Color en los detalles: la vida rural recobra la magia con el talento de Pepe Zapata Olea

Cuatro libros y casi mil acuarelas inundan su taller y sus perfiles en redes sociales, para reivindicar la identidad patagónica. Los testimonios de sus seguidores alimentan este proyecto que ya lleva años y va por más.  

Sus posteos no tienen reservas a la hora de compartir lo más emblemático de su obra: las acuarelas de las chacras y los pobladores que las habitan. Con apenas la marca de su autoría en uno de los laterales, para no tapar la esencia, “Pepe” Zapata Olea parece buscar un nexo, ofrecer un mapa de dónde encontrarlo. Del ida y vuelta de quienes lo buscan y lo van conociendo, se retroalimenta este inmenso proyecto que sigue dando frutos desde la Sala de Arte Costumbrista de calle Blas Guerrero, en Neuquén capital.

Sus seguidores saben que las características de sus trabajos son inconfundibles, al igual que el tono de sus palabras al narrar. No es que haya sido el primero en pintar sobre las chacras color ocre en otoño o los boliches donde paraban cientos de peones rurales, sino que, como dice él, sus obras cobran vida a partir de los detalles.

“Es un trabajo artístico si, seguro, pero más que nada técnico”,

explicó en diálogo con diario RÍO NEGRO.

De esa manera, cada idea que se propone ilustrar primero se va nutriendo y poblando de lo más variado, hasta que puede pasar por el scanner que la vuelve digital: desde estilos de ropa en una década determinada, tipos de vegetación, labores culturales específicas de una estación del año, animales domésticos, vínculos laborales y familiares… la lista es interminable. “Alguien conocedor de la chacra sabe qué recolectores se usaban”, dice, a modo de ejemplo. No es obsesión ni capricho, sino que hace la diferencia y él lo sabe. De lo contrario, su audiencia se lo recuerda con correcciones. Podría ser molesto, pero él lo toma como un desafío para mejorar.

El ojo atento viene con este nacido en Centenario de sus años trabajando en publicidad, dibujos animados, diseño, imprenta, animación y hasta escenografía. Eso, sumado a su crianza entre frutales, donde también trajinó desde niño. Todo eso le da letra y argumento a cada figura que repasa con el pincel, sobre cartulina gruesa.

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Desde 1996, además, cuatro libros son los que han visto la luz gracias a las ganas de este autor, que trabaja en equipo con Mariela Salanova, su compañera de vida. Se trata de “Lo que cuenta el Pehuén”, “El Canto de las Curadoras”, “Casita de Chacra” y el último de este año: “Motecito, historias de crianceros”.

Mucho pasó desde aquel primer intento por mostrar su obra, sin mucha respuesta, a lo que vive hoy, con gente de todas las edades. De la zona y turistas. Cuando las docentes proponen profundizar los textos de Pepe en el aula, los más chicos descubren las aventuras que se pueden vivir entre álamos en el Valle o araucarias en el interior neuquino, sin necesidad de internet o juegos en línea. Y los más grandes se emocionan cuando se ven reflejados en los relatos de una vida rural que ven resistir, amenazada por los loteos y la industria.

“Varios cuentos los escribí en primera persona, pero no son mi biografía, simplemente los suelo contar así porque me ayuda a llegar mejor a los chicos”,

reconoce Pepe.

La estrategia fluye y muestra de eso son las fotos de trabajitos que le siguen llegando, como las que recibió desde Ramos Mexía, mientras se preparaba esta nota o la visita de un grado entero que llegó en colectivo desde Roca.

Casi 1000 trabajos originales están disponibles en su taller, para conocer y seguir proponiendo escenas. El factor extra es que si bien todas son entrañables, este autor no idealiza ninguna, convencido de que el pasado y la ignorancia de otro tiempo no le quita responsabilidad a lo que hay que cuestionar. Situaciones como el trabajo infantil, la explotación de los “golondrina” o la falta de medidas de seguridad para la labor de chacra son repudiables y en eso se anima a concientizar.

Cuando terminó la charla, Pepe ya tenía sobre la mesa el borrador de lo que pensaba seguir puliendo, para subir a Facebook o quizás para una transmisión en vivo por Instagram. “Son como las ‘rueditas’ de los libros”, describe, para dar a entender que esa labor es la que activa los engranajes para llegar cada vez más lejos con este sueño por el que José dejó todo. “No fue antes porque en mi tiempo de imprentero – diseñador le armaba libros y revistas a otros y lo mío lo fui dejando. Ahora espero mantener esta dedicación a las cosas que me ilusionan”, expresó.

Sus protagonistas son anónimos o bien identificados, como Don Bassi, el «huesero» de Allen. Foto: Florencia Salto.

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Foto: Florencia Salto.

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