Malas noticias

Lamentos por una refinanciación acotada y bosquejo de bonos.

adrián pecollo adrianpecollo@rionegro.com.ar

Río Negro cierra el segundo año del gobierno de Alberto Weretilneck. El 2014 presagia otro confín financiero y, también, político. Vale una intromisión en la última reunión de gabinete como un ejercicio para comprender qué está ocurriendo. Una pintura dramática esbozó Weretilneck a sus ministros. Habló de las finanzas y cercó cualquier aspiración estatal. ¿Verdad o simulación? Ambas. El contexto estatal es muy complicado y, además, dramatizó para azuzar a un equipo aletargado en su mundo. “Hasta junio, no hay otra prioridad que pagar salarios”, delimitó. Será un “año de conflictos”, y reclamó actuación política. “Se terminaron los anuncios de buenas noticias”, sintetizó. Alejandro Palmieri detalló la estrechez y la multiplicidad de “pequeñas medidas” en el control de los gastos. Pidió evitar nuevos ingresos de agentes, priorizar las obras por iniciar y verificar un listado de erogaciones innecesarias. La diversidad interna reeditó antípodas ideológicas y de comprensión de la situación. Fernando Vaca Narvaja acometió contra el análisis de Palmieri y contra el gobernador. “Política y recursos van acompañados. No hay política, sin recursos”, fue su ofensiva. Su par económico se aferró a la inexistencia de fondos. La ausencia de variantes derivó en la intervención de Ernesto Paillalef, obviamente apegado a la política y la nostalgia K. “Néstor pudo”, provocó frente a las continuas negativas. Weretilneck se puso, otra vez, al lado de Palmieri. Pedro Pesatti, otro partícipe de la reunión, recordó historias de las desdichas del Estado desfinanciado. Fue su forma de tomar parte a favor de la mirada financiera. Ya Vaca Narvaja había puntualizado su labor y su ambicioso plan quinquenal de obras, con represas, caminos y grandes proyectos estructurales. Ese diseño emergió como fantástico en ese marco de pobreza estatal. La utopía se hizo palmaria cuando Pesatti –con clara intensión– requirió la inversión y el ministro la estimó en unos 40.000 millones (casi tres presupuestos de Río Negro), a pesar de su pretendido financiamiento de Nación y organismos internacionales. Más allá de estas pinceladas, el debate concluyó con datos ciertos: hay longevas reformas pendientes. Río Negro reproduce la marea de ahogos de la mayoría de las provincias pero, además, persisten viejas carencias exclusivas, aun en el estado de diagnóstico y sin la indefectible reacción gubernamental. Allí Vaca Narvaja hizo pie en su contrapunto. “Por qué no hicimos nada antes”, cargó. “Yo siempre pedí el control de los gastos”, se defendió Palmieri. Ambos tenían razón. El gobierno desplegó una contradicción absurda. Cerró el año pasado con un relato de un Estado superavitario y recuperado. Ahora, un año después, la crisis está instalada en su seno. Ese pecado está y ronda al gabinete. La mayor carga recae en Economía. El gobernador entiende que su misión requiere más que la propuesta actitud enunciativa y le reclama estrujar los requerimientos ministeriales. Lo sacudió al ministro cuando en noviembre trasladó y cargó simplemente al presupuesto el número de funcionarios incluido por cada cartera. La obscena cantidad propuesta fue detectada y objetada por el bloque radical en la Legislatura. Así lo mandaron, se excusó Palmieri cuando lo llamó Weretilneck. “Tu función es algo más que eso”, lo increpó y le ordenó su rectificación. Esa inexistente orientación explica la suba desproporcionada en las partidas de personal. Vale reiterar que la Función Pública –que depende de Economía– cumple siete meses sin conductor. Allí se ratifica que no hay rumbo laboral-salarial con más del 60% de los desembolsos de la provincia. Weretilneck aporta en ese derrame, pues él mismo –por lo menos, hasta ahora– desoyó su pregonada rigidez. La otra verdad expuesta en el gabinete fue la urgencia y viabilidad de ingresos adicionales. Palmieri alertó sobre que habrá dificultades para obtener otro crédito bancario porque el mercado está orientado a los bonos en dólares. Puntualmente, las provincias recurren a su emisión, con casos llamativos, como Entre Ríos, y otros, como Neuquén, que lanzaron los suyos con garantía de sus regalías. Quedó la impresión de que esos instrumentos ya se preparan en los despachos provinciales. Otros aportes extraordinarios radican en la renegociación petrolera. En el 2010 Miguel Saiz se ilusionó con 100 millones de dólares y la actual administración ya los estimó en 180 millones en el inicio del 2013. Aquel gobernador no pudo ni implementar su mecanismo y Weretilneck todavía no pudo firmar los primeros contratos, que se pretendían formalizar antes de concluir el año. Esos ingresos tienen destinos fijados en la legislación pero, como siempre, su efectiva disponibilidad ofrecerá opciones. La Nación mide su auxilio a las provincias. El convenio por las deudas ofreció una reducción del monto pero restringió su refinanciación. Poco vale para Río Negro que técnicamente se baje un pasivo. Por el contrario, la eventual restitución del pago mensual pronostica un alto riesgo. La provincia debería pagar 380 millones a Nación en el 2014 y el gobierno tenía la expectativa de otro aplazamiento –por lo menos– por un año, replicando la repetida postergación durante tres años. Se firmó sólo por el primer trimestre y así quedan obligaciones en el año por más de 260 millones. Los próximos diferimientos dependerán de si se cumple con metas fiscales ligadas a la restricción de gastos. Weretilneck y Economía pregonarán esa exigencia a favor de su militancia financiera. El gabinete –conjuntamente con la sociedad– se sorprendió de que el Estado rionegrino cayera en esta emergencia y se incomoda frente a semejante fragilidad. Tendrá un desafío superior para disponer de alguna que otra asignación. El resto será conflicto. Un trance al que los ministros son tan escurridizos. El gobernador insinúo una queja en ese sentido. Lo profundizó cuando habló de acordar y medir las licencias en el verano. No faltó tampoco una ocasional reacción suya que se relaciona con ese dilema de las responsabilidades. “Yo no me voy a hacer cargo”, le recriminó Weretilneck a Vaca Narvaja cuando éste se desligó de los yerros por la paralización del Tren Patagónico. Es cierto que el servicio tiene un desfinanciamiento pero, también, el dislate público se fomentó en la falta de conducción y anuncios alejados de las posibilidades objetivas. Aquel cruce alentó la dimisión presentada por Vaca Narvaja, que rechazó ayer el gobernador. Igual, esa figura ministerial ha quedado desflecada y su historia ya no alcanza frente a los traspiés por el financiamiento de obras y el repetido colapso del sueño ferroviario. El año concluye con un paisaje financiero intrincado y una perspectiva política borrosa. Esta difusa proyección acometió también en el gabinete. Ocurrió cuando Matías Rulli predicó que la resolución de la estrategia estatal debe ensamblarse en el proyecto de la reelección de Weretilneck. Nadie aportó más nada. Ya había quedado claro que la proyección electoral también se integraría a la compleja marcha del 2014.

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