La reina de belleza que eligió ser peona rural en la Región Sur

Elaine Álvarez tiene 22 años, es de Comallo y optó por un trabajo poco común para una mujer: faena, esquila, arrea animales, corta leña y realiza tareas sanitarias en el campo.

“El campo es mi vida. En el pueblo me aburro, no sé qué hacer”, señala Elaine Álvarez mientras prepara el mate y pone a calentar unas tortas fritas arriba de una salamandra que abastece con leña. Transcurre la mañana en la estancia Pilcañeu. El frío invernal da paso a una nevisca que congela hasta los huesos. Allí esta joven comallense de 22 años, que eligió ser peona rural, recibe a “Río Negro”. Es una profesión poco común para una mujer. Más aún para una joven de su edad y en un mundo donde la tecnología, los boliches y otros atractivos de los centros poblados son una tentación casi irresistible.

Las paredes de vivienda que habita en la estancia donde trabaja, desde el 4 de abril de 2016, exhiben retratos y fotos que reflejan el trabajo rural, su condición de jineta y también de un pasado no muy lejano donde fue elegida reina provincial de la Cordialidad. Pero para Elaine, esta última imagen forma parte una circunstancia fortuita que le dejó un sabor agridulce.

En el ADN familiar

Su elección por el campo tiene que ver con una forma de vida, no con una necesidad. Si bien tuvo la oportunidad de continuar sus estudios luego de egresar del secundario o de quedarse a trabajar en Comallo, optó por el campo. No existe para ella la posibilidad de cambiar el paisaje rural por el ruido urbano. Es una pasión… forma parte de su ADN. Es que nació en el campo de su familia en el paraje Coquelen y desde pequeña, guiada por su padre Víctor y luego por su hermano mayor Carlos, aprendió a amar el campo y a disfrutar cada momento. “Tenía cinco años y andaba a la siga de mi hermano y de mi papá atrás de las ovejas. Siempre quise estar en el campo. Mientras estudié la primaria o la secundaria en Comallo, esperaba ansiosa el viernes o las

vacaciones para irme al campo. Por eso no se me ocurrió seguir una carrera terciaria o universitaria. Nunca se me pasó planteárselo a mi papá. Sabía que sería una pérdida de tiempo porque iba a tener mi cabeza en el campo”, sostiene en el inicio de una amable y distendida charla.

Admite que en el campo aprendió a trabajar con los animales, a entenderlos, a ver la vida desde otra perspectiva, desde un ángulo completamente distinto a lo que pasa en un pueblo.

Pasión campera

“Sé que no es común, pero acá soy feliz… No se gana mucho pero para mí eso es secundario. No lo tomo como un trabajo, disfruto y amo lo que hago. Esa le mejor paga que puedo tener. En algún momento creí que podría cambiar esto que siento y me iba a ir al pueblo, pero al contrario: con el paso de los años cada vez voy amando más el campo. Es mi vida”, sostiene mientras ceba unos amargos. Entre mate y mate, esta mujer de modales delicados y hablar suave hace un paréntesis para seleccionar en la notebook una milonga campera que pone a un volumen que permite continuar la charla y se dirige a la cocina para dar vuelta un asado que puso a cocinar para agasajar a los visitantes.

Recuerda que en el campo de su familia llegaron a criar unas 4.000 ovejas, pero luego de la erupción del volcán Puyehue se vieron obligados a vender unas 3.000. Fue una decisión muy difícil y triste que se tomó en el seno familiar para no perderlo todo. Luego la ceniza y la sequía les fueron diezmando la majada y hoy sólo les quedan 40 animales.

Tras realizar distintos trabajos en Comallo, en diciembre del 2015 llegó a la estancia Pilcañeu a visitar a su hermano Carlos. Fue justo para una señalada. Le pidió permiso al capataz y se puso a trabajar a la par de los hombres. Su presencia y trabajo no pasaron inadvertidos. Fue convocada por el administrador, Tomás Wesley, quien destacó sus virtudes y le propuso interceder ante los propietarios de la estancia para que se sume al staff. La emoción y las ganas pudieron más. Su intuición femenina la llevaron a trasladarse con sus pertenencias e instalarse junto a su hermano antes de que le confirmaran el trabajo.

Una punta de ovejas

Luego de compartir un exquisito asado con papas, Elaine levanta los platos y se disculpa con “Río Negro”. Debe ir a buscar una “punta” de animales destinados al consumo en la estancia. Como lo hace todos los días, ensilla su yegua colorada, la monta y se dirige al galope hacia uno de los cuadros cercanos. Media hora después regresa con las ovejas y las encierra en el corral. Desensilla y suelta a Huangelen (“estrella” en lengua mapuche), su compañera de aventuras, para que vuelva a pastar en el potrero.

Es una tarea que se suma a otras que hace cotidianamente, como faenar un animal, esquilarlo, “pelarle” lo ojos, señalarlo, realizar las tareas sanitarias, recorrer el campo o hachar leña. A pesar de la rusticidad de los trabajos, Elaine no pierde su femineidad. Se expresa con gran respecto y educación. El trabajo de campo es duro y por momentos sufrido. Pero en el lugar en el que está se siente muy protegida, respetada y querida por sus compañeros.

La soledad del campo por el momento es su mejor compañera. Tiene uno pocos amigos, la mayoría relacionados al ambiente rural, y sueña con formar algún día una familia. Se siente adulta y preparada para afrontar este desafío, pero tiene muy claro que el hombre que desee compartir su vida tendrá que adaptarse al campo. “Me gustaría tener una familia y que mis hijos se críen en el campo. Si el día de mañana encuentro un compañero, se va a tener que adaptar. Me va a conocer en esta condición… el campo es mi vida”, sentencia mientras sonríe con cierta picardía.

El sol comienza a esconderse detrás de la cordillera y el frío se intensifica cada vez más. Saludo mediante, Elaine despide de “Río Negro” y regresa a su casa para terminar el día. Debe descansar bien durante la noche porque sabe que le espera otra jornada de trabajo intenso en el campo, “su lugar en el mundo”.

Elaine asegura que en el campo encontró su lugar en el mundo.

El reinado y un triste recuerdo

En la madrugada del 30 de marzo de 2013, en un gimnasio municipal de Comallo colmado, Elaine Álvarez fue coronada reina de la XIV edición de la Fiesta Provincial de la Cordialidad. Tenía 17 años y accedió a postularse ante el pedido de uno de los tíos, a quien ayudaba en su comercio.

Un lunes de marzo, después de haber pasado el fin de semana en el campo de la familia, la joven regresó a trabajar en el comercio y se encontró con un afiche que promocionaba la fiesta. Luego de pegarlo en un lugar visible, empezó a reponer un faltante verduras. “Siento que entra al negocio Beto Rodríguez, que trabaja en Cultura, en el Municipio de Comallo, y le dice a mi tío: ‘Sólo falta la postulante que represente a tu comercio. ¿La tenés?’. ‘Sí, anotá: Elaine Álvarez’, contesta mi tío. Al sentir mi nombre me vengo del fondo a preguntarle por qué, si no me habían consultado nada. Yo nunca me había puesto un vestido y mucho menos tacos, además no me gusta ese tipo de exposición. Pero mi tío estaba pasando un delicado momento de salud y a mí eso me partía el alma… No me pude negar”, recuerda.

“El día de la elección, a mi tío lo habían internado en Terapia Intensiva. Yo no tenía ganas de participar. Pero mi tía me pidió que me presente porque él estaba muy ilusionado. Yo era la postulante Nº 5 y mi tío murió a las cinco de la madrugada de ese día. Dos horas después de haber sido elegida reina. Fue una experiencia rara, con sensaciones encontradas. Muy triste para mí”.

Cupo femenino

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¿Y por qué no una mujer? Una decisión acertada

“La mujer suele ser mucho más puntillosa, delicada, y tiene un grado de responsabilidad mayor. Estoy muy conforme con ella. Fue una apuesta muy fuerte y me salió bien”.

Tomás Wesler administra Pilcañeu y fue quien contrató a Elaine.

Elaine asegura que en el campo encontró su lugar en el mundo.

“Me gustaría tener una familia y que mis hijos se críen en el campo. Si el día de mañana encuentro un compañero, se va a tener que adaptar… el campo es mi vida”.

Fotos José Mellado

Datos

Antes de ingresar a trabajar, Elaine, Nani o Vasquita, como le dicen sus compañeros de trabajo, frecuentaba la estancia Pilcañeu para visitar a su hermano Carlos. Y, cada vez que podía, realizaba algún trabajo junto a él.
En diciembre del 2015 participó de una señalada y esa fue la prueba de fuego que terminó de convencer al administrador Tomás Wesler, quien le propuso al grupo Benetton –propietario de la estancia– sumarla al equipo.
“Yo la veía andar pivotando sobre la estancia. Venía a ver a su hermano y muchas veces se ponía a trabajar junto a él. Veía que sabía de campo… En la manga trabajaba a la par de los hombres y, en definitiva, reunía las condiciones de lo que buscábamos. No había ninguna razón para no darle trabajo a alguien solamente por una cuestión de género. No fue fácil convencer a mis superiores, pero me dieron la libertad para armar mi equipo como mejor me parezca”, señala Wesley.
Agrega que la incorporación de Elaine fue muy beneficiosa y resalta sus cualidades. “El trabajo de Nani es ser uno más del equipo. Tiene su rol. Obviamente no la voy a hacer cargar bolsas o realizar trabajos pesados. En la esquila, por ejemplo, está encargada de la parte sanitaria. Tiene gran calidad de trabajo y mayor compromiso. La mujer suele ser mucho más puntillosa, delicada, y tiene un grado de responsabilidad mayor. Estoy muy conforme con ella. Fue una apuesta muy fuerte y me salió bien”, destaca.
La presencia de Eliane lleva a sus compañeros a cuidar sus modales y sus palabras. En estos dos años compartidos, aprendieron a respetarla, a cuidarla y a tratarla como una hija o sobrina. Es una de las únicas dos mujeres –la otra realiza tareas domésticas– que trabajan en la estancia Pilcañeu. Comparte las tareas rurales con 13 hombres. Junto a ellos tiene la misión de cuidar 20.000 ovejas y 700 vacunos.
lleva Elaine Álvarez trabajando en la estancia Pilcañeu. Hace de todo: arrea animales, faena, esquila, realiza tareas sanitarias o corta leña.
personas conforman el equipo de trabajo de campo. Elaine es la única mujer. Junto a ellos tiene la misión de cuidar unas 20.000 ovejas y 700 vacunos.
“La mujer suele ser mucho más puntillosa, delicada, y tiene un grado de responsabilidad mayor. Estoy muy conforme con ella. Fue una apuesta muy fuerte y me salió bien”.
“Me gustaría tener una familia y que mis hijos se críen en el campo. Si el día de mañana encuentro un compañero, se va a tener que adaptar… el campo es mi vida”.
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