Match Point

Es un duro partido el jugado entre el presidente y los productores ganaderos.

Redacción

Por Redacción

No entienden otro lenguaje que el apriete». La expresión del presidente Néstor Kirchner, fue previa a la orden que le transmitió a Felisa Miceli, para que se prohíba la exportación de carne por 180 días y se suban las retenciones a ese próspero sector. Horas antes, según dio cuenta la agencia oficial de noticias Télam, la ministra había contestado con un «no es para tanto» cuando en la muestra Feriagro, de la localidad bonaerense de Armstrong, se le preguntó si era cierto que habría medidas extremas para bajar el precio del producto en el mercado interno.

La fuerte pulseada continua. No hay más que recordar que a principios del mes pasado, la dirigencia de Carbap alentó un paro de actividades y su vicepresidente se atrevió a decir que había un primer mandatario «sin materia gris» en su cabeza.

Desde el gobierno se cortó en principio el diálogo y se envió un mensaje a ruralistas y dueños de frigoríficos: ¡Atrévanse!, lanzó entonces el diputado ultrakirchnerista Carlos Kunkel, toreando a «los sectores concentrados de la economía».

Desentendido –en apariencia solamente– de la caída del jefe de gobierno porteño Aníbal Ibarra por efecto de la tragedia de Cromañón, Kirchner volvió a hacer eje en los esfuerzos para contener la inflación, amenazada por las incontenibles alzas en los cortes más populares, lo que podría repercutir en la canasta familiar y en el desgaste de su – hoy consolidado– proyecto político a lo largo del año.

Miceli no pareció muy convencida al firmar la resolución 114 por la que se restringen las exportaciones, pero se subordinó ante la movida a fondo del Presidente, que insiste en que los incrementos son intencionados para perjudicar a su ges

tión. En un discurso en la ciudad del conurbano Avellaneda, el pingüino no ocultó su antipatía hacia un sector del campo. «La oligarquía ganadera no me va a poner a mí palos en la rueda», suele repetir en privado al fundamentar los motivos por los cuales no ha ido nunca a una inauguración de la Sociedad Rural de Palermo. Rechaza a esos sectores tradicionales y prefiere conversar, por ejemplo, con los dirigentes de la Federación Agraria.

Mientras los dirigentes agropecuarios agitan la posibilidad de que se produzcan miles de despidos y ponen el acento en que el fisco dejará de recaudar unos 200 millones de dólares, el Presidente está obsesionado con retrotraer los precios a como estaban en noviembre o diciembre del 2005. Estos serán días de presiones y contrapresiones. Si logra su objetivo, las severas medidas podrían flexibilizarse o no aplicarse. «Hay que actuar con dureza para que reaccionen y sean solidarios», bajó línea el Presidente.

En el gobierno no creen que vayan a producirse despidos masivos, pues las limitaciones para exportar no afectarán a los convenios bilaterales ni a la cuota Hilton «¿Dónde van a faenar?», plantean los pingüinos más exacerbados que también ponen sobre la cancha las exigencia de los consumidores argentinos.

Los industriales sintieron el golpe. Por canales paralelos están en contacto con funcionarios del Ministerio de Economía. Es que los 6 meses de suspensión generarían una gran desconfianza en el exterior y costaría mucho recuperar mercados que fueron ganados después de años de luchar contra la fiebre aftosa.

Ya empezó a poner paños fríos el más diplomático de los dirigentes camperos. Luciano Miguens, de la Sociedad Rural, anticipó que lanzarán «alternativas mejores» para no desabastecer a los argentinos. «Ojalá – dijo – que no se corte el diálogo y que los precios bajen cuando contribuyamos a aumentar la oferta de ganado».

Cerca de Miceli se concentran más que en los productores, en los frigoríficos pues estos «son los formadores de precios», machacan.. Admiten que hay negociaciones subterráneas, pero sin acuerdos importantes por ahora. Lo que se logró, tras las recordadas filípicas de Kirchner, es que los principales propietarios de grandes supermercados, bajen los precios en el mostrador.

El viernes hubo gran movimiento en Liniers y se registraron bajas de hasta el 20% en los vacunos. La bola va de uno a otro lado de la red. Como dice Woody Allen en «off» en su última película «Match point», cuando le pelota pega en la franja y la serpentea, no se sabe de que lado va a caer, ni quién gana ni quién pierde.

 

¿Una gran oportunidad?

 

Lo peor de la crisis de representatividad, que estalló a golpes de cacerolas en el 2001, tiene aún sus consecuencias. La tragedia de Cromañón y su secuela de 194 vidas inmoladas en un boliche que debía controlar el municipio más rico del país, provocó la semana pasada la caída del jefe de gobierno Aníbal Ibarra.

Sometido a juicio político, no cayó por un golpe institucional, sino por el voto de diez legisladores que no sólo responden a Mauricio Macri y «Lilita» Carrió. Entre los que pidieron su destitución figuraron un izquierdista del MAS, una radical de Franja Morada y un kirchnerista.

Esto llevó a Ibarra a decir que lo habían mandado a la hoguera con la aquiescencia de la Rosada, que no tuvo inconvenientes en conseguir 20 votos de más para aprobar la polémica reforma al Consejo de la Magistratura, pero no uno – se lamentó – para salvar al «querido amigo» de Kirchner.

La destitución es un llamado de alerta. Macri se llamó a silencio. Está preocupado porque la mayoría de las encuestas lo sitúan como factótum de la caída del ex fiscal y el más beneficiado a futuro. Elisa Carrió, por su parte, entendió que el desenlace parcial representa una gran oportunidad. Cree que la gente, que siguió el tema con indiferencia en general y que hoy siente pena por Ibarra, entenderá pronto que cayó por ineficaz a la hora de combatir la corrupción. Aspira «Lilita» a que en adelante se realce su figura, tras el período de oscurecimiento que vivió luego de las elecciones del 23 de octubre.

Hay, por supuesto, posicionamientos electorales en el distrito porteño. Pero eso es harina de otro costal ante tantas urgencias sociales y de equidad.

ARNALDO PAGANETTI

arnaldopaganetti@rionegro.com.ar


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