Nicolás Cabré sólo piensa en ser un gran actor
Crecido en los sets televisivos, Cabré lleva una década de ascenso sostenido. Pasó por tiras muy exitosas, su primer trabajo en el teatro fue premiado y realizó dos protagónicos en cine.
Nicolás Cabré tiene una clara meta fija en su cabeza, y no deja de repetirla, una y otra vez. Quiere ser un gran actor. Tiene apenas veinte años, y sabe que aún tiene camino por recorrer.
Desde sus comienzos en el medio del espectáculo como niño bailarín en la tele hasta el presente en la obra teatral «El cartero», le han pasado muchos buenos acontecimientos en su carrera, que ya sabe de protagónicos en cine -«Fuga de cerebros» y «Yepeto»-, participaciones en tiras televisivas -«Carola Casini», «Gasoleros», «Vulnerables»- y el respeto que infunde el teatro.
Gaseosa y tostado de por medio, Nicolás recuerda que «empecé a sentir la profesión cuando tomé contacto con la actuación», ya a los once años en «Son de diez».
«Al principio era un juego; yo miraba la televisión, veía cómo los chicos bailaban y yo quería hacer eso. Empecé bailando en «Flavia está de fiesta», pero era un juego. Cuando pasé a «Son de diez», ahí cambió todo. El juego pasó a tener otra responsabilidad y a encantarme».
Luego llegó el teatro con la obra «Algo en común» junto a Ana María Picchio y Ricardo Darín. Comienzo auspicioso, ya que a los 16 ganó los premios revelación ACE y Estrella de Mar.
El joven actor recibió los galardones «obviamente con alegría, es un lindo reconocimiento, algo significativo, pero yo disfruto el día a día, el romperme el alma para mejorar y llegar a ser un gran actor. Pero hago esto para mí, no para que las críticas sean las mejores».
«Yo disfruto plenamente lo que hago, y de la posibilidad de hacerlo, y sé que en este país es muy difícil trabajar haciendo lo que a uno le gusta. Yo lo viví con mi familia, que era de clase media baja, y no me olvido de eso. Lo que hago, lo disfruto».
Viendo lo hecho y cosechado a los veinte años, Nicolás no cree que la suya sea una carrera acelerada. «Sé que estoy bien, contento con lo que me está pasando, pero no es rápida, porque todo lo que hicimos -y en esto incluyo a mi representante- fue algo minucioso, no salté ningún escalón».
Y regresa a su meta: «Mi idea sigue siendo la misma, crecer en esto y llegar a ser un gran actor. Pero sin sobresaltos, soy conciente que me falta mucho. A lo mejor gané popularidad con ciertos programas, pero no lo llamaría un ascenso rápido. Estoy muy conforme, porque nunca hicimos nada que nos mueva del objetivo, y marchamos hacia eso. Falta muchísimo y espero seguir sin bandearme».
Hasta ahora no parece sentir una debilidad en su falta de formación formal.
«Me formé actuando, no estudié nunca. Soy una persona observadora, estoy muy pendiente de todo. Mi formación fue trabajando intuitivamente y observando mucho a mi alrededor. De todo se aprende, no sólo de las cosas buenas.»
Rescata que «estuve rodeado de grandes actores de los que se aprende mucho. Tuve la suerte de tener compañeros muy buenos desde el principio en «Son de diez» con García Satur, Silvia Montanari y Javier Portales». Y luego vendrían Darín, Picchio, Ulises Dumont, Darío Grandinetti y Alfredo Alcón, entre otros.
«Gasoleros» fue una oportunidad para alcanzar popularidad merced al éxito de la tira televisiva. Luego de su finalización analizó algunas propuestas y se decidió por su personaje de «Vulnerables», también dentro de la factoría Suar.
«Para mí fue bárbaro, tener la posibilidad de estar con ese elenco y con Alfredo Alcón. Era lo que quería hacer y fue un placer desde el principio».
En general se siente conforme con sus incursiones televisivas, aunque confiesa que «a veces me miro y pienso por qué una bala perdida no se cruza y mata al personaje de una vez».La hora de la función se acerca.
La mesa aledaña, que comparten Grandinetti y los productores, es abandonada en busca de los camarines.
Nicolás termina la nota, mordisquea presuroso un trozo más de tostado y parte rumbo a encontrarse con Mario, el joven cartero que lucha por el amor de una muchacha, como él por cumplir el sueño de ser «un gran actor».
Un trabajo minucioso
En «El cartero» Nicolás Cabré demuestra todas sus aptitudes sobre el escenario, peleando actoralmente codo a codo con Darío Grandinetti y Alejandra Da Passano. Mario, su personaje, es una alma adolescente que se abre a la poesía y la pasión; la primera de la mano del poeta Pablo Neruda, y la otra por la belleza de la joven Beatriz.
«Con Hugo Arana -director de la puesta- leímos la obra, luego la novela, y fuimos armando el personaje de Mario según las premisas que tiraba el escritor Antonio Skarmeta. Es un tipo tranquilo, decimos que es como la masilla, donde lo tocás se marca; si está contento se ve contento, si algo lo pone nervioso, se nota nervioso. Es un personaje que tuvimos que trabajar mucho, porque no se nos podía escapar nada. Fue un trabajo minucioso».
En esta historia de iniciaciones, el joven cartero «se introduce en el tema de la poesía, le interesa, conoce el amor, lucha por el amor, por tener un hijo, se inicia en el tema político… Se nota el cambio, pero siempre sigue igual, no deja de ser ese joven puro e inocente».
Nicolás Cabré tiene una clara meta fija en su cabeza, y no deja de repetirla, una y otra vez. Quiere ser un gran actor. Tiene apenas veinte años, y sabe que aún tiene camino por recorrer.
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