La libertad de información como necesidad vital

Por Rodrigo Madrigal Montealegre (*)

El hombre ha sentido la imperiosa necesidad de percibir el contexto vital en el cual está inmerso. Esta información es indispensable para alimentarse, defenderse, protegerse, superarse y mejorar su condición. La naturaleza, sin embargo, fue poco generosa con el hombre, al dotarlo con órganos poco eficientes y convirtiéndolo en uno de los seres más vulnerables y más precarios.

Pero su inteligencia le ha permitido inventar los instrumentos que le han permitido suplir esas deficiencias físicas y lograr aumentar sus facultades. El telescopio y el microscopio son como prótesis que le permiten contemplar los confines del Universo y las partículas más diminutas.

De igual forma la conjunción de la escritura, la imprenta y la rotativa culminaron en la prensa, que cumple con la importante función universal de satisfacer importantes necesidades físicas, espirituales, mentales y vitales del hombre moderno.

A su vez, el hombre sólo ha podido sobrevivir en comunidad, porque necesita la cooperación para alimentarse, procrearse, protegerse y desarrollarse como un ser social, mientras que el individuo y solitario estaba condenado a enloquecer, sufrir y perecer.

Eso le han impuesto la imperiosa necesidad de comunicar emociones, ideas, intereses e ideales, lo que ha logrado a través de los gestos, la música, la danza, la pintura, la música, la palabra o la escritura y de instrumentos inventados gracias a la creatividad y a la tecnología moderna.

La libertad no es, por lo tanto, una concesión magnánima y gratuita, sino un derecho vital del hombre, en su eterno afán de descubrir la verdad. Por eso, el auténtico periodista es un apóstol de la verdad, ese patrimonio antes reservado sólo a los príncipes, a los pontífices y a los tiranos.

Además, con la tecnología moderna, resulta inútil el intento de mantener a toda una nación en la ignorancia, porque la verdad siempre termina infiltrándose como la luz del sol. Tratar de aislar y secuestrar a todo un pueblo, en nuestra época, es inútil, insensato y absurdo.

Impedir, entorpecer, deformar, ocultar o mutilar la realidad -como Procusto- equivale a condenar a las naciones a la miseria, al hambre, al oscurantismo, a la castración mental y al atraso perpetuo. Equivale a petrificar el progreso, a negar el derecho a ser libres, a progresar o a frustrar sus legítimas aspiraciones de superación material, intelectual y espiritual.

La prensa tiene como misión investigar, verificar y alertar sobre las violaciones y los abusos cometidos contra la sociedad. Su sagrada misión consiste en denunciar los intereses sórdidos que atenten contra la libertad, la democracia y los derechos humanos.

La libertad de información permite, además, que la prensa se convierta en la arena donde se enfrentan las ideas, en la palestra del pensamiento, en el foro de la inteligencia, en la barricada de la denuncia, en la trinchera contra el abuso y en el altar del debate democrático. La libertad de expresión es, por eso, el mejor tributo a la tolerancia, al disentimiento y a la confrontación de las ideas.

(*) Ganador del Concurso Chapultepec de Ensayos para este año de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP). Es director de un diario y actualmente profesor de Ciencias Políticas en la Universidad de Costa Rica.


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