Naturalizar la violencia

río suelto

juan mocciaro

jmocciaro@rionegro.com.ar

Fue la decisión correcta tomada en el peor momento. El innecesario partido entre Rosario Central y Newell’s fue suspendido dos horas antes de iniciarse, cuando el Gigante de Arroyito estaba repleto y en las afueras del estadio de Newell’s se tiroteaban barras y policías.

Durante toda la semana previa se sucedieron gravísimos incidentes que involucraron a ambos clubes: dependencias administrativas, locales comerciales de productos oficiales y hasta un policía baleado en un episodio con barras de Newell’s ocurrieron, pero todos insistieron en que las condiciones estaban dadas para jugar el clásico.

Pero, ¿de qué condiciones hablaron los presidentes de ambos clubes, los encargados de la Seguridad de la provincia de Santa Fe y la empresa organizadora? Militarizar una ciudad para jugar un partido de fútbol y a veces ni siquiera eso alcanza.

El fútbol ha naturalizado la violencia. La hizo parte de sí. Y ha desnaturalizado eso llamado folclore hasta convertirlo en el refugio de todas sus miserias. La foto que acompaña esta columna no muestra el festejo de un campeonato ganado, son hinchas que invadieron la cancha de Central tras el partido que no se jugó.

Y la naturalización de la violencia ha hecho del fútbol un lugar imposible, donde las barras bravas se movilizan custodiadas por la policía y entran con las entradas regaladas por los dirigentes. Un fútbol dado vuelta y en el reino del revés.

¿Por qué en el fútbol se puede hacer lo que (casi) nadie haría fuera de él? ¿Por qué una persona puede escupir a otra durante 90 minutos o insultarla hasta la afonía? ¿Por qué es normal? ¿Lo haríamos en otro lado?

La lucha contra las barras necesita ser considerada política de Estado que desbarate su financiamiento. Sin plata, las barras perderían su razón de ser. Pero también urge desactivar las miserias ocultas detrás del gorro, la bandera y la vincha.


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