no alcanzaba. En realidad, más que tomar apuntes en Braille de las cátedras, Jorge las graba y, con la ayuda de compañeros y de una docente de la escuela especial 4, las transcribe. A otra escuela especial pero de Neuquén acude en busca de conocimientos de computación, gracias a la ayuda de sus docentes y de los programas con voz.

Es lógico que, como algunas cosas le demandan más esfuerzo, no curse las cinco materias correspondientes al período. Optó por profundizar en tres. Por ahora, no rindió ningún final pero aprobó varios parciales.

Otro sitio donde Jorge encuentra manos que lo ayudan es el hospital de ojos Santa Lucía, de Buenos Aires, al que debe acudir periódicamente para hacerse chequeos.


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