Stop: que no se acaba el mundo
El silencio, la llave que abre lo que somos. Vivimos en un mundo acelerado, donde la productividad parece ser la única medida de valor. A veces sentimos que la vida nos interpela a tener que hacer siempre más. Y sabemos que estamos cansados muchas veces, que no tenemos la energía disponible para ponerle más a nuestra rutina.
Pero, ¿qué pasa cuando elegimos parar? ¿Qué descubrimos cuando, en vez de correr más rápido, nos damos 10 días de silencio para simplemente estar?
Detenerse es abrirse a un estado donde el ser encuentra equilibrio y unidad. El silencio no es ausencia, sino un suelo fértil donde germina lo verdadero. Allí la mente se calma, el cuerpo descansa y el espíritu se expande. En esa quietud descubrimos una fuerza que no proviene del esfuerzo, sino de la integración con lo que somos.
El silencio, sin embargo, no se vive de una sola forma. Según cómo lo atravesamos, aparecen distintos tipos de pausas: algunas superficiales, otras que vacían, otras que integran y otras que generan. Reconocerlas es aprender a distinguir en qué momento estamos y qué necesitamos para avanzar. Y aceptar que nuestra pausa es abrir la puerta de la posibilidad de vernos, de escucharnos y de sentirnos. Sin embargo, no todas las pausas llegan de la misma manera. Algunas las elegimos, otras nos son impuestas. Ambas son oportunidades de transformación, aunque la diferencia está en la forma en que las transitamos. La pausa elegida nos conecta con la decisión. La impuesta nos confronta con la urgencia.
El tiempo es la materia con la que construimos nuestras pausas. Un día tiene 24 horas, cada hora 60 minutos, cada minuto 60 segundos. Basta un segundo para decidir detenernos… o toda una vida. La pausa no necesita de grandes escenarios: puede estar en una respiración profunda, en un momento de silencio al amanecer, en la decisión consciente de apagar el ruido por un instante. La verdadera pregunta es: ¿Qué necesito para darme permiso de parar? ¿Para qué necesito hacerlo? La pausa no es un lujo ni una pérdida de tiempo: es una decisión consciente de abrir espacio para que lo nuevo tenga lugar.
Cuando paramos con intención, sembramos una forma distinta de habitar la vida.
La expansión comienza cuando nos reconocemos como un todo y elegimos darle lugar al silencio como semilla de autoconocimiento. Porque expandirse es ir hacia adentro para descubrir quién soy, y hacia arriba para conectar con mi inmensidad.
Siempre es tiempo de elegirnos. Detenerse es un acto de valentía. En un mundo que aplaude la velocidad y la productividad constante, elegir la pausa es recordarnos que también somos seres de silencio, de calma y de presencia.
Cada instante puede ser semilla de transformación si nos animamos a parar, escucharnos y sentirnos. Se trata de vivir con más conciencia, más coherencia y más amor. Siempre es tiempo de decidir hacernos bien.
El silencio, la llave que abre lo que somos. Vivimos en un mundo acelerado, donde la productividad parece ser la única medida de valor. A veces sentimos que la vida nos interpela a tener que hacer siempre más. Y sabemos que estamos cansados muchas veces, que no tenemos la energía disponible para ponerle más a nuestra rutina.
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