Las raíces del odio

Mirando al sur

Editorial El Ateneo acaba de publicar un libro póstumo de Oriana Fallaci: “Las raíces del odio. Mi verdad sobre el islam”. Varios textos de este volumen ya habían sido publicados en otros libros de la autora. Pero el orden cronológico y los materiales hasta ahora inéditos en forma de libro hacen de esta entrega post mórtem de Fallaci un testimonio imprescindible.

En las primeras páginas ya se nos revela a un Muhammad Ali
–el célebre boxeador– cargado de un odio venenoso, inspirado por el fundamentalismo islámico, contra la democracia y la igualdad entre el hombre y la mujer; también la deriva represiva contra las mujeres en el mundo árabe y el asesinato masivo de disidentes, homosexuales y mujeres en el Irán recién capturado por el ayatolá Khomeini. Pero Fallaci es menos crítica, en los primeros capítulos, con el terrorismo palestino. Informa y detalla que matan niños y mujeres, y mayormente civiles indefensos; se espanta e intenta obtener algún tipo de contrición por parte de los asesinos, pero a la vez cree deducir un margen de error criminal en una causa en última instancia justa.

Aun así, en esos años 70 donde las organizaciones terroristas palestinas anunciaban lo que luego derivaría en el derribo de las Torres Gemelas y la expansión de EI, Fallaci reproduce blanco sobre negro la lujuria homicida de la terrorista palestina que pone bombas en los supermercados israelíes y se alegra cuando sabe que morirán mujeres y niños. Precisamente porque busca, como periodista, siempre la verdad, independientemente de su intuición, simpatías y emociones, al avanzar el libro cada vez más Fallaci va descubriendo y compartiendo con el lector la convicción de que Arafat y su OLP, George Habash y su Frente Popular de la Liberación de Palestina, y los fedayines terroristas no son más que criminales, parte de una misma avanzada que tiene como objetivo excluyente destruir las democracias e imponer dictaduras de corte fundamentalista islámico en todo el mundo.

Si bien Fallaci dedicó, en vida, al menos tres libros a corroborar esta posición –“La fuerza de la razón”, “La rabia y el orgullo”, “El Apocalipsis”–, este testamento es una síntesis que, precisamente por incluir con toda sinceridad sus momentos de duda y autocrítica, recupera y supera todo lo publicado por ella hasta ahora. Las crónicas de las dos guerras del Golfo son de lo más descriptivo y políticamente claro que se ha escrito al respecto. Cada uno de los ensayos del libro es profético y la realidad le sigue dando tristemente la razón, cada día.

El pasado domingo 7 de agosto el matutino “Página/12” publicó un reportaje a un director de cine iraquí residente en París, Abbas Fadhel, con motivo del estreno en el centro cultural Malba de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de su más que largometraje, de cinco horas, “Iraq Year Zero: Homeland”. En la entrevista firmada por Diego Brodersen, el director iraquí que ha pasado la vida voluntariamente en Francia desde los 18 años describe al Irak de Saddam Hussein como un paraíso perdido, donde la lectura y la cultura en general eran un patrimonio colectivo y preservado y la paz y la convivencia, la tolerancia y la diversidad respetadas a rajatabla. Ninguna mención a los dos millones de exiliados por el régimen de Saddam Hussein, ni al gaseamiento de los kurdos, ni a la expulsión masiva de judíos desde 1948 en adelante. Si uno se guía por las declaraciones del cineasta, pareciera que la Bagdag de Saddam Hussein era más liberal y próspera que la actual París donde vive. Pero lo que nos devuelve al libro de Fallaci, es cuando Fadhel reflexiona sobre las raíces del odio:

“Al invadir Irak, los estadounidenses crearon una situación de caos permanente que terminó favoreciendo la aparición de EI (…) Los estadounidenses abrieron una caja de Pandora, de donde han salido monstruos que comenzaron a causar estragos primero en Irak y luego por todo el mundo”.

Pero entonces, ¿el derribo de las Torres Gemelas en el 2001 (dos años antes de la invasión) y previamente los atentados contra la Embajada de Israel y la AMIA, en todos los casos perpetrados por fundamentalistas islámicos, no son considerados estragos o sólo cuentan las pesadillas posinvasión de Irak? Lo cierto es que las raíces del odio comenzaron con la primera invasión fundamentalista islámica de Europa y Asia, cerca de un siglo después de la muerte de Mahoma, en el año 700. En 400 páginas Oriana Fallaci lo explica sin fanatismo.

Fallaci reproduce la lujuria homicida de la terrorista palestina que pone bombas en los supermercados israelíes y se alegra porque morirán mujeres y niños.

Las crónicas de las dos guerras del Golfo son de lo más descriptivo y políticamente claro que se ha escrito al respecto. Cada uno de los ensayos del libro es profético.

Datos

Fallaci reproduce la lujuria homicida de la terrorista palestina que pone bombas en los supermercados israelíes y se alegra porque morirán mujeres y niños.
Las crónicas de las dos guerras del Golfo son de lo más descriptivo y políticamente claro que se ha escrito al respecto. Cada uno de los ensayos del libro es profético.

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