“La maternidad es una elección” para Ana Katz

Ana Katz, actriz y directora de cine habló con “Río Negro” de su última película.

Cine

“Mi amiga del parque”, dirigida por Ana Katz (Buenos Aires, 1975), quien además actúa en la película, es la historia de Liz (Julieta Zylberberg), que está en crisis y se enfrenta a los miedos y dudas como madre primeriza de Nicanor. Mientras su marido (Daniel Hendler) está de viaje, Liz va a la plaza con su bebé de tres meses y conoce a Rosa (Katz) y Renata (Maricel Álvarez), “las hermanas R”, que pertenecen a una clase social más baja.

“Se va generando una relación donde se contraponen formas distintas de procesar las cosas que, a veces, vienen como de distintos estratos sociales; pero también de distintas maneras de andar por el mundo. Como que las ‘hermanas R’, en relación al modelo de maternidad más instalado, proponen el ‘vamos viendo’. Una cosa más espontánea, que genera un vínculo muy genuino en un momento de mucha necesidad”, le dice Katz a “Río Negro” sobre su última película, que fue celebrada por varios críticos como uno de los estrenos nacionales más destacados de este año.

La actriz y directora, elogiada por películas anteriores como “El juego de la silla”, “Una novia errante” y “Los Marziano”, cuenta que el primer desencadenante para hacer “Mi amiga del parque” salió de su propia experiencia de vida, como madre de dos hijos. “Siempre es como una mezcla de cosas que uno vive, ve e imagina. Pero la película va más allá de la maternidad. Creo que toca, sobre todo, esos momento donde se manifiesta lo más esencial de la vida: cuando uno siente que está solo, pero no de compañía de alguien, sino en relación a lo más trascendental que nos pasa. Así como uno nace, se enamora y muere, también vive la responsabilidad de cuidar a otro en soledad”, sostiene Katz.

-¿Por qué Liz se involucra con dos hermanas un poco misteriosas?

-Creo que Liz no está cómoda, al contrario. Está en medio de una crisis muy grande, en una casa nueva, murió su mamá hace poco, el marido está de viaje… Está tratando de entender cómo es esa revolución que significa haber sido otra persona hasta hace tan poco tiempo. Porque, de alguna manera, una mamá lo que hace es ser dos personas mientras el bebé es chiquito y lo cuida, y se ocupa de ver cuándo ese bebé siente hambre, sueño o frío. Eso que suena tan natural, que tiene que ver con poder empatizar y conectarse con el cuerpo de otro, es una cosa muy compleja que muchas veces requiere un tiempo importante de las madres de poder entender de a poco ese cambio tan profundo de realidades para vivir en el mundo.

– Liz encuentra en el parque un grupo de gente como ella, de clase media, pero sin embargo se hace amiga de las hermanas.

-A veces los parecidos ofrecen más de lo mismo. Las “hermanas R” lo que tienen, que no tienen el grupo de las otras, es un grado de libertad mayor; como una conexión con las cosas que le van pasando que es más espontánea y que tiene que ver con tratar de resolverlo sin tantas bajadas de línea. Liz está buscando una voz diferente. Cuando uno está estable, resguardado y contento con cómo es su mundo, es difícil mirar para el costado. Cuando uno está en un momento de mayor incertidumbre es donde estos amigos espontáneos pueden surgir y dar repuestas muy novedosas a formas muy arraigadas en cada uno.

-En la película se plantea, de algún modo, que no es tan distinto lo que siente una madre biológica y una adoptiva, ¿no?

– Absolutamente. Yo creo que la maternidad es una elección y, tal vez, ese es el punto más polémico de la película. Muchas veces se intenta contar, desde una lógica más de animalito, que la madre cuida al bebé porque es lo que trae en los genes. Para mí no es así, es una elección muy fuerte de mucho amor y compromiso, por eso me gusta despegarla de lo biológico.

– La frase de Nicanor Parra “que nos arrimemos todos como gallinas cuidando a sus pollitos”, encierra en la película un deseo de vivir más unidos y sin tanta distinción de clases, ¿no?

-Sí, totalmente. Cuando vas al parque, que sigo yendo todos los días, es uno de los pocos lugares en las ciudades donde creo que se junta gente que viene de distintas partes. Hablás, te conectás y te das cuenta de que los niños tienen todos las mismas necesidades de amor y de cuidado. Todo lo que viene después es también un invento muy ocurrente pero muy ligado al consumo, y no es lo que necesitan las personas.

– Por eso está la posibilidad de que funcione la amistad entre Liz y las hermanas, que es una propuesta integradora.

– Exacto y me alegro que se lea eso porque es la esencia de la peli y donde más quise hacer foco. Pero tampoco lo quería contar desde un lugar idealista de la ruptura de las clases. Es un tema muy complejo y lo quería trabajar desde la parte como más concreta, que tiene que ver con los niños, con cuidarlos. Un tema que está en general fuera de agenda pero para la gente es muy importante.

-¿Cuáles fueron las dificultades a las que te enfrentaste en la película?

– Poder trabajar las capas del guión para no asumir que es todo lindo o todo feo, que es lo que me parece que enseguida se intenta adjudicar a lo femenino. Como que todavía la subjetividad se separa de los conceptos femeninos. Se olvida que una mujer puede ser torpe, dudosa, graciosa, contradictoria… Lo que más me importaba era poder contar todo eso que encierra y no una partecita que es todo rosa o todo una queja porque no dormís a la noche. Es un gran desafío no separar lo complejo de lo femenino. Además, es muy emocionante ver cómo un montón de hombres y de mujeres tienen muchísimas reflexiones para hacer sobre la película. No es de mamis. Me parece que a veces la simplificación sirve para que cada uno siga en su lugar y no joda (risas).

– Los hombres están bastante ausentes en el filme, ¿hubo una búsqueda con eso?

– Estaba bueno asumir el deseo de poner a la mujer en el centro de la pantalla. Pero los hombres que aparecen tienen un rol muy fuerte a nivel de lo que cuentan. Pero sí, de alguna manera me parecía que obligarse a hacer equivalentes entre personajes masculinos y femeninos era una pena. Además, hay un montón de películas que son más de hombres y de poquitas mujeres. Valía concentrarse en la sensibilidad femenina.

Juan Ignacio Pereyra

pereyrajuanignacio@gmail.com


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