Los autores materiales fueron las FAR

El crimen se produjo cuando aún no se habían fusionado con Montoneros.

No fueron los Montoneros sino las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) los autores materiales del asesinato del secretario de la CGT José Rucci. El crimen se produjo cuando todavía no se había materializado la fusión entre FAR y Montoneros. Si la conducción de esta última organización llegó a conocer que se preparaba ese atentado es un dato que aún no ha sido despejado. En un acto público realizado en Córdoba el 17 de octubre de 1973 las organizaciones armadas FAR y Montoneros anunciaron su fusión. El “Acta de Unidad de FAR y Montoneros” fue suscripta el 12 de octubre de 1973, el mismo día que según consigna el acta “con la recuperación de la presidencia por el General Perón, se cumple un objetivo crucial en la historia de nuestro Movimiento, alcanzado después de cruenta lucha”. Sólo 17 días antes se había producido el atentado que acabó con la vida de Rucci. El texto del Acta de Unidad revela la ambigua relación que ambas organizaciones mantenían con el general Perón. Por un lado reconocen que “el General Perón ha llamado a la unidad del Movimiento en torno de su conducción, para alcanzar por todos los medios posibles los objetivos de unidad, reconstrucción y liberación del pueblo argentino” y que “la unidad de nuestras organizaciones está orientada a contribuir al proceso de reorganización y democratización del Movimiento Peronista a que nos ha convocado el General Perón”. Pero por el otro señalan que “dentro de nuestro propio Movimiento, hay ciertos sectores dirigentes que actúan en estrecha alianza con las fuerzas imperialistas y oligárquicas de la antipatria”. El comité a cargo de la fusión de ambas organizaciones estuvo integrado por Mario Firmenich, Carlos Pinguli Hobert, Roberto Perdía y Raúl Yager por Montoneros; Roberto Quieto, Juan Julio Roqué y Marcos Osatinsky por las FAR y Horacio Mendizábal que pertenecía a Descamisados. De esos ocho integrantes solo han sobrevivido Mario Firmenich y Roberto Perdía, que son las dos únicas personas que pueden saber si en el curso de las conversaciones por la fusión la conducción de las FAR les había informado que se preparaba el atentado contra Rucci. A diferencia de lo que se ha informado, Fernando Vaca Narvaja no integraba la conducción de Montoneros en ese momento. De acuerdo con la investigación de Ceferino Reato en el libro Operación Traviata el comando que organizó y llevó a cabo la operación estuvo comandado por Julio Roqué. Los autores habían alquilado un departamento enfrente a una de las casas en las que solía alojarse Rucci, en Avellaneda 2953 del Barrio de Flores, en la Capital Federal. Cuando a las 12.11 Rucci salió acompañado por sus escoltas, recibió una nutrida descarga que le produjeron 23 heridas de bala y la muerte instantánea. La operación, en una suerte de broma macabra, fue luego bautizada por los militantes como “operación Traviata”, la galletita que según la publicidad de ese momento tenía 23 agujeritos. Según la versión de Ceferino Reato, basada en una fuente confidencial, Roqué habría instalado una base operativa en un departamento de Juan B. Justo al 5781, a diez cuadras del domicilio de Rucci y habría mandado a traer allí las armas necesarias para el operativo, que habrían llegado camufladas como máquinas de tejer Knittax y en un auto oficial del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Se comprobó luego que el edificio donde estaba ese departamento, supuestamente alquilado por Ernesto Jauretche, no existía. El asesinato no fue reivindicado por sus autores y la organización Montoneros, resultado de la fusión, no se hizo nunca cargo del crimen. Uno de los dirigentes, Roberto Cirilo Perdía, escribió, sin reconocer la autoría, que “las balas que segaron su vida pudieron haber partido desde diferentes trincheras. Pero la mayor parte de las miradas apuntaron hacia nosotros. Más allá de quien haya sido el ejecutor material de este hecho, nosotros pagamos su costo político (…) Desde todo punto de vista la muerte de Rucci favoreció el avance de las políticas opuestas a nosotros (…) La actividad paramilitar del Estado contra nosotros encontró una excusa para fortalecer así su accionar”. En la edición de junio de 1975 del “Evita Montonera” -órgano oficial de la organización Montoneros- aparece una breve nota bajo el título “Justicia Popular” en el que brinda una lista de personas que habrían sido ejecutadas por su participación el 20 de junio de 1973 en la Masacre de Ezeiza. En relación con José Rucci, dice “ejecutado por Montoneros el 23.9.73” y se señala que “esa misma noche (en referencia al 20 de junio) Rucci justificó la matanza”. Por otra parte, el editor de Clarín, Ricardo Roa, que integraba en aquellos años la redacción de “Descamisados”, otra publicación vinculada a Montoneros, ha declarado que el día de la muerte de Rucci, Mario Firmenich apareció por la redacción y comentó que “fuimos nosotros”. No obstante todas esas declaraciones deben ser contextualizadas en un momento en que muchos dirigentes de la Juventud Peronista afirmaban que la autoría del atentado correspondía a la CIA. Lo que se quería era desmentir esa falsa atribución y señalar que los autores pertenecían al “bando nuestro”. Un dato significativo es que Carlos Hobert, que estaba en el comité de unidad, declaró a sus allegados que “se había enterado por la radio”. Es indudable que una operación de la envergadura de la que se llevó a cabo, demandó meses de preparación en el más estricto secreto. Cuesta creer que la dirección de las FAR hubiera revelado un secreto tan bien guardado a la conducción de Montoneros en un momento en que la fusión entre ambas organizaciones no se había todavía concretado. Lo que sí es muy probable que una vez cometido el hecho lo hubieran puesto de inmediato en conocimiento de sus futuros socios. Desde una perspectiva política es dudoso pensar que la conducción de Montoneros, que todavía mantenía un cierto idilio con Perón, hubiera planificado desde varios meses antes “tirarle un muerto al Viejo” como luego se ha aseverado. Más fácil es imaginar que las FAR, de influencia marxista, más escépticas hacia la condición “revolucionaria” de Perón, no hubiesen tenido tantos pruritos. Ahora bien. Si la materialización de semejante atentado no impidió la fusión que se produjo a los pocos días, es obvio que la dirección de Montoneros decidió asumir el costo político de la operación. Desde la perspectiva jurídica, se trata de un homicidio simple, cuyos autores materiales y/o inductores han muerto o han desaparecido y al que, en todo caso, cabe aplicar la prescripción ordinaria de la legislación penal. La circunstancia no probada de haberse utilizado un vehículo de la gobernación de la provincia de Buenos Aires para transportar las armas no parece suficiente para entender que medió una participación del Estado. Solo esa circunstancia permitiría considerarlo, según el actual criterio jurisprudencial, un delito imprescriptible de “lesa humanidad”.

Aleardo F. Laría

Archivo

El asesinato de José Rucci


No fueron los Montoneros sino las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR) los autores materiales del asesinato del secretario de la CGT José Rucci. El crimen se produjo cuando todavía no se había materializado la fusión entre FAR y Montoneros. Si la conducción de esta última organización llegó a conocer que se preparaba ese atentado es un dato que aún no ha sido despejado. En un acto público realizado en Córdoba el 17 de octubre de 1973 las organizaciones armadas FAR y Montoneros anunciaron su fusión. El “Acta de Unidad de FAR y Montoneros” fue suscripta el 12 de octubre de 1973, el mismo día que según consigna el acta “con la recuperación de la presidencia por el General Perón, se cumple un objetivo crucial en la historia de nuestro Movimiento, alcanzado después de cruenta lucha”. Sólo 17 días antes se había producido el atentado que acabó con la vida de Rucci. El texto del Acta de Unidad revela la ambigua relación que ambas organizaciones mantenían con el general Perón. Por un lado reconocen que “el General Perón ha llamado a la unidad del Movimiento en torno de su conducción, para alcanzar por todos los medios posibles los objetivos de unidad, reconstrucción y liberación del pueblo argentino” y que “la unidad de nuestras organizaciones está orientada a contribuir al proceso de reorganización y democratización del Movimiento Peronista a que nos ha convocado el General Perón”. Pero por el otro señalan que “dentro de nuestro propio Movimiento, hay ciertos sectores dirigentes que actúan en estrecha alianza con las fuerzas imperialistas y oligárquicas de la antipatria”. El comité a cargo de la fusión de ambas organizaciones estuvo integrado por Mario Firmenich, Carlos Pinguli Hobert, Roberto Perdía y Raúl Yager por Montoneros; Roberto Quieto, Juan Julio Roqué y Marcos Osatinsky por las FAR y Horacio Mendizábal que pertenecía a Descamisados. De esos ocho integrantes solo han sobrevivido Mario Firmenich y Roberto Perdía, que son las dos únicas personas que pueden saber si en el curso de las conversaciones por la fusión la conducción de las FAR les había informado que se preparaba el atentado contra Rucci. A diferencia de lo que se ha informado, Fernando Vaca Narvaja no integraba la conducción de Montoneros en ese momento. De acuerdo con la investigación de Ceferino Reato en el libro Operación Traviata el comando que organizó y llevó a cabo la operación estuvo comandado por Julio Roqué. Los autores habían alquilado un departamento enfrente a una de las casas en las que solía alojarse Rucci, en Avellaneda 2953 del Barrio de Flores, en la Capital Federal. Cuando a las 12.11 Rucci salió acompañado por sus escoltas, recibió una nutrida descarga que le produjeron 23 heridas de bala y la muerte instantánea. La operación, en una suerte de broma macabra, fue luego bautizada por los militantes como “operación Traviata”, la galletita que según la publicidad de ese momento tenía 23 agujeritos. Según la versión de Ceferino Reato, basada en una fuente confidencial, Roqué habría instalado una base operativa en un departamento de Juan B. Justo al 5781, a diez cuadras del domicilio de Rucci y habría mandado a traer allí las armas necesarias para el operativo, que habrían llegado camufladas como máquinas de tejer Knittax y en un auto oficial del gobierno de la provincia de Buenos Aires. Se comprobó luego que el edificio donde estaba ese departamento, supuestamente alquilado por Ernesto Jauretche, no existía. El asesinato no fue reivindicado por sus autores y la organización Montoneros, resultado de la fusión, no se hizo nunca cargo del crimen. Uno de los dirigentes, Roberto Cirilo Perdía, escribió, sin reconocer la autoría, que “las balas que segaron su vida pudieron haber partido desde diferentes trincheras. Pero la mayor parte de las miradas apuntaron hacia nosotros. Más allá de quien haya sido el ejecutor material de este hecho, nosotros pagamos su costo político (...) Desde todo punto de vista la muerte de Rucci favoreció el avance de las políticas opuestas a nosotros (...) La actividad paramilitar del Estado contra nosotros encontró una excusa para fortalecer así su accionar”. En la edición de junio de 1975 del “Evita Montonera” -órgano oficial de la organización Montoneros- aparece una breve nota bajo el título “Justicia Popular” en el que brinda una lista de personas que habrían sido ejecutadas por su participación el 20 de junio de 1973 en la Masacre de Ezeiza. En relación con José Rucci, dice “ejecutado por Montoneros el 23.9.73” y se señala que “esa misma noche (en referencia al 20 de junio) Rucci justificó la matanza”. Por otra parte, el editor de Clarín, Ricardo Roa, que integraba en aquellos años la redacción de “Descamisados”, otra publicación vinculada a Montoneros, ha declarado que el día de la muerte de Rucci, Mario Firmenich apareció por la redacción y comentó que “fuimos nosotros”. No obstante todas esas declaraciones deben ser contextualizadas en un momento en que muchos dirigentes de la Juventud Peronista afirmaban que la autoría del atentado correspondía a la CIA. Lo que se quería era desmentir esa falsa atribución y señalar que los autores pertenecían al “bando nuestro”. Un dato significativo es que Carlos Hobert, que estaba en el comité de unidad, declaró a sus allegados que “se había enterado por la radio”. Es indudable que una operación de la envergadura de la que se llevó a cabo, demandó meses de preparación en el más estricto secreto. Cuesta creer que la dirección de las FAR hubiera revelado un secreto tan bien guardado a la conducción de Montoneros en un momento en que la fusión entre ambas organizaciones no se había todavía concretado. Lo que sí es muy probable que una vez cometido el hecho lo hubieran puesto de inmediato en conocimiento de sus futuros socios. Desde una perspectiva política es dudoso pensar que la conducción de Montoneros, que todavía mantenía un cierto idilio con Perón, hubiera planificado desde varios meses antes “tirarle un muerto al Viejo” como luego se ha aseverado. Más fácil es imaginar que las FAR, de influencia marxista, más escépticas hacia la condición “revolucionaria” de Perón, no hubiesen tenido tantos pruritos. Ahora bien. Si la materialización de semejante atentado no impidió la fusión que se produjo a los pocos días, es obvio que la dirección de Montoneros decidió asumir el costo político de la operación. Desde la perspectiva jurídica, se trata de un homicidio simple, cuyos autores materiales y/o inductores han muerto o han desaparecido y al que, en todo caso, cabe aplicar la prescripción ordinaria de la legislación penal. La circunstancia no probada de haberse utilizado un vehículo de la gobernación de la provincia de Buenos Aires para transportar las armas no parece suficiente para entender que medió una participación del Estado. Solo esa circunstancia permitiría considerarlo, según el actual criterio jurisprudencial, un delito imprescriptible de “lesa humanidad”.

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