Limitaciones propias de la economía argentina

La crisis internacional concede respiro. Y el alivio se percibe en toda América Latina. Los indicadores financieros -siempre los primeros en acusar recibo- resucitaron como el ave fénix. La incertidumbre sobre la salud de la deuda soberana de los países emergentes se despejó a favor. La prima que penaliza su riesgo (conforme la medición de la canasta de bonos EMBI+) generó, en lo peor de la tormenta, una sobretasa de interés superior al 8%. En su repliegue, el diferencial ya se redujo al 4,6% (no tan lejos del 3% que regía previo al colapso de Lehman Brothers). Los mercados internacionales de deuda, que durante meses estuvieron cerrados con candado, volvieron a abrirse para los estados latinoamericanos. Una oportunidad que fue aprovechada por un tropel de flamantes emisiones provenientes de, entre otros países, Brasil, Colombia, México, Perú y Venezuela.

Ya sea por el influjo de nuevas colocaciones de deuda, ya por la atracción renovada de los mercados de acciones o por el mero freno al atesoramiento interno de divisas, lo cierto es que los flujos de capitales cambiaron de signo. En ese sentido, los tipos de cambio aportan el mejor testimonio. Así, el real brasileño -que llegó a perder un tercio de su valor frente al dólar- se recompuso en forma drástica. Si la crisis arreó su paridad de 1,80 a 2,38, la mejoría reciente le permite cruzar otra vez el umbral de 2. Al momento de escribir estas líneas, cotiza en 1,97 contra el dólar y la tendencia -para alivio de las empresas brasileñas y de su endeudamiento externo- es de franca apreciación.

Si la tregua mundial no se resquebraja, con los valores de las materias primas en alza América Latina podrá terminar de despegarse de la crisis milagrosamente indemne. Esta vez no es la causa ni el foco ni la víctima principal de la borrasca internacional.

¿Cómo se compara la Argentina con sus pares de la región? ¿Hasta dónde se mimetiza con ellos en la recuperación? Es evidente que la Argentina también participa de la mejoría que sopla de los mercados globales. Basta revisar las cotizaciones de acciones y bonos o las primas de riesgo país para advertir su influencia positiva. La virulencia de la campaña electoral no fue obstáculo, por cierto, para frenar ese repunte vigoroso. Pero la descompresión, aun siendo importante, reconoce límites precisos que no logra franquear. La prima de riesgo país -medida por el EMBI + de Argentina- cayó en forma significativa pero se mantiene en torno del 13% (el triple del índice general). El costo de adquirir protección frente a un eventual incumplimiento de la deuda pública -a través de un credit default swap (CDS) a cinco años- descendió a menos de la mitad que en diciembre. De requerirse el pago de una tasa anual del 54%, hoy se demanda «sólo» el 26%. Se trata de un cargo 10 puntos porcentuales superior al que debe oblar la controvertida Venezuela.

La cobertura contra un siniestro en la deuda soberana de Brasil o México insume una tasa anual de sólo el 2%. De la misma manera, los mercados internacionales de deuda se reabrieron para la mayoría de los países emergentes pero su acceso está vedado para la Argentina. O sea, la crisis internacional puede replegarse y aportar su cuota de bálsamo pero ello no basta para que el panorama nacional se despeje. Es un cuadro complejo que está anclado a graves problemas de fondo. Es la agenda propia, no el desarreglo mundial, lo que constituye la mochila más pesada. Es allí, pues, donde anidan las cuestiones a resolver.

La imposibilidad de colocar deuda no se puede atribuir a las falencias del mercado mundial. La persistencia de la fuga de capitales tampoco. La debilidad del peso contrasta en forma notable con la resurrección ya citada del real brasileño (y del resto de las monedas de la región). Su comportamiento obedece mucho más a las incógnitas locales y a decisiones de política interna que a los vaivenes externos. Que se asiente la polvareda internacional permite mostrar el enorme costo de no aplacar la incertidumbre que emana de la Argentina. Son los interrogantes del modelo -cómo se nivelarán las cuentas públicas, cómo se pagarán los vencimientos de la deuda, la asfixia de la producción primaria, los resquemores ante una eventual ola de estatizaciones- los que permanecen vigentes y pasan gravosa factura.

(*) Economista. Consultor en economía y finanzas. Miembro de la Academia Argentina de Mercado

de Capitales


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