Llegó antes que la luz

También su hijo, que cursaba séptimo al mudarse, integró la primera promoción de la Escuela 178.

Norma Cotro recuerda claramente la fecha: fue el 5 de agosto de 1985 cuando recibió, a los 42 años, la llave de su dúplex en el barrio Gregorio Álvarez. Lo consideró “un regalo del Cielo”, porque el contrato del departamento que alquilaba junto a su esposo y sus dos hijos en Barrio Nuevo se vencía esa semana. De ese primer día recuerda su emoción. Era tanta que, cuando cayó la noche, pese a que aún no habían realizado la mudanza, no se quiso volver. “Cuando llegamos no había luz, gas, nada. Mi esposo le consiguió a mi cuñado la camioneta y fue a buscar una cama y un farol de noche, porque yo no me quería ir. No se veía un alma, me acuerdo que andaban dos serenos que cuidaban a la noche y venían a vernos”, relata Norma. Para los servicios no tuvieron que esperar mucho. A los tres o cuatro días instalaron la luz y, días después “largaron el gas”. El asfalto también llegó bastante rápido, unos años más tarde. Por ese entonces todavía trabajaba en la cooperativa Ados como jefa de mucamas. Fue poco después que se privatizó el servicio de limpieza y ella debió jubilarse prematuramente. Los años de servicio los tenía porque ya había trabajado desde muy joven en el galpón Tres Ases SA, en Cipolletti. “Me lloré todo”, dice de aquel momento, aunque se consuela al pensar que aquel episodio ocurrió por algo: al poco tiempo tuvo que hacerse cargo de la crianza de dos nietos. Norma tiene hoy 70 años y es prácticamente una de las fundadoras del barrio. No sólo fue la primera en recibir su vivienda –dúplex, porque soñaba con tener una casa con escaleras–, sino que esas fueron las primeras que se construyeron en Gregorio Álvarez. En la década del 80 Neuquén llegaba más o menos hasta ahí, donde empezaba la barda. Hoy cambió todo. Norma recuerda que le costó mucho esa lejanía, tan acostumbrada como estaba a vivir en el centro. “Los primeros días sufrimos un montón, mi hermano me tuvo que prestar el auto porque no había asfalto como ahora y nos tocaron días de lluvia”, comenta y señala la intensa bajada –ahora de pavimento– donde está emplazada su casa. “Cuando empezaron a entregar el resto de los departamentos, abrieron las calles, después pusieron paradas de colectivos”, cuenta. Eso sí: “cuando corría viento ni te digo… esa tierra roja, suelta”. Parte de la fundación del barrio fue también la creación de la escuela 178, donde el hijo de Norma –que comenzaba séptimo grado cuando se mudaron– recibió un reconocimiento junto a su curso por ser la primera camada de egresados, algo que ella cuenta con orgullo. “Hay una placa en la escuela y todo”, dice. Norma hoy vive con su marido y dos nietos a los cuales prácticamente crió. Pero su familia es numerosa, y así lo delatan su heladera siempre solicitada y llena de sabores para complacer, así como sus portarretratos, llenos de sonrisas, que muestra con amor para esta crónica.

Norma Cotro, 70 años. Dos hijos y ocho nietos. Nació en Neuquén. Vive en Gregorio Álvarez.


Norma Cotro recuerda claramente la fecha: fue el 5 de agosto de 1985 cuando recibió, a los 42 años, la llave de su dúplex en el barrio Gregorio Álvarez. Lo consideró “un regalo del Cielo”, porque el contrato del departamento que alquilaba junto a su esposo y sus dos hijos en Barrio Nuevo se vencía esa semana. De ese primer día recuerda su emoción. Era tanta que, cuando cayó la noche, pese a que aún no habían realizado la mudanza, no se quiso volver. “Cuando llegamos no había luz, gas, nada. Mi esposo le consiguió a mi cuñado la camioneta y fue a buscar una cama y un farol de noche, porque yo no me quería ir. No se veía un alma, me acuerdo que andaban dos serenos que cuidaban a la noche y venían a vernos”, relata Norma. Para los servicios no tuvieron que esperar mucho. A los tres o cuatro días instalaron la luz y, días después “largaron el gas”. El asfalto también llegó bastante rápido, unos años más tarde. Por ese entonces todavía trabajaba en la cooperativa Ados como jefa de mucamas. Fue poco después que se privatizó el servicio de limpieza y ella debió jubilarse prematuramente. Los años de servicio los tenía porque ya había trabajado desde muy joven en el galpón Tres Ases SA, en Cipolletti. “Me lloré todo”, dice de aquel momento, aunque se consuela al pensar que aquel episodio ocurrió por algo: al poco tiempo tuvo que hacerse cargo de la crianza de dos nietos. Norma tiene hoy 70 años y es prácticamente una de las fundadoras del barrio. No sólo fue la primera en recibir su vivienda –dúplex, porque soñaba con tener una casa con escaleras–, sino que esas fueron las primeras que se construyeron en Gregorio Álvarez. En la década del 80 Neuquén llegaba más o menos hasta ahí, donde empezaba la barda. Hoy cambió todo. Norma recuerda que le costó mucho esa lejanía, tan acostumbrada como estaba a vivir en el centro. “Los primeros días sufrimos un montón, mi hermano me tuvo que prestar el auto porque no había asfalto como ahora y nos tocaron días de lluvia”, comenta y señala la intensa bajada –ahora de pavimento– donde está emplazada su casa. “Cuando empezaron a entregar el resto de los departamentos, abrieron las calles, después pusieron paradas de colectivos”, cuenta. Eso sí: “cuando corría viento ni te digo… esa tierra roja, suelta”. Parte de la fundación del barrio fue también la creación de la escuela 178, donde el hijo de Norma –que comenzaba séptimo grado cuando se mudaron– recibió un reconocimiento junto a su curso por ser la primera camada de egresados, algo que ella cuenta con orgullo. “Hay una placa en la escuela y todo”, dice. Norma hoy vive con su marido y dos nietos a los cuales prácticamente crió. Pero su familia es numerosa, y así lo delatan su heladera siempre solicitada y llena de sabores para complacer, así como sus portarretratos, llenos de sonrisas, que muestra con amor para esta crónica.

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