¿Cuándo se jodió la Argentina?

El escritor argentino Pablo Maurette, ganador del 43° Premio Herralde con “El contrabando ejemplar”, una historia de plagios, monstruos y orígenes torcidos, habló con Lecton sobre su obra y la Argentina, un país de novela.

¿Y si fuera verdad? ¿Si fuera cierto que debajo de la Catedral de Buenos Aires están enterrados los huesos del monstruo tricéfalo que explican la maldición eterna de la Argentina? ¿Si fue ahí, en los comienzos, en el siglo XVII, cuando el país aún no era, cuando Buenos Aires casi tampoco, que todo comenzó torcido? Lo bueno de las historias como “El contrabando ejemplar”, la novela del argentino Pablo Maurette que ganó el 43° Premio Herralde de Novela, y que acaba de llegar a las librerías publicada por Anagrama, es que por disparatadas que sean las preguntan, la ficción -y esta historia en particular-, las vuelven posibles.
Ahí está, homenajeando a Mario Vargas Llosa y a su “Conversaciones en la Catedral”, la pregunta del millón traída a estas latitudes: ¿en qué momento se jodió la Argentina? ¿Al principio de los principios? ¿En los vaivenes históricos de todo lo que vino después?


Maurette arma una novela como quien imbrica tejas. Superpone historia (de la poca que hay escrita sobre el siglo XVII), diálogos, humor, peronismo y gorilismo, presente pospandémico y leyendas fundacionales, el predio del Italpark, y viajes, muchos viajes y desplazamientos.


La literatura y la historia son el terreno en el que anda el autor. “Buenos Aires tiene esa cosa totalmente hipertrofiada de la Argentina: es la cabeza de Goliat, como decía Ezequiel Martínez Estrada, la capital que se come todo, y a la vez hay muy poco escrito sobre la historia de la ciudad. Son 200 años hasta la creación del Virreinato del Río de la Plata, que son casi un agujero negro en nuestra historia”, dice Maurette desde el otro de la pantalla, desde Buenos Aires.


Por estos días, Maurette está de visita en la Argentina para presentar la novela premiada. Hace más de dos décadas que vive en Europa y que regresa, cada año, a su país natal. Escritor itinerante (vivió en más de un país), autor de ensayos y de novelas, como “La niña de oro” (Anagrama, 2024), en este momento vive cerca de Florencia, en Italia, lejos del país que, quizás por esa misma distancia, puede narrar con desenfado y picardía, arrojado hacia la siempre polémica razón de ser argentina.


El personaje principal se llama como él, Pablo -Pablito-, y es un escritor sin demasiadas ideas y casi ningún escrúpulo. La trama que transcurre en la actualidad comienza apenas se levantan los controles de la pandemia: Pablo viaja a Madrid para recuperar el manuscrito que Eduardo, su amigo y mentor, dejó al morir. Ese manuscrito -titulado “El contrabando ejemplar”- es un proyecto inconcluso que pretendía explicar lo inexplicable: el desafortunado destino argentino, desde el momento exacto en que todo se jodió. No encuentra todo lo que buscaba, claro. El tiempo y una inundación han hecho una masa compacta y a veces ilegible de esos manuscritos. Pero se ilusiona. “Tenía en mis manos la épica triste de la Argentina, la gran historia de nuestro eterno retorno a la derrota”, se dice Pablito.


Ese es el corazón narrativo de la novela: una historia de apropiación, plagio, amistad y traición, pero también una indagación feroz sobre la identidad argentina, sus mitos de origen y sus monstruos. O del monstruo formado a partir de todo ese rejunte.


Maurette se ríe: “Ninguna de las respuestas sobre por qué se jodió la Argentina es satisfactoria o tiene sentido. Son hipótesis”. Y en efecto, la novela avanza como una conversación coral, hecha de voces que se superponen, se contradicen, y se roban.


El interés de Maurette, que en la adolescencia pensó en ser historiador, por ese período no es casual. “Es un momento a caballo entre lo premoderno y lo moderno. Ahí nace la ciencia moderna, y con ella la teratología”, explica. La monstruosidad -como fenómeno natural, como metáfora identitaria, como método narrativo- atraviesa toda la novela. El monstruo tricéfalo que aparece en el libro, una leyenda querandí, condensa esa mezcla forzada, esa hibridez violenta que marca la historia colonial y, por extensión, la identidad argentina.


Un monstruo que atraviesa épocas



Pero la monstruosidad no es solo un tema: es una forma. “La novela es un monstruo”, dice Maurette. “Tiene mil partes, mil cabezas, mil miembros”. Y “El contrabando ejemplar” encarna esa idea: es un artefacto hecho de restos, de voces que se transmiten a lo largo del tiempo, de manuscritos incompletos, de citas desviadas, de apropiaciones.
La estructura del libro es compleja, pero no caprichosa. “No quería escribir una novela histórica ni una novela contemporánea. Quería que entrasen esas dos épocas al menos”. La solución fue construir una cadena de narradores que se van cediendo la palabra: Pablo en el presente, Eduardo en la mitad del siglo XX, la tía Chiquita, y luego los personajes del pasado. “Quería que todos fueran narradores”, dice. “Y que hubiese momentos en los que no quedara claro quién está hablando”. Esa ambigüedad no es un error. La voz narrativa transmigra, se desplaza. La novela avanza como un organismo que muta.


En ese movimiento aparece uno de los temas centrales del libro: la autoría como territorio inestable. Pablo, el narrador, quiere apropiarse del proyecto inconcluso de Eduardo. Quiere robarlo, completarlo, hacerlo suyo. No por amor a la literatura, sino por deseo de fama. “Tiene disforia de importancia”, dice Maurette con ironía. “Cree que se le debe una fama que no tiene”.


La novela, entonces, no solo cuenta una historia: reflexiona sobre cómo se cuentan las historias, quién las escribe, quién las roba, quién las transmite. La literatura como contrabando.
Otro de los hilos potentes del libro es el peronismo. No como doctrina ni como objeto de análisis sociológico, sino como energía narrativa.

El escritor argentino, que actualmente vive en Italia. (Foto: Erin June Lodeesen /gentileza Anagrama)

Peronismo y gorilismo, un drama doméstico



El peronismo y el gorilismo aparecen como fuerzas afectivas, como tensiones familiares más que ideológicas. Eduardo crece en un matriarcado de tías gorilas, pero él es peronista. “Yo recuerdo eso como la primera crisis de mi vida. Fue un shock para mí comprobar que no todos pensábamos igual, que había gente que no era peronista”, dice Eduardo en la novela.


La política, en la novela, es un drama doméstico. “Hay casi un género de diálogos medievales, conversaciones entre un judío, un musulmán y un cristiano, y cada uno expone sus ideas. Me pareció que estaba bueno explotar el potencial literario de la así llamada grieta, aunque grieta ya es un término medio anacrónico. Quería hacer algo desde el punto de vista literario. Me interesaba el peronismo y el gorilismo como elementos narrativos. La Argentina del libro es una Argentina imaginaria, es un territorio literario, no hay ninguna intención de captar el peronismo o el gorilismo. En la historia son cualidades de los personajes. Pero lo que sí me gustó mucho es esta idea de la familia en la que conviven peronistas y gorilas; el hijo que se hace gorila en contra de un padre peronista, y a la vez son padre e hijo y se quieren mucho. Estos conflictos, en la novela y en esta Argentina de la novela, se manifiestan como conflictos ideológicos, pero en el fondo son conflictos de familia, puramente emocionales”, dice Maurette.


Otro eje fundamental es el viaje. La novela se mueve entre Buenos Aires, Madrid, Segovia, Roma, el interior argentino. Todos los personajes viajan: Pablito y Eduardo son emigrados; la tía Chiquita vivió en distintos lugares; los personajes del pasado cruzan océanos.


Para Maurette, el viaje está en el origen mismo de la literatura. “De hecho, no existiría de no ser porque hubo gente que viajó, volvió y contó lo que vio. Por eso la vuelta es la verdadera odisea. Sin viaje de vuelta no hay cuento”, como dice la novela.


Esa idea -que la narración es siempre un regreso- estructura la novela. El pasado es el centro, pero el presente es el marco que permite contarlo. La historia se traslada al pasado para poder avanzar hacia adelante.


Entre los personajes, la tía Chiquita -tía de Eduardo- se vuelve inolvidable. Maurette la construye como un collage: “Como todos los personajes, está hecha de mil pedazos”. Es entrañable, excéntrica, feroz, tierna. Representa la memoria oral, el humor, la sabiduría doméstica. Y funciona como puente entre mundos: entre Buenos Aires y el interior, entre la historia familiar y la historia nacional, entre lo íntimo y lo político.


-¿Tenés respuesta a cuándo se jodió Argentina?
-Hay mil aristas, ¿no? Alguien va a decir, no se jodió nunca. Otro puede decir, fue muy grande y ya no lo es. Hay mil debates. Lo que me interesaba en la novela es que esta pregunta llevase adelante la conversación y también un poco la acción, pero en el sentido amplio de una pregunta por el comienzo de un declive, que puede ser una pregunta también acerca de la propia vida: ¿cuándo se empezó a irse a la mierda esta vida que tengo? ¿Cuándo tomé esta curva descendente en mi relación con mi pareja, o con mi padre, o con mi madre, o con mi hermano? ¿En qué momento? Hay algo supersticioso ahí, de creer que si identificás el momento exacto, el punto de giro, entonces, quizás, lo podés revertir. Y es algo que, en realidad, y en el fondo, es la pregunta escatológica, la pregunta del judeo-cristianismo, la de la caída en desgracia de Adán, la pérdida del paraíso. Es una de las preguntas más angustiantes que se hacen las personas, ¿cuándo fue? Y en el fondo, la respuesta es: desde el primer momento, porque desde que uno nace empieza ya la carrera descendente que lleva hacia la muerte, nuestro gran calvario.


Ahí está, “El contrabando ejemplar”, y la identidad argentina, un monstruo hecho de partes inconexas, de restos, de plagios, de viajes, de heridas, de mitos. Un monstruo que sigue vivo, entre nosotros..


¿Y si fuera verdad? ¿Si fuera cierto que debajo de la Catedral de Buenos Aires están enterrados los huesos del monstruo tricéfalo que explican la maldición eterna de la Argentina? ¿Si fue ahí, en los comienzos, en el siglo XVII, cuando el país aún no era, cuando Buenos Aires casi tampoco, que todo comenzó torcido? Lo bueno de las historias como “El contrabando ejemplar”, la novela del argentino Pablo Maurette que ganó el 43° Premio Herralde de Novela, y que acaba de llegar a las librerías publicada por Anagrama, es que por disparatadas que sean las preguntan, la ficción -y esta historia en particular-, las vuelven posibles.
Ahí está, homenajeando a Mario Vargas Llosa y a su “Conversaciones en la Catedral”, la pregunta del millón traída a estas latitudes: ¿en qué momento se jodió la Argentina? ¿Al principio de los principios? ¿En los vaivenes históricos de todo lo que vino después?

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