Personajes y caras detrás de los cajones del Mercado de Concentración

Todos los días más de 1.500 compradores hacen largas filas para conseguir fruta, verduras y carne. Detrás del producto están las personas: conocelas.

 

 

 

Las ruedas de la zorra rebotan contra el cemento del patio. Un hombre de brazos gruesos y morenos la empuja y la hace subir por el chapón que retumba. Entra por el portón de la Nave 1 del Mercado de Concentración donde un enjambre de personas, rodeados de colores, grita entre sus verduras. Son las 14 y los clientes que forman kilómetros de cola en el camino de acceso comienzan a ingresar.

Adentro, los puesteros están listos para la venta. Hombres y mujeres parecen máquinas. Cargan verduras en carros, los suben a camiones, pagan, estiban, cobran, venden y pregonan. Para todos el día comenzó muy temprano y para nadie terminará hasta tarde.

 

 

 

Desde hace unas pocas semanas el Mercado abre de martes a viernes de 14 a 18.30 y los lunes de 6 a 10.30 de la mañana. Cada día a través de las 47 firmas que operan allí, da trabajo a más de 500 personas y más de 1.000 recorren sus instalaciones.

En uno de los puestos, Carlos Aschura apila cebollas de verdeo mientras cuenta que se levantaron a las 5 de la mañana en su casa de una chacra en Cinco Saltos. Juntaron las jaulas y a las 12 arrancaron con el camión para el Mercado. A las 18 se irán de allí. Cuando regresen a su hogar deberán embalar tomates, embolsar verdura y preparar todo para mañana.

El Mercado se convirtió en el más importante de la Patagonia desde hace 25 años. Hay puestos de frutas y verduras, vegetales procesados, carne, huevos, pastas y una fábrica de dulces.

Fotos Matías Subat

 

 

Segundina Contreras está entre los cajones de verdura. Habla en aimará pero no quiere responder preguntas. Solo sonríe y su piel, de la textura de las lechugas, le achina la mirada. Elso, su hijo cuenta que toda la familia trabaja sin descanso. Dice que es una actividad esclava y que se vive al día.

Un cuchillo raja la bolsa de arpillera y cientos de moscas vuelan al festival de la papa podrida. Maximiliano las tira en una mesa de metal y empieza a seleccionar las que están buenas. Tienen los dedos teñidos de negro. María sin detenerse cuenta que es de Colonia Nueva Esperanza y está ahí porque no consigue otro trabajo.

“Conseguí acá pero es muy sacrificado. Hay días que hacemos 12 horas afuera día y noche, parados, no te dan ni descanso”, dice y se acomoda con la muñeca el pañuelo que le cubre la cabeza.

Fotos Matías Subat

 

 

 

Cerca de ellos, los tres jóvenes sirios: Husine Ghenem Yazán y Yousif Mohamed conducen el autoelevador a toda velocidad y con unas planillas en las manos, controlan las cargas.

Yousif Mohamed, cuenta que estudió Logística por 4 años en una universidad de Egipto. “Ahora está más tranquilo pero la guerra es dura y si sos joven y terminás de estudiar tenés que ir al Ejército. Una vez que entrás no podés salir, tengo amigos que están ahí hace 8 años”, dice.

Los que compran

El año pasado la comercialización de frutas y hortalizas en el Mercado superó los 102 millones de kilos y crece cada año (ver aparte). En promedio, el 35% proviene de Neuquén y Río Negro. En esta época las protagonistas son las hojas verdes, el tomate y en la zona se produce hasta el 90% de lo que ingresa.

Al movimiento del Mercado lo completan los 1.500 clientes que pasan por ahí cada día. Miguel Chalop salió las a las 13 para el Mercado. Hizo una hora de cola en la Trafic, se bajó y eligió acelga, cebollas y limón. Explica que para vender barato hay que comprar barato. A sus 72 años, “bien galopiados”, la sangre árabe lo llevan a la compra venta.

“Hace 10 años que trabajo en la verdura. A mi me gusta el tome y traiga, somos así. Mi papá compraba y vendía de todo: ‘beine, beineta, jabón, jaboneta, la vende barata”, dice y se divierte. Un muchacho delgado le carga las verduras a la zorra y él se despide. Antes de irse promete: “por ahí en algún lado nos volvemos a encontrar y algo les voy a vender”.

Fotos Matías Subat

 

 

 

 

 

Dos semanas más se venden los últimos cultivos locales de la temporada. En agosto arrancará la nueva pero mientras tanto tienen que preparar los almácigos.

Casi la mitad de los tomates se cultiva en chacras de la región

El Mercado de Concentración del Neuquén brinda trabajo, a través de las 47 firmas, a más de 500 personas . Unas 1.500 recorren sus instalaciones en búsqueda de los mejores productos al mejor precio de toda la Patagonia.

Diego Molina, gerente operativo del Mercado, comentó que en este momento, se encuentran en la mitad de la temporada de producción local. Ahora, los cultivos como el tomate, las hojas verdes y choclos frescos se consiguen en cantidad.

Un 40% de los ingresos al mercado son de chacras de Neuquén, que se focalizan en la producción de tomates logrando el 43% del total, seguido por la lechuga con un 8%, la papa con 7% y el zapallo con 6%.

“La producción local en invierno decrece pero se suman los invernaderos. En invierno el 60% de la mercadería viene de Mendoza, Buenos Aires o el norte y en temporada de producción local, la relación se invierte. Cada día tenemos más productores y por disposición física no podemos albergar más”, dijo.

Hay un proyecto de inversión para triplicar la superficie cubierta. Esta obra significa agregar 13.000 metros cuadrados cubiertos a los actuales.

El ministro de Producción e Industria, Facundo López Raggi dijo que “el Mercado tiene presentado un proyecto en Nación a través del programa de Competitividad de las Economías Regionales, muy importante para ampliar la capacidad para alojamiento de los productores”.

Según explicó actualmente se espera la aprobación del crédito del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) para la primera etapa de ampliación.

Una meta central para este año es la modernización de las instalaciones eléctricas, que posibilitará tener mayor capacidad a quienes se quieran radicar en el mercado.

Esto posibilitará ampliar la playa de cámaras de frío.

Pasado rojo tomate

Husine Ghenem

Fotos Matías Subat

 

En el mercado hay argentinos, bolivianos, turcos y de otras nacionalidades. Husine Ghenem, un joven sirio y dos amigos ganan la simpatía de muchos compañeros. Ellos llegaron a las naves del Mercado escapando de las nieves de guerra, que tiñen de sangre su país.

“Me vine porque en mi país hay que ir al Ejército después de la universidad. Estudié ingeniería electrónica. Este no es el mejor trabajo pero acá pude aprender idioma”, contó.

Mirada blanco coliflor

Segundina Camacho

Fotos Matías Subat

 

A los casi 90 años Sengundina acomoda verduras. Es de Bolivia, vivió diez años en Valle Medio y hace 12 años llegó a Neuquén pero no habla castellano. Sonríe con la mirada clara y en lengua aimará le dice algo a su hijo.

“No quiero que ella trabaje pero se molesta si no la dejamos. La tenemos que traer al Mercado porque si no se enferma. Era ama de casa. Crió a 6 hijos hasta los 15 años y de ahí arrancábamos solos”, cuenta su hijo Elso.

Ilusión verde lechuga

César Blanco Patiño

Fotos Matías Subat

 

Cuando llegó de Bolivia, César consiguió trabajo en un taller de costura en Buenos Aires, pero más tarde, comenzó el oficio de su familia: la tierra.

“Es un trabajo muy sacrificado. Hay que aguantar el sol, el frío, el viento y se pone difícil. Hoy arranqué a las 7 con el rocío helado y vamos a terminar tarde. Para sacar buena mercadería hay que trabajar bien y, para eso, hay que estar muchas horas”, contó.

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Fotos Matías Subat

 

 

 

 

 

 

Datos

Dos semanas más se venden los últimos cultivos locales de la temporada. En agosto arrancará la nueva pero mientras tanto tienen que preparar los almácigos.

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